arte internacional

Jeff Koons el artista que mejor conoce (y usa) las reglas del marketing

La gallina de los huevos de oro. El artista vivo que cotiza más alto en el mercado de arte mundial. En 2019 su escultura Conejo (Rabbit) en acero inoxidable alcanzó U$ 91 millones de dólares el precio más alto alcanzado por una obra vendida en una subasta en Christie's

María Teresa Andrés
María Teresa Andrés domingo, 15 de agosto de 2021 · 07:16 hs

Factura millones, este es su verdadero talento. Tras él se lleva puesto al mundo del arte con sus galerías, museos e instituciones varias, que lo llevan a lo alto de reconocimientos, premios y galardones. Jeff Koons (York, Pensilvania, 21 de enero de 1955) es un estadounidense que hizo del arte una empresa en la que, junto a un equipo, construye esculturas basadas en una iconografía popular. Un genio del marketing, disciplina que dado el mundo actual debería enseñarse desde la escuela primaria, como arma de supervivencia indispensable.

Este hombre tuvo allá lejos y hace tiempo una educación como artista plástico, había estudiado pintura en el Instituto de Arte de Chicago y se había licenciado en Bellas Artes en el Maryland Institute College of Art (MICA), en 1976 (digamos que hizo los deberes iniciales), algo así como tener licencia para conducir el auto del arte.

En los años 80 se puso de novio con la artista porno “La Cicciolina”, nacida en Budapest, y devenida en diputada en Italia, con un “curriculum” que de solo leerlo deja sin aliento. En aquel entonces se fotografiaban desnudos, en poses sexuales explícitas. Tuvieron un hijo disputado ferozmente en los tribunales entre ambos, después del año de haberse casado y separado. No le fue muy bien con la crítica por aquel entonces, en parte por esta tórrida historia.

Impertérrito siguió adelante con sus planes con una eficiencia destacable en el manejo de los medios de comunicación, con una administración de bienes envidiable y todo un aparato puesto al servicio de su propia imagen. Para aplaudir de pie. Jeff Koons trabajó como corredor de bolsa en Wall Street, experiencia que le sirvió para saber cómo llevar adelante las cosas en su carrera artística, contrató para ello los servicios de una agencia de publicidad para promover su imagen (algo insólito en un artista), y vaya que lo lograron.

Bailarina de Jeff Koons en el Malba en buenos Aires.

Envuelto siempre en una “nube” él, Jeff, construye esculturas basadas en objetos comunes, pero eso sí con una tecnología para sacarse el sombrero, de una calidad única, productos industriales impecables, que impresionan por su tamaño y por su acabado. Gana dinero pero, para ser justos, no hace esculturas de aire o pega bananas en la pared, sus trabajos son grandes, contundentes, brillantes, lustrosos, sólidos y duraderos.

En Buenos Aires hemos podido admirar, en 2016 en el Malba, “Bailarina sentada” de acero inoxidable pulido espejo patinado en color transparente de 210 cm x 197 cm x 100 cm. Inspirada en una pequeña bailarina de porcelana pero construida en gran tamaño con tecnología de avanzada. Este proceso es el que emplea con otros sujetos de sus obras, es lo que caracteriza su
trabajo en general. El no crea sus esculturas, toma algo y lo descontextualiza, lo lleva a otra dimensión a través de un proceso industrial impecable. La obra más conocida de las esculturas globo es “Balloon Dog” de acero inoxidable con recubrimiento de color transparente. Es uno de los primeros perros globo, la obra de arte más cara vendida de un artista en vida. De 12 pies de altura es un juguete infantil de gran tamaño, una de 5 exclusivas piezas de perro metálicas hechas por Jeff Koons (las otras cuatro son de color amarillo, azul, magenta y rojo), propiedad de los financistas y coleccionistas de arte: Steven A. Cohen, Eli Broad (cuyo “Balloon Dog (Azul)” está en exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo The Broad en Los Ángeles, François Pinault y Dakis Joannou.

Su ingenio consiste en combinar el arte popular con el conceptual en estos objetos escultóricos inesperados. Entonces algo vulgar o barato, que denominamos Kitsch se transforma en algo atractivo. Ensalza la belleza escondida de lo vulgar. Y como norma va en contra de valores establecidos. Más que un artista, y esto es lo que se le endilga y lo envuelve en controversias, parece un empresario que no deja puntada sin hilo y se vale de todo lo que la tecnología y fabricantes pueden ofrecer, para la realización de sus obras, como así también una maquinaria de marketing muy aceitada.

Después de mediados del siglo XX el arte fue acumulando nombres y denominaciones, explicaciones crípticas sobre su función y/o ejecución, banderas de todo tipo levantadas en pos de definir corrientes varias, creándose un guiso ininteligible, por lo que no es de extrañar que la casa de subastas Christie's de Nueva York haya decidido últimamente denominar (como para simplificar) “Expresiones del siglo XX y XXI” a toda la producción artística actual. Yo diría de mediados del siglo XX hasta hoy.

Para Koons lo suyo es “conceptual”, palabra usada para lo que venga, (pero a quién le importa si no estamos en una discusión filosófica), como si el arte hubiese carecido alguna vez de concepto, sin importar la época. Acusado de plagiador y encontrado culpable en los tribunales por haber copiado todo lo que le venía bien para sus realizaciones, y de haber sido multado por sumas abultaditas, Koons paga y sigue adelante en la cima obteniendo fama, dinero y las más altas distinciones en el ámbito del arte.

Sus obras están en el Guggenheim Museum Bilbao; Sacramento Kings arena; San Francisco Museum of Modern Art; París, Francia; Nueva York, Estados Unidos. Si bien dentro de su trabajo realiza pinturas, la escultura e instalación es lo más destacable. Su obra cuestiona el sentido mismo del arte y es inconfundible, combinación de astucia y método de trabajo al servicio del “éxito”. Toda una definición “del hoy”.

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