A 100 años del primer gol olímpico: la historia detrás de una viveza argentina
Un 2 de octubre de 1924 y ante Uruguay, Cesáreo Onzari ejecutó el primer córner con destino de gol. El contexto, la regla desconocida, la avalancha humana y el motivo que lo bautizó "gol olímpico".
Se necesitaba dinero y la solución fue organizar dos partidos amistosos. La Selección argentina, entonces, se cruzaría con Uruguay en Montevideo, primero, y con el mismo rival en Buenos Aires, siete días después. No eran enfrentamientos, a priori, de una inconmensurable importancia. Los Juegos Olímpicos de París 1924 habían finalizado hacía poco y el Campeonato Sudamericano estaba por comenzar. Mejor dicho: eran eventos atractivos y convocantes, como cualquier Argentina-Uruguay de aquella época, y de hecho fue el primer partido de fútbol relatado por radio, pero sin duda nadie imaginó que cien años después aquella tarde seguiría constituyendo una noticia. Cesáreo Onzari no previó que se convertiría en leyenda. Y los fanáticos no sospecharon que verían un gol que cambiaría la historia.
El 21 de septiembre de 1924, Argentina y Uruguay empataron 1-1 del otro lado del Río de la Plata. Una semana después, debían disputar el desquite en el antiguo estadio de Sportivo Barracas, un espacio legendario que hoy es solo un recuerdo: allí cantó Carlos Gardel, se disputó la Copa América (entonces Campeonato Sudamericano), jugaron el Real Madrid y el Torino, peleó Luis Angel Firpo y brilló la Selección argentina hasta 1937, antes de que se derrumbara. El estadio era grande y podía albergarlos a todos. Creían. Pero no fue así. Era tal la expectativa que más de 50.000 personas colmaron las tribunas de aquella fortaleza y la tarde casi termina en catástrofe. La superpoblación llevó a una avalancha humana que hizo que el match se suspendiera solo cinco minutos después de comenzado y que el plantel charrúa se resguardara en los vestuarios.
Uruguay se quejó. Exigió protocolos, seguridad, alambrados. No podía exponer a sus jugadores a semejante riesgo. Eran los flamantes de los Juegos Olímpicos de París 1924. Argentina obedeció y agudizó la custodia de cara a la revancha… reprogramada para el 2 de octubre. Los de Celeste llegaron nuevamente al estadio, esta vez sin mayores riesgos, dieron una vuelta olímpica con sus medallas doradas colgadas del cuello y se enlistaron para patear la pelota en una tarde de 33 grados. Del otro lado, once locales esperando dar el batacazo: Fortunato, Tesoriere, Médici, Solari, Bearzotti, A. Celli, Tarascone, E. Celli, Sosa, Seoane y Onzari. El partido empezó a las 15 horas. A las 15:15 ya había pasado a la historia. Porque a los pocos minutos, por la banda izquierda, Gabino Sosa armó una buena jugada y el defensor uruguayo José Nazassi la mandó al córner.
La pelota la agarró un wing de 21 años que jugaba en Huracán. Cesáreo Onzari se llamaba. En aquella época los córners se “empalaban” para la entrada de algún cabeceador y el resultado era azaroso. Pero Onzari sorprendió. Ejecutó un derechazo con rosca que se metió en el segundo palo, por encima del legendario arquero de Nacional Andrés Mazali y festejó, mientras el árbitro Ricardo Villarino indicaba saque del medio. Los uruguayos se quejaron. Gran parte del público no celebró. La incredulidad domó el ambiente. ¿Por qué? Porque era una regla nueva, desconocida para la mayoría; aunque evidentemente no para Onzari. Meses antes, en Londres, la International Board había modificado los artículos 10 y 11 del reglamento de fútbol que no permitían lanzar el córner como un tiro libre directo. Desde entonces, sí. Pero hasta ese 2 de octubre de 1924 no se hacía. Era nuevo y raro. Viveza argentina.
“El gol de Onzari a Uruguay, campeón olímpico”, empezó a decirse al describir aquel hito, en un partido que terminó con Argentina vencedora por 2-1. Pero el tiempo volvió la nomenclatura más eficiente. Y fue mutando hasta convertirse en “el gol olímpico”, por haber tenido como víctimas a los campeones de los últimos Juegos Olímpicos. De aquella tarde inolvidable se cumple un centenario. El estadio de Sportivo Barracas fue demolido y hoy esa es una zona urbanizada. Los arqueros ahora usan guantes y los árbitros ya no portan boina. Y Cesáreo Onzari continuó con su vida: jugó en Boca, fue el primer futbolista en ser operado de meniscos, puso una pizzería en Parque Patricios y falleció en 1964. Cambiaron muchas cosas; pero no todas. La viveza aún es una estampa del futbolista argentino.