Servicios de inteligencia: una deuda histórica para la Argentina
La incapacidad de nuestro sistema de inteligencia para detectar riesgos y amenazas con anticipación nos deja en una situación de vulnerabilidad y aislamiento a nivel internacional.
Casi todos los países en la actualidad cuentan con servicios de inteligencia que funcionan como una pieza fundamental para la seguridad nacional y para desarrollar estrategias de política exterior. No se trata sólo de un trabajo de espionaje, sino que se encarga de procesar información para ayudar a tomar decisiones de distinta índole y permite identificar riesgos que pueden afectar a las naciones y sus ciudadanos.
- ¿Por qué Argentina necesita un sistema de inteligencia profesional y moderno?
En un mundo cada vez más polarizado y, más puntualmente, en un país con constantes cortocircuitos de todo tipo con otras naciones, es preocupante el deficiente sistema de inteligencia de la Argentina, su incapacidad para detectar riesgos y amenazas con anticipación, y sus cuestionados vínculos con la Justicia y la dirigencia política de turno.
Una situación que se sostiene desde hace mucho tiempo, que ha atravesado tanto a gobiernos democráticos como autoritarios, y que nos relega a un lugar de indefensión, peligro y aislamiento a nivel internacional.

Un breve repaso por el caso argentino
La decadencia de los servicios de inteligencia se aceleró a mediados del siglo pasado con la alternancia constante entre las gestiones dictatoriales y las democráticas. En la década del ‘80, con el final del último gobierno autoritario, los servicios de inteligencia quedaron en un segundo plano ante la necesidad de recuperar el control civil de las Fuerzas Armadas para abocarlas a la seguridad pública.
En los ‘90, la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) quedó en el ojo de la tormenta después del ataque contra la Embajada de Israel y, principalmente, tras el atentado en la AMIA, debido a la falta de anticipación a las amenazas y las serias deficiencias en la investigación. De hecho, en junio de este año la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a la Argentina por la cantidad de irregularidades en los vínculos entre los tribunales y los espías argentinos, que posibilitaron que el atentado terrorista quedara impune.
Si bien en el 2001 se llevó a cabo una reforma integral de los servicios de inteligencia argentinos con la creación del Sistema de Inteligencia Nacional, que permitió separar seguridad interior de la defensa nacional, no logró hacer más eficientes sus recursos ni “sanear” sus vínculos con la Justicia.
El punto de quiebre fue en el 2010, con la muerte del fiscal Nisman, uno de los responsables de la investigación del atentado a la AMIA, que desembocó en la creación, de parte de Cristina Kirchner, de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), cuyo objetivo era la investigación de delitos federales complejos, y la disolución de la Secretaría de Inteligencia.

Durante el macrismo el prestigio de la AFI continuó en decadencia
Los cambios para intentar mejorar -en vano- los servicios de inteligencia nacionales continuaron en los años posteriores. Mauricio Macri implementó una reestructuración general de la AFI con el cambio de gran parte de su reglamentación y un recambio de su personal, y permitió que se involucrara no sólo en delitos federales complejos, sino también en varias causas penales.
Sin embargo, durante el macrismo el prestigio de la AFI continuó en decadencia debido a las sucesivas denuncias por espionaje ilegal. En ese sentido, Alberto Fernández anunció ni bien asumió una nueva intervención del organismo y adoptó una estrategia que tenía por objetivo principal restringir su accionar y reducir los riesgos de sus tareas, sin reparar en su funcionamiento ni productividad.
Frente a este escenario, el presidente Javier Milei anunció recientemente una nueva reestructuración de los servicios de inteligencia: la creación de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), que en esta ocasión tendrá bajo su control operativo a cuatro agencias especializadas.
- El momento de saldar una deuda histórica
La situación actual de la Argentina es particularmente compleja. Desde comienzos de la década del ‘80 la agrupación terrorista Hezbollah está instalada en la Triple Frontera, asociada con cárteles mexicanos, brasileño y paraguayos, desde donde teje sus redes en toda la región y se adueña del narcotráfico.
La comercialización de estupefacientes es el negocio más redituable a nivel mundial
No fueron casualidad los atentados que hemos sufrido en nuestro país, así como tampoco es casualidad lo que se ha vivido en el último tiempo en Rosario y otras localidades.
A esta situación hay que sumar la alianza que tejieron en los últimos años Irán, Bolivia y Venezuela: el país comandado por Nicolás Maduro es la base sudamericana del Estado Islámico, mientras que nuestra nación vecina entabló el año pasado acuerdos secretos que le permiten ensamblar drones que luego son enviados a Rusia para bombardear Ucrania.
El terrorismo se financia y se expande gracias al narcotráfico
Ante este panorama de amenazas múltiples y de necesidad de obtener información sobre lo que está sucediendo muy cerca nuestro, sumado a los terribles antecedentes, es necesario fortalecer las estructuras de inteligencia de la Argentina y recuperar su legitimidad.
Para lograrlo, será necesario desarrollar una estrategia que permita optimizar sus recursos, fortalecer sus capacidades humanas y tecnológicas, producir inteligencia relevante y establecer nuevos mecanismos de control para evitar la influencia política y judicial.
Es el momento de saldar una deuda histórica

* Daniel Adler, especialista en Seguridad y Contraterrorismo Urbano.

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