Milei no tiene tiempo, el país tampoco
El DNU y la ley ómnibus representan hoy más que punto de cambio revolucionario el menú del éxito o fracaso en el armado de un nuevo consenso. Los verdaderos negociadores de la casta.
No está pasando nada en las negociaciones de la política argentina que no haya pasado antes, salvo por la existencia ahora de Javier Milei como presidente de la Nación. Carlos Menem llevó adelante reformas que dieron vuelta al país; Domingo Cavallo como ministro de Menem y también de Fernando de la Rúa, mandó al Congreso leyes ómnibus o paquetes de leyes kilométricos y hasta se dio el lujo de explicárselos al Senado en vivo y en directo durante 11 horas; Roque Fernández, también como ministro de Economía de Menem, se despachó con una reforma tributaria antes del final de mandato de su jefe tan extensa que pocos argentinos llegaron a entender de qué se trataba. Todos, en su tiempo, proclamaron lo mismo sobre las leyes que demandaban: "Es esto o la catástrofe".
Por eso es que la diferencia entre esos procesos de gobierno controlados por políticos de más o menos carrera (no importa aquí la calificación) o partidos con trayectoria y nuestro oficialismo de arquitectura partidaria casi desconocida aún es lo que tiene en vilo al país. Milei avanza con rumbo más o menos conocido, el problema es hasta qué estación llegará su tren
El problema no son las negociaciones que parecen imposibles y luego el arte de la política logra hacerlas, sino como se llevan adelante y, sobre todo, quién gana y quién pierde. En algunos casos quien arranca con la pelota termina haciendo el gol en el momento menos pensado; en otros el tanto lo termina anotando el contrario. Es el fútbol, es la vida y así se mueve también el Congreso. Y es el peligro que hoy enfrenta un Gobierno que tiene una arquitectura bastante desconocida aún para el mes y medio de gestión que viene llevando. Por lo menos eso es lo que piensa el mercado y buena parte del mundo económico que está esperando la campana de largada pero aún sin saber específicamente qué carrera será la que toque correr.
En este marco conviene repasar qué parece evidente hoy de todo este proceso. Milei, como se sabe, llegó sin poder en el Congreso, pero arrancó su Gobierno con dos decisiones que pusieron al Congreso en el centro de la escena: el mega DNU desregulador (la pincelada más estilo Menem que tuvo hasta ahora su Gobierno) y la ley ómnibus. Mantener el DNU en vigencia en su totalidad y aprobar por completo la ley ómnibus fue, desde el inicio, son una misión imposible. Milei siempre supo que la suerte de su inicio de mandato iba a estar librada a la negociación.
En estos términos el problema se resume a una incógnita: ¿el texto que logre convertir en ley contendrá un porcentaje interesante de su versión original o la negociación en el Congreso lo convertirá en una versión lavada y de ocasión producto de la “misericordia” de radicales, peronistas y hasta macristas rebeldes que, como corresponde a todo inicio de mandato, no están dispuestos a pagar el costo de negarle una ley a un presidente recién llegado?. La respuesta a ese interrogante será la medida exacta del éxito.
Hasta ayer todo indicaba que gracias a las artes de expertos en la política la negociación podría prolongarse más de lo pensado, pero habrá un final positivo a la hora de votar en el recinto de Diputados.
No está muy claro que quedará en pie de la ley ómnibus, pero en eso trabajan hoy profesionales. Mientras el DNU que desregula le suena lógico y hasta apetecible al mundo económico que ve otra ventana de oportunidades (aunque conflictiva y dolorosa) como la que algunos recuerdan de los ’90, la ley ómnibus implica cambios que a esos mismos sectores les producen temor.

Miguel Pichetto sabe de gobernabilidad como pocos políticos en Argentina. Mantener la estabilidad de sistema aunque sea desde la oposición se volvió casi una especialidad para el rionegrino. Pichetto hoy negocia, recorta e intenta modificar como cabeza de un grupo de diputados que en otro momento hubiera parecido imposible de reunir, pero su palabra hoy es clave en este intento de evitar un naufragio en el Congreso, pero al mismo tiempo pulir y cambiar lo políticamente invotable.
Ese grupo es importante no solo por el número que representan a la hora de sancionar la ley ómnibus, sino por los nombres y lo que pueden significar a la hora de garantizar gobernabilidad, cuando lleguen las tormentas que seguramente el Gobierno deberá enfrentar. No es una alerta para infundir miedo, el propio Milei dijo esta semana que lo peor aún no pasó. Emilio Monzó, los diputados de Elisa Carrió con la bendición completa de su jefa, Florencio Randazzo, Ricardo López Murphy, Margarita Stolbizer y los hombres de Juan “Gringo” Schiaretti están en ese grupo que coordina Pichetto; cualquiera de ellos puede jugar al truco con una venda en los ojos y Milei lo sabe. Porque, le guste o no a los libertarios, la política sigue siendo la que rige los actos de los hombres.
El tiempo corre y en el medio pasan cosas. La CGT sigue adelante con un paro que es obvio pero prematuro. No sería la primera vez que cometen el error de un apresuramiento que se les vuelve en contra. El problema es que tampoco hay articulación en el peronismo kirchnerista. Los llamados públicos de Pablo Moyano a Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa son una prueba. No hay secretos allí: todos ellos entienden que no es momento de aparecer. Algunos creen que ante la difícil avanzada de Milei en su Gobierno deben aplicar la regla histórica: no molestar al enemigo cuando se está equivocando. Veremos al final del túnel quién tiene razón.
Al mismo tiempo aparecen algunos datos que vienen del mundo económico que mantiene reuniones con el Gobierno. Los interlocutores no sobran, dicen quienes transitan despachos con poder real. Entre tanta duda aparece Santiago Caputo, con apellido casi de epopeya en materia de empresarios, financistas y negociadores, como un articulador que escucha y transmite. No es un secreto que Caputo es con quien prefieren negociar desde el Congreso. Es un puente que no garantiza aún triunfos pero que se afirmó como línea de comunicación.
Esta semana será clave para comenzar a medir cómo vivirá el país en febrero. La suba del dólar volvió a marcar ese ritmo. La aprobación de la ley ómnibus ya no es solo una necesidad imperiosa para Milei y su Gobierno. Su éxito o fracaso, mas allá de las reformas, medirá el futuro.

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