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El exposoma, o lo que no sabés que puede enfermarte

¿Lo que nos rodea puede colaborar para que enfermemos? El nuevo tema de interés de la Ciencia. Seguí leyendo y enterate.&nbsp;<br>

Durante siglos la ciencia se ha abocado a buscar las causas de nuestras enfermedades. Para ello, los factores internos han ocupado el centro de la escena. Así, el genoma, o cómo nos configuramos individualmente desde los genes, ha sido el blanco hacia donde se han dirigido la mayor parte de investigaciones.

Entonces, se habla de predisposición genética para enfermedades neurológicas (como el Alzheimer, la esclerosis múltiple), metabólicas (diabetes, déficits de vitaminas, resistencia a la insulina), psiquiátricas (trastorno bipolar, esquizofrenia, depresión), médicas (cáncer, colon irritable), y una larga lista de etcéteras.

Y se invirtieron (e invierten) fortunas en desarrollar aparatología que provea la información más acabada acerca de cada recoveco de nuestro cuerpo.

Pero un día, allá por el año 2005, Christopher P. Wild, epidemiólogo y director de la Agencia Internacional para la investigación del cáncer de Estados Unidos, decidió ampliar la mirada. Calculo que habrá pensado algo así como “el hombre no vive aislado”, entonces se preguntó qué ocurre con aquello que nos rodea.

Y así, surgió el concepto de exposoma, para referirse a todos los factores externos que afectan nuestros niveles de salud: el medio ambiente en el que vivimos, la exposición a sustancias químicas y tóxicas, la radiación solar, el calor, el frío, el electromagnetismo, la alimentación y calidad de vida, el aire, el ruido, la actividad física, los agentes infecciosos, la educación, la economía, las áreas verdes, el estrés, la agresión oxidativa, las horas de sueño, descanso y tiempo libre, el uso y abuso de fármacos, en definitiva, todos los elementos a los que hemos estado expuestos desde el momento en el que vinimos a este mundo.

Así como cuando se planifica una casa no sólo se tiene en cuenta el material, sino también las características del terreno, la dirección en la que se mueve el sol, etc., nosotros no somos solamente material genético. Vivimos dentro de un ecosistema, y todo aquello que pertenezca a él, nos afecta. El estudio del exposoma complementa al del genoma humano.

Bill Davenhall, de la empresa de Sistemas de Información Geográfica (ESRI) de Estados Unidos, afirma que todos aquellos lugares en los que hemos estado desde el mismo momento en el que vinimos a este mundo, y todos aquellos en los que viviremos hasta que lo dejemos, determinan y determinarán de qué hemos enfermado y de qué podremos enfermar.

De hecho, en muchas clínicas internacionales, han comenzado a asentar datos acerca de lugares de residencia, zonas geográficas, hábitos, etc., en las historias clínicas.

Francisco Quintana, argentino que estudió biología en Buenos Aires y se doctoró en inmunología en Israel, trabaja en la Universidad de Harvard. Descubrió que las bacterias que están en el microbioma (conjunto de genes de un organismo) de cada persona interactúan con el cerebro posibilitando o limitando el avance de enfermedades.

De hecho, un herbicida que se usa en Argentina y Estados Unidos (prohibido en Europa), el linurón, puede facilitar el desarrollo de enfermedades inflamatorias del sistema nervioso central, como la esclerosis múltiple. Tendremos que empezar a pensar en métodos diagnósticos que abarquen el más allá de nuestra anatomía.

Marta Shumacher, profesora de Ingeniería ambiental en Roma, Italia, asegura que hoy en día tenemos aditivos para todo: elementos de limpieza, de higiene, impregnados de sustancias que atentan contra nuestra salud. Que, dicho sea de paso, y paradójicamente, cuidamos obsesivamente con miles de estudios y medicación cada vez más sofisticada.

Por ejemplo, en un estudio que se llevó a cabo en el hospital Vall d’Hebron, de Barcelona, se constató que la mayor proporción de muertes por infarto de miocardio se registró los días en que hubo mayor contaminación ambiental. El cardiólogo Jordi Bañeras, director de la investigación, asegura que las partículas que salen de los escapes de los autos están relacionadas con el riesgo de infarto en personas vulnerables. En este sentido, pone énfasis en la niñez. Un cuerpo de un metro debe lidiar con la contaminación que hace estragos en uno de un metro setenta. Para pensar.

Otro punto importante es la exposición al ruido. Según la OMS, el ruido del tráfico es el segundo factor medioambiental en Europa que perjudica la salud. Así, sugieren no exponerse a niveles de ruido que superen los 55 db durante el día y 40 por la noche. Exposiciones mayores a las aconsejadas generan, a nivel físico, disminución de la audición, aceleración del pulso, aumento de la presión arterial, irritabilidad, disminución de la atención y concentración, etc.

En fin, existe una dilatada lista de estudios que se llevan a cabo para sostener la idea de que tener en cuenta el exposoma a la hora de evaluar un paciente no es una pérdida de tiempo.

Dicen por ahí que la única certeza que tenemos es que vamos a morir algún día. Esa verdad es, por lo menos hasta ahora, difícil de combatir. Creo que nuestra libertad humana está en decidir cómo queremos llegar hasta ahí. Tomar conciencia de que no somos entidades aisladas y mirar a nuestro alrededor, podría ser el camino.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Mat.: 1296 / [email protected]