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'Flecha” García: Aquel querido cura, este feliz padre de familia

Muchos mendocinos recuerdan a Carlos “El Flecha” García por su trabajo social al frente de Cáritas, como fiel discípulo de la impronta del aquel cura, santo padre, Jorge Contreras. Luego de décadas de sacerdocio, la vida llevó al Flecha por otros rumbos. Hoy está casado, tiene hermosas mujer e hija y vive en Montevideo, Uruguay. 

miércoles, 18 de septiembre de 2019 · 09:46 hs

Nació en Miramar, Buenos Aires. Sus padres -humildes y devotos- se conocieron fortuitamente, en un baile, junto al mar: Emilio García -mendocino- llegó hasta allí en una Puma 98 buscando laburo de plomero y gasista y ella, Blancanieves Miguelez -entrerriana- trabajaba de empleada “cama adentro” para una familia bonaerense. Se conocieron, se quisieron, se casaron, tuvieron hijos y la yugaron de lo lindo, hasta que decidieron irse a vivir a San Martín, Mendoza. Carlitos, entonces, tenía 13 años.

Eran esos padres creyentes, de esos que iban a misa a las iglesias y todo. Y vivían de acuerdo a los preceptos del catolicismo. Dice el ex cura: “A mi hermano César, dos años mayor que yo, y a mí nos surgió en la adolescencia la idea de ser curas. El no llegó a recibirse y yo sí. Y durante toda esa etapa conocí curas muy comprometidos con lo social, que marcaron mi camino, en particular, por supuesto, el cura Jorge Contreras. El objetivo nuestro siempre estuvo puesto en ayudar a las personas, ayudar a nuestros hermanos, siguiendo yo siempre el ejemplo del Jorge”.

El Flecha y su viejo hogar, una iglesia.

El primer destino del curita fue Lavalle, donde se había caído la iglesia tras el terremoto de enero de 1985. “Enfrentamos muchas necesidades de la gente y, a la vez, empezamos a trabajar para levantar una nueva iglesia y para que las cooperativas sociales -con gente muy capaz en ellas- construyeran más viviendas para los lavallinos. A su vez, también empieza a cambiar Cáritas, que sólo hacía asistencialismo, y se empieza a hablar de promoción, educación e integración humana, con un perfil más técnico. Entonces, me nombran responsable de Cáritas y encaramos un trabajo muy interesante”, recuerda el Flecha.

La tremenda crisis económica del 2002 encontró a Cáritas como centro de recepción de ayudas, gracias al prestigio social que había ganado. “Empezamos a manejar muchos fondos, lo que permitió generar muchos comedores y combatir, dentro de lo que pudimos, un poco la pobreza reinante. Después, con el tiempo, fuimos cerrando esos comedores y apostando por la capacitación de mucha gente, que hasta hoy se sostiene en sus emprendimientos”, asegura.

El Flecha no ha perdido su sonrisa.

Tras 10 años en Cáritas, el Flecha pasó a trabajar en la Pastoral Social “ allí, pudimos mediar en conflictos laborales, tomas de fábricas, la restitución de las tierras a los huarpes y también apoyamos al cura Roberto Juárez, capellán de las cárceles”.

- A la vez, nunca dejé de tener una parroquia a cargo y hacer las tareas de los curas: casar, confesar, bautizar, dar misas y trabajar con grupos de jóvenes en distintos lugares. Son todos recuerdos muy lindos.

Sin embargo, el mundo fue cambiando, también para él. Sus padres murieron y también murieron varios de los curas que marcaron sus días, entre ellos, el santo padre Jorge Contreras, aquel inolvidable 24 de agosto, de 2008.

- La muerte del padre Jorge me dejó una tristeza profunda y una soledad dentro de la iglesia que no esperaba. Los curas tienen una experiencia de familia distinta al resto de la gente y esa pérdida, como cura que era, me afectó mucho. Y vinieron planteos personales y afectivos muy fuertes y, bueno, decido salirme de la iglesia, pedir un año para pensarlo. Finalmente, pedí la salida definitiva del ministerio y emprendí nuevos caminos.

El hombre y la mujer, Carlos, con Virginia Cornalino.

El muchacho, que había nacido en un pueblo con mar, deja surgir la posibilidad de irse de Mendoza a vivir a Montevideo, porque le pareció, que lo es, una bella ciudad. El destino le traería aparejado que, fortuitamente, como sus padres, él conociera a Virginia y se enamoraran y formaran una familia.

Fue en un curso, al que asistió como asesor del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de Mendoza -durante la gestión de Celso Jaque-, para el que trabajó un tiempo, en la vinculación de la provincia con la capital uruguaya. El evento era coordinado por Virginia y charla va, charla viene, una valija perdida, algún cruce malhumorado que delató una evidente tensión sexual y, bueno, ya imaginan, pintó onda.

- En ese encuentro nos fuimos encontrando.

Luego vendrían chats de Facebook y algunos viajes del Flecha a Montevideo sólo para verla y el amor creció. Y se fueron a vivir juntos y construyeron un hogar con sus manos y tuvieron una hermosa niña llamada Eluney, nombre que en mapuche significa “regalo del cielo”.

El Flecha junto a la preciosa Eluney.

Y, después, recién después, se casaron por la Iglesia Católica Apostólica Romana, cuando, desde el Vaticano, le llegó la correspondiente y ansiada dispensa canónica, que permitió a la pareja contraer nupcias ante su credo y su Dios.

Todo este derrotero quedó, además, publicado en un libro en el que el Flecha cuenta sus avatares de vida, llamado “El fin del afán”.

Virginia Cornalino, su mujer, es directora de un del centro cultural “Parque Artigas”, que tiene un anfiteatro y un auditorio, y genera muchísimas actividades culturales y el Flecha trabaja en el ámbito de lo social, en dos ongs, con programas generados desde el gobierno uruguayo y milita en el Frente Amplio, la organización política de izquierda y progresista, que manda en Uruguay. Además, hace y vende artesanías, sobre todo, en madera. 

Y, además, le consta a este escriba, tienen un maravilloso grupo de amigos uruguayos, entre los que mencionaremos a Lely, Hebert, Cristina, Nando, Adriana, Guille, Alicia, Lito, Rossana y Pepo, con los que nunca faltan los asados, las guitarras carnavaleras, los vinos -malbec de acá y tanat de allá-, los atardeceres con mates en Playa Hermosa y los préstamos en efectivo, llegado el caso.

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- Nunca me alejé de mi trabajo en lo social; esta ha sido una marca de mi vida. Y, bueno, aquí estamos, en Montevideo, y en familia. Eluney ya tiene siete años y en verdad somos muy felices.

Por supuesto, para El Flecha, tanto Virginia como Eluney son la mismísima encarnación del Dios al que jamás ha dejado de amar y jamás ha traicionado; ese que ahora, más que nunca y como siempre, camina a su lado por el borde de los días.

Ulises Naranjo.

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