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Diez claves sobre la Tierra que la ciencia descubrió estudiando la Luna

La NASA reveló cómo el análisis del satélite natural terrestre permite entender el origen del planeta, su evolución geológica y hasta el futuro climático.

Esta vista desde la nave espacial Apolo 11 muestra la Tierra asomándose por encima del horizonte de la Luna. 

Esta vista desde la nave espacial Apolo 11 muestra la Tierra asomándose por encima del horizonte de la Luna. 

Nasa

A simple vista, la Luna parece ser apenas un objeto distante que acompaña las noches terrestres. Sin embargo, investigaciones recientes de la NASA confirman que este satélite natural es mucho más que un cuerpo celeste: es una herramienta científica clave para comprender cómo se formó, evolucionó y se sostiene la vida en la Tierra.

Diez descubrimientos relevantes que los investigadores de la NASA han identificado al estudiar la Luna, y que permiten acceder a información única sobre el planeta que habitamos.

La composición de la Tierra primitiva

La teoría más aceptada señala que la Luna se formó hace 4.500 millones de años, tras el impacto de un objeto del tamaño de Marte contra una Tierra en formación. Esta colisión expulsó fragmentos que, al agruparse, dieron origen al satélite. Estudiar su composición permite reconstruir la química del planeta en sus primeras etapas.

Una cápsula del tiempo geológica

A diferencia de la Tierra, cuya superficie cambia constantemente debido a la tectónica, la erosión y la actividad volcánica, la Luna conserva huellas intactas de impactos ocurridos hace miles de millones de años. Esto la convierte en una suerte de archivo geológico que permite deducir cómo era la Tierra durante períodos como el Bombardeo Intenso Tardío.

crácteres
El cráter Mendeleev de la Luna (llamado así por Dimitri Mendeleev, el inventor de la tabla periódica de los elementos) mide alrededor de 313 kilómetros (195 millas) de diámetro. Contiene una cadena de cráteres llamados Catena Mendeleev.

El cráter Mendeleev de la Luna (llamado así por Dimitri Mendeleev, el inventor de la tabla periódica de los elementos) mide alrededor de 313 kilómetros (195 millas) de diámetro. Contiene una cadena de cráteres llamados Catena Mendeleev.

Intercambio de meteoritos entre ambos cuerpos

Numerosos meteoritos provenientes de la Luna han sido identificados en la Tierra. Algunos modelos incluso sugieren que podría haber hasta 18.000 kilos de rocas terrestres por cada 100 km² de suelo lunar. Este intercambio material ofrece pistas sobre cómo se desplazaron los elementos y compuestos en el sistema Tierra-Luna.

Indicios sobre el origen de la vida

El estudio de meteoritos podría revelar si microorganismos u otros compuestos orgánicos alcanzaron la Luna desde la Tierra. Estos vestigios podrían contener información esencial sobre cómo surgió la vida en el planeta o cómo se formó su atmósfera.

Los volcanes como rejuvenecedores del planeta

La actividad volcánica terrestre, a diferencia de la lunar, se mantiene activa debido a la tectónica de placas. Gracias a ello, la Tierra renueva su superficie constantemente. Comparar esta dinámica con los flujos volcánicos preservados en la Luna permite entender los mecanismos internos del planeta con mayor profundidad.

apolo 14
Una muestra lunar que trajeron los astronautas de la misión Apolo 14 puede contener algunos elementos que componían la Tierra hace alrededor de 4.000 millones de años.

Una muestra lunar que trajeron los astronautas de la misión Apolo 14 puede contener algunos elementos que componían la Tierra hace alrededor de 4.000 millones de años.

El rol de la Luna en el campo magnético terrestre

El movimiento del núcleo externo líquido de la Tierra genera su campo magnético, escudo esencial contra la radiación solar. La NASA señala que la atracción gravitacional de la Luna contribuye a mantener ese movimiento, lo que convierte al satélite en un actor indirecto pero relevante en la protección del planeta.

Sismos lunares que superan a los terrestres

Mientras que un terremoto promedio en la Tierra dura menos de un minuto, los "lunamotos" pueden extenderse por más de diez. Analizar su duración y origen ayuda a entender las condiciones sísmicas del pasado terrestre, especialmente en períodos sin agua líquida o con temperaturas extremas.

Reflejo lunar para medir el clima terrestre

El brillo de la Luna puede utilizarse para calcular con precisión el albedo de la Tierra, es decir, la cantidad de luz solar que refleja. Esta medición es clave para observar variaciones en el clima global y en la composición de la atmósfera.

volcán
Vista nocturna del volcán Kilauea, en Hawái. Es uno de los volcanes más activos de la Tierra. Un grupo dirigido por la NASA está estudiando los volcanes de Hawái desde el aire, el suelo y el espacio para entender mejor los procesos volcánicos y sus peligros.

Vista nocturna del volcán Kilauea, en Hawái. Es uno de los volcanes más activos de la Tierra. Un grupo dirigido por la NASA está estudiando los volcanes de Hawái desde el aire, el suelo y el espacio para entender mejor los procesos volcánicos y sus peligros.

Un satélite que estabiliza la vida

La inclinación del eje terrestre (23,5°) es responsable de la existencia de estaciones relativamente estables. Sin la Luna, esa inclinación variaría con mayor violencia, provocando climas extremos y alterando profundamente las condiciones de vida en la superficie terrestre.

Un alejamiento constante

A pesar de su influencia vital, la Luna se aleja de la Tierra a razón de casi 4 centímetros por año. Esta dinámica, producto de las fuerzas gravitacionales entre ambos cuerpos, modifica lentamente las mareas, la rotación planetaria y podría tener efectos futuros en el clima y la habitabilidad de la Tierra.