Entrá y reviví la cruda experiencia del atentado a la Amia

Se trata de una gran caja negra ubicada en la esquina de Córdoba y Uriburo, a tres cuadras de Pasteur 633, lugar en donde fue el atentado hace 19 años. La cabina de la Memoria, la construyó una empresa de efectos especiales, la Amia decidió evocar el cruento atentado que le costó la vida a 85 personas, pero fue el atentado más cruento que la Argentina vivió.
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Dentro de esta caja la gente entra, allí se proyecta un video breve y se vive casi casi, lo que las víctimas de este hecho vivieron. Un ruido impresionante, llantos de mujeres y niños que también estaban en la Amia, silencio y oscuridad, polvo y gritos. Para finalizar el video con el relato de un sobreviviente al tremendo hecho. Un mes llevó planificar esto y en una semana estuvo construída.
Entramos. Las palpitaciones que no bajan. Está todo oscuro. Un video con imágenes de archivo rememora los instantes que todos conocemos del atentado, pero que no dejan de ser impactantes: escombros, gente gritando, heridos, muertos, socorristas, escombros y más escombros. Todo acaba con una frase que hace una invitación no tan alegre: "Ahora vas a vivir lo que vivió uno de los sobrevivientes del mayor atentado terrorista en la historia del país", según publicó La Nación.
Dos escalones hacia arriba y una cortina negra separan ambos espacios. En ese momento recuerdo la instrucción que nos habían dado segundos antes: "Cuando suban la escalerita, agarrensé de la baranda". Mis latidos no cesan. Ni aunque quisiera.
Subo los escalones y lo primero que hago es tomarme de la baranda. Obvio. Después miro el piso y temo lo que vendrá. Por algo estamos unos centímetros encima de la vereda, por algo el ruido que escuché desde afuera, por algo la frase de una experiencia "sensorial".
Viajo en el tiempo. Una imagen proyectada en una pantalla gigante que está frente a mi me ubica en la tesorería de la AMIA. Es el 18 de julio de 1994 y las agujas marcan las 9.53.
Al minuto siguiente, todo se vuelve negro. El ruido ensordece y el piso se quiere despegar de las plantas de mis zapatillas. Se mueve, todo se mueve. Me aferro a la baranda. Siento humo invadir la sala. Escucho gritos de dolor, pedidos de auxilio, plegarias. La miro a Guadalupe, que no se agarró de la baranda para sostener la cámara y poder filmar. No logro entender cómo no se cayó.
¿Cuántos segundos son? ¿Tres, cuatro, quizás cinco? No más. Pero son tan intensos que te movilizan el cuerpo y harán que sientas un cosquilleo interno por mucho tiempo.
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