Los desafíos de Javier Milei tras un complicado 2023 en materia de pobreza
Con altos índices de pobreza y políticas de ajuste entre las primeras medidas del nuevo Gobierno, el principal desafío está en lograr balancear la macroeconomía con la vida cotidiana de los argentinos
En 2023, uno de los indicadores más trágicos que marcó la agenda fue la pobreza de los argentinos, principalmente la de los niños. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), presentado en septiembre, el 40,1% de los habitantes del país estaban bajo la línea de pobreza en el primer semestre. Los datos presentados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) para el tercer trimestre marcaron que la pobreza alcanzaba al 44,7% de la población.
Con este panorama por delante, el Gobierno enfrenta la difícil tarea de corregir los índices macroeconómicos sin perjudicar sobremanera a las clases más postergadas. Las primeras medidas económicas del ministro Luis Caputo generaron una pérdida del valor del salario que, acompañada de una inflación que parece imparable, se conjugó para generar una caída del poder adquisitivo. Esto fue, en parte, motivador para el decretazo de Javier Milei, facilitando aspectos macroeconómicos que, de salir según la Casa Rosada espera, termine alcanzando a los trabajadores.
Según el Gobierno nacional, las medidas empezaron a surtir efecto, pero el camino se allanaría para los primeros meses de 2024, acompañado de un derrame que finalmente alcance a la vida diaria de los argentinos y no se ciña solo a los índices empresariales, el mercado de valores y el valor del dólar expresado en un zócalo televisivo. Ahora, vale preguntarse qué pasará en el medio con todos los que ya sufren la profunda crisis económica, cuántos serán alcanzados por la pobreza hasta la llegada de ese bendito derrame y cuánto tardará en recuperarse todo el terreno perdido.
Mauricio Macri, a la hora de alcanzar la presidencia en 2015, prometió "pobreza cero" reiteradas veces, llegando a ser una de sus frases más recordadas en el debate presidencial: “Tenemos como objetivo lograr una Argentina con pobreza cero”. Tristemente, el objetivo estuvo lejos de cumplirse, a pesar de lograr un piso del 24,9% en 2017 según el Indec, terminó su gestión con un 33% de pobres.
La situación, lejos de mejorar, se agravó producto de la pandemia en 2020, ya bajo el mandato de Alberto Fernández, llegando al 38,8% para fin de ese año. La recuperación para 2021 llegó con la reactivación económica, pero nunca alcanzó niveles tan bajos como la gestión de Mauricio Macri, terminando por volverse críticos durante el último año de la presidencia de Fernández, con un ministro de Economía, Sergio Massa, que poco aportó a la recuperación del salario.
Ahora, llegó el tiempo de las reformas profundas impulsadas por el Gobierno de Javier Milei, pero el ajuste no parece acompañar de manera inmediata a los que sufren la pobreza. La solución primaria que plantearon fue un aumento del 100% de la Asignación Universal por Hijo y del 50% para la Tarjeta Alimentar, pero esto no soluciona la pobreza estructural de quienes perciben subsidios directos del Estado.
Los subsidios no son solo una ayuda económica, sino que también reconocen la condición de pobreza de los beneficiarios, por lo que continuar con los aumentos de estos valores no es más que reconocer un aumento en las necesidades. Según la UCA, ya para 2022, la pobreza alcanzaría al 50% de los argentinos si desaparecieran los subsidios, situación que se mantiene en la actualidad, aunque no está cuantificada la cantidad de personas que no alcanzarían la Canasta Básica Total sin la asistencia estatal.
El futuro de la pobreza tras los índices trágicos de 2023
Aunque desde la Secretaría de Niñez y Familia del Ministerio de Capital Humano no pueden brindar información certera con respecto a los plazos ni caminos a seguir en cuanto a la intrincada agenda de pobreza. Cabe aclarar que este tema es una de las principales urgencias para la sociedad argentina, con un 56,2% de menores de 14 años bajo la línea de pobreza. Esta crisis es aún más profunda si se tiene en cuenta la cuestión estructural y cómo esta afectará a futuro.
Para lidiar con la pobreza estructural, el Estado deberá abordar distintas problemáticas desde lo referente a la infraestructura, la educación y el acceso a la salud. Según el Censo 2022, de toda la población mayor a 25 años, con una estructura de educación pública de acceso gratuito, el 49,3% de los varones no cuentan con un título secundario, mientras que en las mujeres son un 41,2% los que no terminan los estudios medios.
En cuanto al acceso a la salud, el sistema está claramente desbordado, ya que no tiene la capacidad de satisfacer la enorme cantidad de personas que dependen de él. En este rubro existen tres "subsistemas": las obras sociales, programas de salud estatal y el público. El primero de ellos atiende al 60,9% de la población, mientras que el sistema público responde al 35,8% del país. En los programas estatales reciben asistencia solo el 3,3%, lo que en números reales son 1.514.231 personas.
La situación de calle es otro gran problema que enfrenta este Gobierno, con una creciente de personas que solo pueden vivir de la calle. Si solo se basa en el Censo 2022 para hacer una lectura, 5.705 personas viven en situación de calle en todo el país, con un 48,1% de ellos viviendo en un refugio o parador y un 51,9% que pasan sus noches en la vía pública. Si se es más riguroso a la hora de la lectura del concepto "situación de calle", este número aumenta. No solo aquellos que no tienen hogar están situación de calle, sino todos los que, en la informalidad que alimenta la pobreza estructural, se ven obligados a salir a la calle para ganarse el pan, entiéndase esto como la situación de los que venden pañuelos, limpian vidrios, piden monedas y demás formas de subsistencia.
Con todo este gran frente y un ajuste histórico en distintos niveles de la economía, el Gobierno deberá intentar ponerle un freno a la inflación lo antes posible, sin caer en la tan temida hiperinflación. Al mismo tiempo, aunque no siga la idea del Estado de Bienestar de "poner plata en los bolsillos", el Gobierno deberá conseguir que el poder adquisitivo de los argentinos no siga cayendo y empiece a ver en su vida diaria las promesas de las reformas.

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