Salud

Los esfuerzos por cumplir con lo que esperan de nosotros

“Es lo que debe ser” o ¿es lo que debe ser? Pareciera ser que, desde que nacemos, tenemos que cumplir con expectativas. ¿Afecta esto nuestra anatomía cerebral? Dale, acompañame que te cuento

viernes, 23 de agosto de 2019 · 09:55 hs

Cuentan los historiadores que la Capacocha era una ceremonia anual en la que los incas hacían ofrendas a sus dioses: “la mayor ofrenda que se podía hacer era un niño…en Los Andes hay un volcán tras otro. Los incas vivían con miedo, tenían que estar bien con sus cerros que estaban vivos, que eran sus ancestros que los controlaban”.

Tarde maravillosa de sábado, corríamos con mi sobrina por la montaña, mientras, hablábamos de los cursos que había que hacer, las tareas por sacar de la lista de deberes, hasta que, como si la grandeza de los cerros nos diera una cachetada, Lucía dijo: “estoy harta de los “tenés que”, ¿sabés? quiero hacer lo que tenga ganas”.

Qué clara visión. Y qué macabra a la vez. Se me vino a la mente los sacrificios de los incas, y, pensé en cuántas veces nos sacrificamos en nombre de “alguien” que nos controla. Hace ya tiempo que vengo trabajando en una investigación y les pregunto a mis pacientes: “¿qué te divierte?”, les confieso que la gran mayoría no sabe qué responder. Inquietante. Preocupante. Deshumanizante.

Mi teoría es que estamos tan preocupados por cumplir con expectativas que nos olvidamos de nuestro motor interno, de aquello que nos mueve, de nuestro deseo personal. ¿Pequeño tema, no?

La palabra expectativa proviene del latín exspectatum, que significa mirado o visto. Y alude a las suposiciones sobre lo que creemos que deberíamos ser, o de lo que creemos que los demás esperan de nosotros para agradar y quedar bien. Estos pensamientos van formándose a partir de la educación que recibimos, primero en nuestro seno familiar, luego en la adaptación a la cultura y sociedad.

¿Y cómo pasa esto? Nuestra memoria episódica, que es la encargada de almacenar los recuerdos de nuestra vida, guarda frases como: “Dejá de hacer eso, mirá cómo te mira esa señora”; “el policía te está mirando, dejá de llorar”; “¿qué van a pensar de vos si te ven…?”, larga lista de etcéteras que, calculo, muchos estarán buscando en su propio cajón de recuerdos.

Así, se va armando una estructura arquitectónica en nuestro cerebro que sustenta las creencias (irracionales) de que SIEMPRE hay alguien evaluando nuestras acciones. Y si ese alguien nos evalúa negativamente, SONAMOS, le sigue el castigo, la culpa, la segregación y cualquier otra consecuencia nefasta que ande dando vueltas.

Paralelamente, la otra cara de lo que NO debemos hacer son las expectativas que empezamos a crear acerca de lo que SI debemos, o, de lo que creemos tenemos que hacer en función de aquello que los demás esperan.

Este sistema de expectativas va conformando nuestra particular manera de percibir la realidad y nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Así, entonces, me recibo y TENGO que empezar a trabajar, o hacer una maestría. TENGO que sonreír aunque por dentro me esté muriendo de dolor, y una vasta lista de etcéteras.

Roberto Malinow, un neurobiólogo argentino radicado en California, estudió una estructura de nuestro cerebro llamada habénula lateral. Descubrió que esta zona se activa ante castigos o ante pérdida de recompensas esperadas. Así, observó que si una expectativa es frustrada por algún motivo, esta zona se activa, promoviendo la disposición de ciertos neurotransmisores que inhiben la conducta. Constituye lo que, él y su equipo denominaron “circuito del desengaño”.

Esto significa que nuestro cerebro va modificando su estructura de acuerdo a nuestras expectativas y a la posibilidad de satisfacerlas o no.

El punto álgido del tema es el grado de expectativas, y si son adaptables a la realidad o no. Porque si son demasiado elevadas, intransigentes e inflexibles, la frustración no tarda en llegar y, si ésta persiste, hacia la depresión hay un paso.

Los invito a hacerse estas preguntas: ¿estoy haciendo lo que realmente me gusta?; ¿Estoy tomando las decisiones que quiero?

Esto puede ayudar a liberarnos de ciertas creencias acerca de lo que deberíamos estar haciendo para satisfacer a los demás y, cual efecto boomerang, sentirnos así aceptados.

Afortunadamente para nosotros, el cerebro es un órgano plástico, esto garantiza que las estructuras ya establecidas puedan ir modificándose ante nuevos aprendizajes. Así, el empezar a aceptar antes que el esperar podrá garantizar que nos frustremos menos.

“…prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte…Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tenés algo que perder…no hay razón para no seguir a tu corazón”. Steve Jobs

Lic. Cecilia Ortiz / neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com