Crisis hídrica

Cómo impactará la sequía extendida en Mendoza

Una década de crisis hídrica potencia los problemas. Mendoza necesita generar riqueza, pero uno de los principales insumos es escaso. Por eso se necesita una salida inteligente y acordada. La tensión entre las actividades productivas.

domingo, 13 de octubre de 2019 · 12:52 hs

Las guerras del futuro serán por los recursos naturales, repiten como presagio. Bueno, en realidad no es una predicción: las guerras actuales ya lo son. Las bélicas, y las comerciales. Las disputas internacionales por los recursos naturales no renovables, como el petróleo, hacen tambalear la economía mundial. Alcanza con el bombardeo de un pozo o un buque; o con la amenaza de Estados Unidos de poner a disponibilidad sus reservas para que el precio del petróleo se mueva y genere frenesí en todo el mundo. Pero también puede ocurrir con los recursos naturales renovables que, en realidad, no lo son tanto. El agua es el principal. Un recurso renovable, pero cada vez menos disponible en cantidad y calidad. Distribuido, también, de manera desigual.

En Mendoza hablar de guerra es una hipérbole. Pero las tensiones que arrastra el uso de ese recurso crecen.

Por eso la confirmación sobre la sequía más extensa en la historia de Mendoza es un dato que preocupa en todos los ámbitos. Hay que “alimentar” la misma cantidad de bocas, con mucho menos recursos. Mendoza atravesará una década con menos agua disponible respecto a la media histórica. Durante la temporada 2019 – 2020 los ríos traerán la mitad del agua que un año “normal”, y en el sur la situación será peor. Pero el efecto arrastre impacta también sobre los acuíferos, implica un desgaste mayor de los glaciales y los diques, las obras ejecutadas por el hombre para almacenar agua, solo alcanzan para abastecer una estación.

Ese panorama pondrá de relieve nuevamente la competencia por el uso del agua; tensión que se puede transformar en uno de los principales desafíos del gobernador electo Rodolfo Suarez. Mucho más cuando ha promocionado como eje de su gestión la ampliación de la matriz productiva de Mendoza. Es decir, sumar actores para compartir los mismos recursos.

Uso del agua en Mendoza

Vergel en desierto

Decir que Mendoza le ganó al desierto es una verdad a medias. No era un desierto, sino una zona árida que con la mano del hombre logró una administración de los recursos para el aprovechamiento productivo de la poca agua disponible. Sin embargo, ese uso genera ahora el efecto contrario: la desertificación. Es el principal problema ambiental de Mendoza. Se trata de convertir las tierras productivas en desierto.

La ciencia ha logrado un diagnóstico preciso sobre lo que pasa y lo que puede pasar. Cada vez habrá menos agua disponible; cada vez nevará menos en la cordillera. Ya está ocurriendo y Mendoza no se adaptó. Las plantas potabilizadoras son casi las mismas (aunque hay que decir que sí se sumó una mejora en Benegas). El riego agrícola se hace, en su mayoría, igual que hace un siglo, cuando el agua sobraba porque la población era menos de la mitad que ahora. El cambio climático avanzó mucho más rápido que la capacidad de adaptación. La reacción política fue  más lenta que la naturaleza.

La demanda y la oferta de agua están casi en la misma línea. Es decir, en teoría no hay muchas posibilidades de ampliar la cantidad de permisos de uso de agua superficial. A ello hay que sumarle el agua subterránea, que tiene restricciones en varias zonas.

Demanda y oferta de agua en el Río Mendoza.

Hoy el 86 por ciento de los permisos de agua son para uso agrícola. El 6% para abastecimiento poblacional, un 5% para uso recreativo y, según irrigación, cerca del 0,1% para uso industrial. Las prioridades, según la ley, son el abastecimiento poblacional y luego el uso agrícola. En la gestión del agua quienes tienen más poder son los sectores dedicados a la agricultura, que comandan Irrigación con toda una estructura de gobierno interno. Las otras actividades no tienen participación directa en la democracia interna de Irrigación.

Impactos y riesgos

A lo largo del tiempo el agro es la actividad que más ha impactado en el agua por el uso intensivo. El peor diagnóstico está en la zona Este, con acuíferos altamente salinizados.

Es real que en volumen es ínfimo el uso de agua en sectores industriales, mineros y petroleros. Pero el poder de impacto de esas otras actividades sobre el agua es agudo. Es decir: son actividades que, sin control, tienen un potencial de impacto mayor. Es lo que ocurre con la actividad petrolera, por ejemplo. El mal manejo ambiental de la industria hidrocarburífera en el pasado ha generado pasivos ambientales que se sufren hoy. No por el volumen de agua, sino por las consecuencias de esa actividad. Es lo que ocurre, por citar un ejemplo, en un sector de la cuenca del Río Mendoza (en particular la subcuenca El Carrizal). Hace dos décadas se generó un foco de contaminación en la Refinería que impactó el agua subterránea y hoy YPF tiene allí su principal conflicto ambiental. Tanto que ha debe abastecer de “agua limpia” a todas la zona productiva que rodea al complejo industrial, con un proceso complejo de saneamiento de las napas, de inyección de agua y hasta de distribución de agua potable en camiones. La mala siembra del pasado, se cosecha como problema hoy. A esa empresa ya le costó 44 millones de dólares y el proceso no tiene fecha de fin.

Mendoza necesita generar riqueza; actividad económica; empleo. Pues una de las variables que entra en juego es el manejo de ese bien escaso. Por eso el uso inteligente del agua debe ser una constante en cualquier plan. Así lo marca ya, justamente, el Plan de Ordenamiento Territoriao.

Desde hace décadas los pozos de agua son un “bien de mercado” (formal o informal) y en Tribunales crecen los litigios entre las empresas y el Estado y también entre sociedades. Hace años mantienen un litigio la minera Deprominsa y Villavicencio por el conflicto de intereses en la zona donde se produce el agua mineral y hay muchos proyectos mineros. También lo tuvieron la petrolera YPF y la bodega Codorniú por la contaminación de las napas. Y siguen.

Pero no hay falta buscar los expedientes judiciales. Los problemas también abarcan la vida cotidiana. Ya hubo restricciones en el abastecimiento a las plantas potabilizadoras por parte de Irrigación por falta de pago de Aysam y Aguas de Luján. Pero además va a haber inconvenientes durante todo el verano y lo fan a sufrir, sobre todo, los habitantes del norte de Las Heras, algunas zonas de Guaymallén y los barrios que estén más alejados.

La situación va a requerir una pericia política enorme para buscar equilibrios y consensos.