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Leé un capítulo aquí de "El pequeño libro de las santas feministas"

El libro recientemente lanzado al mercado por la editorial Grijalbo, puede empezar a leerse desde aquí.

viernes, 28 de junio de 2019 · 10:44 hs

INTRODUCCIÓN

No puedo recordar ninguna época de mi niñez en la que no fuera también una niña, ninguna época en la que fuera una persona antes de ser también una persona del sexo femenino. Mi madre me contó una historia sobre niños y niñas, que para mí se ha convertido en una alegoría: fue el verano antes de cumplir cuatro años, y me habían inscrito en un preescolar llamado Años Mágicos. En una actividad recreativa en el patio, en la que participaban los padres, mi clase organizó un juego de Peter Pan. Eligieron a mi madre, con su largo cabello oscuro, como el capitán Garfio. En cuanto comenzó el juego, los niños se acercaron y la golpearon hasta donde sus cortos brazos les permitían llegar; las niñas salieron corriendo, al grito de “¡Atrápame! ¡Atrápame!”. En esos años, mi madre era una diarista diligente, así que le pedí que buscara su registro de ese día: “Las niñas quieren provocarme y que las persiga; los niños quieren pegarme, matarme y comer lo que quede de mí. ¿Cómo habíamos llegado a eso?”, se preguntó. Mi madre fue a la universidad en los años setenta; trabajaba, formaba parte de una generación de mujeres que habían luchado para derribar las barreras de los roles tradicionales de género. Insidiosos, estos roles se habían filtrado de todos modos.

Este es un libro sobre mujeres que ignoraron esos roles, gracias a Dios, porque el mundo estaría mucho peor si no lo hubieran hecho. Compuesta de cien mujeres, nuestra lista no está de ninguna manera completa. Mi editora, Caitlin McKenna, y yo comenzamos recopilando algunos puñados de nombres, los de mujeres que nos habían inspirado y estimulado. Luego hicimos pública la convocatoria. Mi amiga Jennifer Rice, de Austin, nominó a Shirley Chisholm, la primera mujer negra elegida para el Congreso de Estados Unidos —“Su insignia de campaña decía ‘Chisholm: preparada o no’ porque le importaba un bledo”— y a la 45ª gobernadora de Texas, Ann Richards, “que nombraba a mujeres para todo”. Cuando Manjit Thapp se sumó al equipo como ilustradora, presentó a candidatas como la artista japonesa Yayoi Kusama y la activista por los derechos de los homosexuales Marsha P. Johnson. Amigos y colegas de Caitlin en Random House también contribuyeron con una gran variedad de nombres. Katharine Hepburn obtuvo cinco nominaciones independientes, y Marie Curie, ocho. Cuando la lista llegó a cuatrocientas mujeres, comenzamos la desagradable tarea de acortarla. Las cien que quedaron vienen de todas partes del mundo y, en términos de tiempo, cubrimos desde la poetisa griega Safo, nacida cerca del año 630 a.C., hasta la activista pakistaní Malala Yousafzai, que nació en 1997.

Entonces, ¿por qué es este El pequeño libro de las grandes feministas. Un santoral laico, cuando las mujeres que incluye abarcan todas las religiones, o a veces ninguna en absoluto? La idea surgió del libro católico del santo de cada día, que se puede leer como fuente de inspiración diaria a lo largo del año calendario. A cada mujer del libro se le asignó su propio día festivo para que, por ejemplo, uno pueda leer sobre Josephine Baker y su falda de bananas el 3 de junio, el día de su nacimiento. El día de San Valentín, conmemoramos a Safo y su poesía del deseo. El 20 de mayo corresponde a Amelia Earhart, que ese día de 1932 comenzó su vuelo transatlántico sola. Los tradicionales libros católicos de los santos vienen con una historia complicada. Me encontré con la imagen de uno de esos libros de santos mientras leía sobre la reina Isabel I, gobernante protestante en un país que había sido católico. Cuando el deán de St. Paul’s le regaló un libro de oraciones con imágenes de santos, ella lo rechazó. “Sabe que detesto la idolatría”, le explicó. Para mí, todas las mujeres incluidas en este libro han hecho algo con sus vidas que las hace dignas ídolas. Que este sea el pequeño libro secular de las santas feministas.

