Salud mental

Matarse o dejarse morir

La “presión social” y el pseudo éxito, algunos factores que incitan a tomar la peor de las decisiones.

domingo, 13 de octubre de 2019 · 12:34 hs

La Organización Mundial de la Salud conmemoró el 10 de Octubre el día de la Salud Mental y este año focaliza su mirada en la Prevención del Suicidio.

El Suicidio (homicidio donde víctima y victimario se conjugan en la misma persona) implica un acto esencialmente humano, que atraviesa las diferentes culturas y regiones del planeta.

Históricamente presente, el acto deliberado de quitarse la vida (Definición de Suicidio para la Organización Mundial de la Salud) y las conductas suicidas (todo aquel funcionamiento que consciente o inconscientemente pueda significar un daño a sí mismo por parte de la propia persona) han visto incrementadas su prevalencia a nivel mundial, principalmente en la adolescencia (en la Argentina el Suicidio Adolescente se ha triplicado en las últimas tres décadas).

La misma Organización Mundial de la Salud estima que más de 800 mil personas se suicidan cada año (es decir una muerte cada 40 segundos), como así también que el Suicidio resulta la segunda causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años de edad y que el 75% de los suicidios se producen en países de ingresos bajos y medianos. Lo que la evidencia nos dice en estadísticas, los profesionales que trabajamos en Salud Mental lo corroboramos con la experiencia diaria en la asistencia de personas que sufren diferentes problemáticas donde frecuentemente se hace evidente la ideación de auto eliminación.

Como reflejan los datos duros, se ha transformado en cotidiana y creciente la consulta de adolescentes que “fantasean”, piensan y planifican su propia muerte o bien que explícitamente no lo manifiestan pero lo muestran a partir de un actuar de riesgo para su propia integridad, transmitiendo de esa forma la real concepción que perciben las personas con este tipo de sufrimiento en relación a su cuerpo y a la vida.

No puede entenderse, desde las Neurociencias, al Suicidio como una enfermedad, de hecho no siempre estará determinado por una Patología que se encuentre en la base como podría ser la Depresión, Trastorno Bipolar o la Psicosis. En tal sentido, existen otros factores asociados con la génesis de esta ideación y que, a su vez, se apartan de lo meramente biológico siendo también fenómenos claves en que se constituya el proceso suicida.

Así observaremos que los aspectos que hacen a las características de personalidad del sujeto, los componentes sociales, culturales y de su entorno, adquieren clara preponderancia al momento de explicar lo sucedido. En una sociedad que tiende tanto al individualismo como al “pseudo” éxito (aquello que la “presión social” espera sin reparar en el logro cierto de la felicidad del sujeto) y que está expuesta al detrimento de las redes de contención que cuidan a la persona (familia, afectos, creencias, estado, etc), será esperable la existencia de mayores índices de suicidalidad y de enfermedades como las anteriormente citadas.

En tal contexto, y nutriéndose simbióticamente todos ellos, es indispensable no olvidarse del efecto “droga”. El consumo de sustancias con potencial adictivo ha crecido notoriamente en nuestro país en los últimos veinte años, disminuyendo la edad de inicio a los 10 u 11 años (no respeta nivel social ni económico). Al momento actual, las Neurociencias prueban que su peligrosidad no surge únicamente por el riesgo de generar una Adicción (enfermedad) sino también que el consumo de drogas antes de los 20 a 25 años (cuando finalizaría su crecimiento el Sistema Nervioso Central) genera un impacto negativo en el desarrollo de habilidades que hacen a la toma de decisiones, resolución de problemas, organización y planificación de los diferentes aspectos de su vida que podrán condicionarlo en el logro de sus proyectos (las investigaciones realizadas y la práctica diaria así lo demuestran).

La Organización Mundial de la Salud conmemora el 10 de Octubre el día de la Salud Mental. Teniendo en cuenta lo dicho, no sorprende en absoluto, que este año focalice su mirada en la Prevención del Suicidio. Suicidio y Salud Mental (estado que evidencia el bienestar del funcionamiento psíquico de la persona, permitiéndole un manejo adecuado de sus capacidades emocionales y sociales para desempeñarse exitosamente en los distintos campos de su cotidianeidad) resultan conceptos contrapuestos, inversamente proporcionales, pero vinculados. Si lo que buscamos es disminuir las tasas de Suicidio y de Enfermedades Psiquiátricas (incluidas las adicciones) deberán centrarse los esfuerzos en concientizar que solo el trabajo mancomunado de estado (salud pública como “política de estado”), familia y sociedad podrá revertir la preocupante tendencia actual. No es inmediato. No es ya. Los cambios estructurales llevan tiempo pero valen la pena…tener mejor calidad de vida vale la pena.