Salud

Superó el cáncer y la dislexia y a los 82 años gana todo en el triatlón

Keith Pearce, es un caso se sufrimiento y superación constante. Sin embargo, Kahuna (Gran Jefe), como lo llaman, lo siente como algo normal, parte del desafío diario que es vivir.

miércoles, 27 de febrero de 2019 · 10:54 hs

“Mangia che ti fa bene”, decía mi abuela, mientras te ponía adelante un enorme plato de fideos caseros y consolidaba el mandato ancestral de sobravalorar la bondad de los hidratos de carbono y la sobrealimentación.

La OMS define al sobrepeso y la obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede resultar perjudicial para la salud.

La obesidad es considerada epidemia a nivel mundial. En el año 2016 se daba a conocer que 41 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso en todo el mundo, y se calcula que mueren por año un mínimo de 2,6 millones (leyó bien, millones) de personas a causa de ella.

Según estadísticas nacionales, en Argentina, 6 de cada 10 adultos presentan sobrepeso, mientras que datos de 2010 de la Base de Datos Global sobre crecimiento infantil y malnutrición de la OMS, informaban que nuestro país presentaba el mayor porcentaje de obesidad en niños menores de 5 años en América Latina, con un 7,3% de prevalencia.

Sabemos que es un fenómeno mundial, que tiene que ver, entre otras variables, con la mala calidad de la alimentación y un aumento en la tendencia al sedentarismo.

Sabemos que está asociada al desarrollo de enfermedades crónicas, como diabetes, enfermedades cardiovasculares y a un aumento significativo en la tasa de discapacidad.

Pero ahora, además, se sabe, gracias a la investigación dentro del campo de la neuroendocrinología y la inmunología, que la sobrealimentación induce a neuroinflamación, componente patológico importante porque conduce a disfunciones en el sistema nervioso central.

El médico y profesor de la Universidad de Medicina Albert Einstein, Dongsheng Cai, condujo estudios interdiscipinarios entre neurociencia e inmunología. Pudo relacionar que la obesidad, la diabetes (sobre todo la tipo 2) y el estilo de vida (sedentarismo, por ejemplo) están altamente asociados con degeneración neural y enfermedades neurodegenerativas, sobre todo, demencia tipo Alzheimer y enfermedad de Parkinson.

Hasta ahora, se piensa que la sobrenutrición produce inflamación en el cerebro, en particular, en el área del hipotálamo. Esto altera la regulación de hormonas, del equilibrio energético y del metabolismo en general. De hecho, esta neuroinflamación genera cambios patológicos, que incluyen pérdida de neuronas reguladoras y alteración de neuroplasticidad.

El mencionado profesional comenta que en el hipocampo del paciente obeso se evidencian cambios metabólicos que provocan su deterioro, lo que conduce a dificultades en la memoria a corto plazo y en la capacidad de aprender información nueva.

Estos datos fueron confirmados por los investigadores C. E. Greenwood y G. Winocur, del departamento de ciencias de la nutrición de la Universidad de Toronto, Canadá, que reportaron que una dieta alta en grasas saturadas perjudica la memoria y el rendimiento en actividades que implican aprendizaje. Además, reportaron, a través de un estudio longitudinal, que el sobrepeso en adultos jóvenes conduce al descenso en la puntuación de evaluaciones cognitivas año tras año.

Si seguimos buscando cifras, Verdejo García y colaboradores estudiaron el rendimiento cognitivo de adolescentes de entre 13 y 16 años. Encontraron diferencias significativas en flexiblidad mental e inhibición de conductas cuando compararon el grupo de obsesos con el grupo control (no obesos).

Cawley y su grupo de estudio, por otro lado, descubrió que personas obesas de entre 21 y 30 años de edad, mostraban disminución significativa en la capacidad de producción verbal.

Estudios realizados desde la ingeniería genética apuntan que la obesidad materna y paterna predisponen a los hijos a malos resultados cognitivos por mecanismos moleculares epigenéticos. Además, demuestran reducción significativa en el volumen de materia gris en el lóbulo temporal. La obesidad abdominal se asocia con un volumen reducido del hipocampo en pacientes con diabetes tipo 2.

Los estudios genéticos en familias de obesos destacan los siguientes mecanismos: acumulación de daño oxidativo en ADN en las células del cerebro, inflamación, daño de la función mitocondrial y neurogénesis reducida y reducción significativa de la resistencia al estrés celular en pacientes con obesidad. Estos cambios a nivel micro, conducen a alteración en los tejidos y a cambios estructurales en determinadas áreas cerebrales, lo que finaliza en serias alteraciones cognitivas.

En una serie de estudios longitudinales llevados a cabo en Estados Unidos, se comprobó que la obesidad y el estilo de vida sedentario de niños de escuelas primarias, se asoció con función cognitiva deficiente en múltiples dominios y con rendimiento ocupacional más bajo.

Nuestros ancestros consideraban que un cuerpo voluptuoso era sano, y que el exceso de alimentación mantendría lejos al médico. Años después, entendemos que la obesidad y el sobrepeso son condiciones mórbidas asociadas a neuroinflamación que afectan estructuras del sistema nervioso central generando déficits en procesos cognitivos que posibilitan atender, percibir, memorizar, recordar y pensar.

En contraposición al principio rector de mi abuela, los rusos dicen que “estar en ayunas no mata, la glotonería si”, así que, no más “panza llena, corazón contento”, ahora conocemos que un cerebro sano sólo necesita alimentación frugal y equilibrada, acompañada por actividad física, por supuesto.

Otra consideración importante sería el poder transmitir a nuestros hijos estos principios. La prevención es esencial.

Lic. Cecilia C. Ortiz/Mat.: 1296/licceciortizm@gmail.com