Estas reseñas no están destinadas a servir como biografías breves, resúmenes de la vida de cada mujer que fácilmente pueden encontrarse en línea. En cambio, en mi investigación diaria intenté centrarme en lo colorido, en las anécdotas que podría contarle esa noche a una amiga. También empezaron a surgir conexiones entre las mujeres. Algunos vínculos eran indirectos: en la Feria Mundial de Chicago de 1893, mientras el mural feminista Mujer moderna, de Mary Cassatt, causaba revuelo dentro de la exposición, Ida B. Wells estaba afuera, haciendo un boicot porque la feria había dejado de lado a la comunidad afroamericana. A medida que pasó el tiempo, y el mundo se hizo más pequeño, hubo oportunidades de apoyo directo entre ellas. Cuando en 1972 se lanzó la revista Ms., de Gloria Steinem, con una petición titulada “Nos hemos hecho abortos”, la primera dama del tenis, Billie Jean King, estaba entre las cincuenta y tres firmantes. Cuando Ruby Bridges —que en 1960 se convirtió en la primera niña afroamericana en asistir a una escuela de Louisiana para blancos, después del fallo del caso Brown v. Consejo de Educación— se reunió, treinta y seis años después, con su maestra de primer grado, fue en un programa de entrevistas conducido por la reina de los medios de comunicación, Oprah Winfrey. Tuve la sensación de hallarme ante una gran sororidad.

Hay otra nota en el diario de mi madre, escrita un mes antes: era un día de febrero inusualmente caluroso, y estábamos en el patio de la escuela, jugando a Peter Pan también entonces. “Yo era el capitán Garfio”, escribió mi madre. “Julia era Michael y John; Gabriella, la cocodrilo; Lindsay era Wendy, y Antonia, la más pequeña, que conocimos en ese momento, era Pan”. Lo llamativo de esta nota, además de la meticulosa lista del reparto, es que ese día no había niños en el grupo, y entonces, como el agua, las niñas llenamos el nuevo espacio que nos habían dado. Las mujeres de estas páginas hicieron y llenaron sus propios espacios —muchas veces, grandes espacios— con frecuencia cuando no se los habían dado.

ARTEMISIA GENTILESCHI

SANTA PROTECTORA DE LAS ARTISTAS

NACIDA EN 1593 EN ITALIA

Día festivo: 1 de enero

El juez les ordenó usar empulgueras para asegurarse de que la víctima dijera la verdad. Se presentaron exámenes ginecológicos ante el tribunal a fin de confirmar que, tal como ella había expuesto, le habían quitado la virginidad. El juicio continuó durante ocho meses y, en ese período, Artemisia jamás vaciló en su testimonio: Agostino Tassi, el pintor que el padre de la joven había contratado para que fuera su tutor, había abusado sexualmente de ella. Al final, Tassi, que ya tenía otras acusaciones previas por violación, recibió una condena de un año que nunca le hicieron cumplir; a Artemisia la casaron por arreglo de manera rápida y tranquila, y la enviaron a Florencia, donde comenzó la verdadera obra de su vida. No sabía leer ni escribir, pero sí pintar. Y efectivamente pintó: mujeres poderosas, mujeres que buscaban venganza. Su obra más famosa, Judit decapitando a Holofernes, representa la historia de Judit, la viuda del Antiguo Testamento que decapita al general Holofernes de una manera muy violenta. Pero Artemisia usó su propio rostro para el personaje de Judit y, para el rostro de Holofernes, el de Agostino Tassi. Gracias a esta obra hoy se recuerda a Tassi como el hombre que debía ser su tutor pero que, en cambio, se convirtió en su sometido.

MICHELLE OBAMA

SANTA PROTECTORA DE LAS MUJERES

NACIDA EN 1964 EN ESTADOS UNIDOS

Día festivo: 17 de enero

Nunca tendremos una democracia si no tenemos familias democráticas y una sociedad que prescinda de las categorías inventadas de raza y género. Michelle Obama quizá haya cambiado la historia de la manera más poderosa que existe: a través del ejemplo.

