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Potrerillos: el lento camino para renacer de las cenizas

Luego del Zonda destructivo que afectó a las villas cordilleranas, los vecinos buscan recuperarse. Cómo se inició y cómo la pasan ahora, sin luz y con poca ayuda. 

"El viento empezó a soplar en la tarde del sábado. Pensamos que era el mismo de siempre que se registra en esta época porque además no hubo alerta extraordinaria de ningún organismo oficial. Sin embargo, jamás imaginamos lo que pasaría tres horas después: quedamos atrapados, rodeados de llamas, un infierno total; volaban chapas de techos, caían árboles y postes con cables de luz sumando peligrosos chispazos. En eso, las familias que viven en los cerros más altos comenzaron a autoevacuarse con niños llorando en brazos, haciéndole frente a la furia del fuego y del viento; por supuesto esa gente perdió todo. Mi hijo y sus amigos fueron puerta a puerta, alertando y despertando a los vecinos porque a muchos el desastre los encontró durmiendo. Fuimos saliendo del Valle como pudimos. Como siempre, la prevención y asistencia del Estado llegó... Pero tarde, muy tarde".

Quien habla es Rosa Fernández, residente de hace muchos años de Valle del Sol (Potrerillos, Luján de Cuyo) y referente de esa comunidad por su carisma y su predisposición natural al servicio comunitario. Además, maneja junto a su marido, Daniel, uno de los autoservicios quizá más tradicionales e históricos de esta partecita de la montaña mendocina, El Lagarto.

La cruda realidad que viven los lugareños.

"Las ráfagas eran tan pero tan fuertes, de entre 100 a 150 kilómetros por hora, que nos llevó tiempo advertir que nuestro lugar estaba ardiendo. Todo crujía, se sentía gente correr con desesperación, escapando de las llamas que siguieron devorándose las casas que están, estaban -se autocorrige Rosa-, en los cerros. En cuestión de milésimas de segundos, el fuego rodeó nuestra casa y negocio", recordó "la Rosi", como le dicen sus afectos y vecinos.

Contó, además, que el viento era tan intenso que se arremolinaba y soplaba en dirección hacia los cuatro puntos cardinales y que no les permitía llegar a los vehículos para autoevacuarse. "Queríamos escapar de las lenguas de fuego que iban y venían pero por la fuerza del viento no podíamos avanzar, hasta los autos se corrían solos. Una pesadilla absoluta", describió Rosita.

Las llamas comenzaron en la zona baja. El camping municipal estaba cerrado (como ocurre en fechas de concurrencia masiva como fue el día del amigo). Pero quienes trabajan allí notaron un resplandor que se notaba hacia abajo de esas instalaciones. "El fuego se expandía con mucha rapidez", explicaron. 

Campos y casas incendiadas.

No obstante, el instinto de supervivencia pudo más y muchas familias, como la de Rosi, lograron dejar sus casas y sus pertenencias; pero claro, no sin lágrimas, no sin miedo, no sin ese dolor de verse obligado -por esa cosa absurda que tiene la vida de tanto en tanto- a tener que dejar el lugar de uno y salir a buscar otro norte.

"Si no hubiese sido por la polenta y el trabajo que hizo la propia comunidad, porque Defensa Civil: muchas gracias; hoy estaríamos hechos cenizas todos", cerró contundente "Rosi".

Así dejó en claro que desde hace años el Estado continúa trabajando en las zonas centrales ("Hoy esquivamos obras, antes esquivábamos pozos", repiten desde el Gobierno), olvidando los lugares periféricos que, de por sí, ya estan ubicados en suelos y cielos hostiles.

En el mismo sentido, una pareja que perdió todo el techo de su casa, y que prefirió no revelar su identidad, señaló: "Vivimos aislados de todo. Acá el Estado no llega nunca y menos ahora que deben estar muy ocupados haciendo campaña".

Árboles caídos

Así las cosas, justo cuando los residentes de la alta montaña mendocina pensaban repuntar sus ventas y esperaban con ansias la temporada de nieve 2019 para reactivar sus economías, el viento caliente (Zonda), el fueguito de un asado hecho en donde estaba prohibido, la ceniza de un cigarrillo mal apagado, o vaya a saber qué, hizo que el infierno llegara a las alturas.

Asimismo, y de acuerdo a los propios pobladores, todo hubiera sido menos agresivo si la mano del Estado provincial (llámese Municipalidad de Luján de Cuyo, Gobierno, Ambiente, Defensa Civil, etc) hubiera estado presente.

Los lugareños están necesitando agua, materiales de construcción, garrafas, abrigos y alimentos no perecederos. Buena parte de las donaciones se están recibiendo en proveeduria El Lagarto, ubicada en el corazón de Valle del Sol (se puede llegar por RN7 hasta empalmar con RP89).