Postales mendocinas

Adiós, rockstar: una canción de despedida para el gran Marciano Cantero

Ha muerto el primer y quizás el único rockstar mendocino, algo de lo que nunca presumió. Su camino se pareció mucho al de todos aquellos que estamos o estuvimos cercanos a su edad. Deja un legado y un ejemplo de talento y de constancia.

Ulises Naranjo
Ulises Naranjo viernes, 9 de septiembre de 2022 · 10:00 hs
Adiós, rockstar: una canción de despedida para el gran Marciano Cantero
Adiós, Marciano Cantero. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Los años ’80 nos encontraron llenos de ingenuidad: creíamos en Dios, en el amor, en los políticos democráticos, en el futuro, en las utopías, hasta en las iglesias creíamos. Teníamos todo por hacer y éramos cándidos y tersos, llenos de optimismo, luego de atravesar una dictadura militar repleta de cabrones que, además de asesinos, eran ladrones de bebés, de electrodomésticos y de fincas y, como si fuera poco, además nos prohibían escuchar nuestras canciones.

Cuando se fueron, algo nos faltaba en los ’80 en Mendoza: nos faltaba una banda sonora propia, canciones de aquí que contaran lo que nos pasaba. De muchas bandas, una supo dar un paso al frente y rajar a Buenos Aires a cagarse de hambre, hasta triunfar: Los Enanitos Verdes.

Y triunfaron en toda Latinoamérica cantando las cosas que nos pasaban, acá, en la Cuarta Sección o San José o en Palmira o en Alvear. De todas, creo que “Aún sigo cantando” asumió la categoría de himno por naturaleza, porque hablaba de apostar por los sueños y repetía un verso del mejor disco de la historia del rock argentino, “Artaud” y además era una historia de amor y un tema de fogón, eso era suficiente para nosotros. 

"Tenés que hacer lo que el corazón diga", escribió y así lo vivió. 

No fui amigo del Marciano Cantero, aunque Facebook nos tachara de esa manera; sí compartí encuentros con el Felipe Staiti, su co-equiper, una gran persona, como su socio.  No se dio con el Marciano, pero, ahora que se ha ido, voy a aprovechar para decir de él lo que no le dije en la cara: gracias, capo.

Especialmente, gracias por darnos una banda sonora con raíces mendocinas y frutos universales, canciones que seguiremos cantando para recordar quiénes somos.

Perdón también le hubiera dicho, porque creo que a los Enanos les costó mucho, muchísimo ser profetas en su tierra, aun siendo ídolos en todo el continente, les costaba llenar siempre llenar un estadio acá. Debieron pasar décadas para ser queridos con sinceridad por el público mendocino. Así somos.

Los Enanos eran –y son– pibes como nosotros y, como ejercitamos a veces una intrínseca falta de confianza, más de una vez, en voz baja, nos preguntábamos cómo Los Enanitos Verdes iban a ser grandes artistas, si vivían a la vuelta de nuestras casas, iban a los mismos bares y hasta integraban grupos católicos para tocar la guitarrita en las misas y, bueno, además, eran hinchas de equipos como Argentino de San José. No podía ser, pero fue.

Ellos no se detuvieron a analizar los códigos de la 'mendocinidad'. Siguieron, no pararon nunca. Año tras año, nosotros fuimos leyendo sobre lo bien que les iba y aprendimos sus canciones en la guitarra y los vimos en vivo para cantar con ellos y, lentamente, empezamos a sacarnos el sombrero ante la tremenda carrera que desarrollaron. Finalmente, los asumimos como nuestros, cuando ellos ya eran del mundo.

Ahora, tal vez en lo mejor de su vida, el Marciano, demasiado pronto, se ha ido. El primer y quizás único rockstar mendocino ha partido de pronto, dejando una huella imperecedera: su paso no fue en vano. Nos enseñó que se puede brillar, sin perder la humildad.

Gracias por las canciones, amor con amor se paga, cumpa, buen viaje.

Ulises Naranjo.

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