—GLORIA STEINEM

Michelle asistió a una escuela de enfoque especializado que quedaba a una hora y media de su casa, fue parte del cuadro de honor de cada año y se graduó con el segundo mejor promedio. Aún recuerda al consejero de la universidad, que le dijo: “No estoy seguro de que Princeton sea para ti”. Le advirtieron que apuntaba más alto de lo que podía, que las escuelas a las que aplicaba eran “demasiado” para ella. “Luego logré llegar; miré a mi alrededor y pensé: ‘Soy tan inteligente como todas estas personas’”, recuerda. Al parecer, era más inteligente. Se graduó con honores y después asistió a la Escuela de Derecho de Harvard. Cuando conoció a quien sería su esposo, en el estudio jurídico donde ambos trabajaban, ella era su mentora; veinte años más tarde, él juraría como presidente. “Toda primera dama tiene el derecho de definir su rol”, ha señalado la señora Obama. “No existe ninguna autoridad legislativa; a una no la votó nadie. Y ese es un hermoso regalo de libertad”. Michelle Obama utilizó su libertad para apoyar a las familias de militares, combatir la obesidad infantil (una temática que, a pesar de que las tasas se habían triplicado durante los veinte años previos a la presidencia de su esposo, sabía que “sería despreciada como una especie de toque de sacrificio en el béisbol”), y mejorar la educación de todo Estados Unidos, en particular de las niñas más carenciadas. “Los niños nos están observando —ha señalado—. Son influenciados por las personas que admiran, y eso nos hace querer vivir bien, hacer el bien y ser justos. Cada día. Así, jamás decepcionaremos a esos niños y ellos tendrán a qué aferrarse; así, sabrán que, como digo todo el tiempo, yo puedo hacerlo. Tú puedes hacerlo”.

KANNO SUGAKO

SANTA PROTECTORA DE LAS RADICALES

NACIDA EN 1881 EN JAPÓN

Día festivo: 24 de enero

¡Arriba, mujeres! ¡Despiértense! Así como en la lucha de los trabajadores que se organizan en contra de los capitalistas para quebrar el sistema de clases, no alcanzaremos fácilmente la libertad y la igualdad con los hombres que exigimos solo porque así lo deseemos; no las alcanzaremos a menos que nos hagamos escuchar y se derrame sangre.

—KANNO SUGAKO

Primero, usó sus propias palabras. Kanno Sugako —“Suga” para los amigos—, hija de un minero y nacida en Osaka, dirigió el periódico local luego de que fuera arrestado el editor anterior. “Las mujeres en Japón viven en situación de esclavitud”, escribió. “Siempre se nos ha considerado una forma de propiedad material”. Cuando el gobierno intentó cerrar ese periódico, Suga fundó otros. En 1908, participó en un mitin socialista-anarquista y vio cómo encarcelaban a sus líderes. La protesta había sido pacífica; la policía golpeó a sus amigos. Fue entonces que Suga sintió la necesidad de “un acto de violencia que sacuda al país entero y haga temblar sus bases simbólicas”. Cuando, en 1910, se descubrió la conspiración para asesinar al emperador Meiji, se llevó a juicio a veintiséis anarquistas; Suga era la única mujer entre ellos. “Moriré sin lloriquear. Este es mi destino”, dijo en la declaración final ante el tribunal. “Moriré como una de las víctimas sacrificiales. No me arrepiento de nada”. En el diario íntimo que llevaba antes de su ejecución en la horca, queda claro que nunca perdió ese espíritu: “Si pudiese regresar como un fantasma, habría tantas personas a las que me gustaría aterrorizar, comenzando por el juez de la Cámara de Casación. Sería maravilloso atemorizarlos por completo y humillarlos”.

VIRGINIA WOOLF

SANTA PROTECTORA DE LAS ESCRITORAS

NACIDA EN 1882 EN INGLATERRA

Día festivo: 25 de enero

Una fría mañana de octubre en “Oxbridge”, una mujer atraviesa el césped. Está entusiasmada con una idea y sumergida en sus pensamientos. Un hombre la detiene: solo los estudiantes de la universidad pueden caminar sobre el césped; las mujeres deben usar el camino de grava. La mujer obedece y el hombre se aleja. Es solo un instante, pero la joven ha perdido el hilo de su pensamiento. Se dirige a la biblioteca del campus con la intención de ver un manuscrito de Thackeray. Sin embargo, cuando abre la puerta de la biblioteca, se encuentra con otro hombre: no se admiten mujeres sin acompañante. Fue esta serie de negativas la que inspiraría y daría comienzo a Un cuarto propio, el movilizador texto feminista que abordó dos “problemáticas sin resolver”: las mujeres y la ficción. Virginia Woolf, dueña y administradora de la editorial Hogarth Press junto a su esposo, Leonard, sabía que tenía un privilegio único al ser una mujer con libertad artística. “Soy la única mujer de Inglaterra que es libre de escribir lo que quiere”, señaló. La batalla más dura para Woolf ... Buscá más anticipos de libros haciendo clic aquí.