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Protestas, presiones y la necesidad de tener sensatez

La crisis que vive el país genera presión también en los gobiernos provinciales. La inflación licúa todo. Es necesario la búsqueda del equilibrio entre la recomposición del poder adquisitivo y el orden de las cuentas. Las culpas y los riesgos de volver al pasado.
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

La crisis que vive Argentina tiene un elemento clave que impide ver más allá de la dura coyuntura: la enorme incertidumbre; generada por la falta de rumbo. Una inflación galopante, restricciones a la producción que pueden redundar en más complicaciones, informalidad creciente y una demanda aún más fuerte de asistencia que genera distorsiones en la economía. Hay menos producción, menos valor, con más exigencias. Un país con menos riqueza, pero con más presión para distribuir recursos que no tiene.

En ese contexto Mendoza recibe la misma presión, con un agregado: la distancia política con el Gobierno nacional que se transforma en discriminación. En medio de la crisis, se reabrió la discusión paritaria entre el Ejecutivo y los gremios estatales. La realidad impone que en ese diálogo reine la sensatez, el equilibrio entre la necesaria recomposición del poder adquisitivo y el orden de las cuentas públicas para evitar volver a momentos en que la demagogia hundió a la provincia; donde se ejecutaron medidas que resultaron impagables y generaron un círculo nocivo.

Responsabilidad e hipocresía

El impacto de las protestas sorprendió porque excedió y desbordó largamente a los propios gremios. El descontento acumulado por la situación económica detona con cualquier catalizador y por eso aparece la necesidad de tener aplomo para no agitar más. En el caso de los trabajadores de la Educación, el Gobierno arrastra un problema desde el 2020. El ahorro que se generó ese año por la falta de actualización salarial, se transformó en un problema mayor hoy porque los reclamos se agudizaron.

El Ejecutivo estuvo obligado a cambiar el enfoque sobre las protestas de los docentes al ver que detrás había reclamos genuinos, más allá de otros intereses políticos que también salen de relieve en la oposición. Rodolfo Suarez dio una señal de acercamiento, reconociendo que la situación, en especial la de los docentes, es difícil. En el mensaje también cargó contra la oposición. Justamente en medio de los protestas llama la atención el juego de roles.

El Frente de Todos (FdT) busca empatizar con el reclamo de los estatales por mejores aumentos, pero obvia que es más parte del problema que de la solución. Es que el descontrol de la economía es producto de la mala gestión nacional: la inflación, las restricciones a las importaciones, los cepos, las tensiones entre sectores políticos que generan más incertidumbre, y la lista sigue. Todas consecuencias el mal manejo de la macroeconomía.

La presidenta del PJ local, Anabel Fernández Sagasti, es una de las funcionarias más influyentes dentro del Frente de Todos. A nivel local “adhiere” al reclamo por aumentos, pero hace silencio ante el desastre económico del Gobierno del que es parte. Lo mismo en cuanto al origen de parte de los problemas financieros que pueda tener la provincia heredados de la falta de pago de salarios, de la deuda con proveedores y la catarata de problemas que hubo en el último gobierno kirchnerista de Mendoza.

Sensatez y acuerdos

La estructura política de la provincia ha quedado configurada de una manera en la que hay interlocutores obligados y con poca diversidad. El oficialismo de Cambia Mendoza y el FdT son los dos sectores que tiene relevancia para aprobar o bochar proyectos; para agilizar o complicar gestiones. Ambos frentes tienen interlocutores obligados. Ocurre, por ejemplo, con la posibilidad de habilitar la renegociación o canjes de deuda (a través del roll over), instrumento que es de manejo habitual en cualquier administración. La oposición halló ahí una forma de bloquear el Gobierno y se hizo costumbre.

Mendoza no tiene que tomar el camino de otros distritos, como la propia provincia de Buenos Aires, en las que se utilizan métodos extorsivos para presionar y que distorsionan la convivencia; donde grupos sin representación real condicionan a gobiernos y a la ciudadanía.

Mendoza es la cuarta economía del país, aunque en decadencia, pues cada vez tiene menos participación en el PBI (Producto Bruto Interno). En ese contexto es importante comprender que sin una economía dinámica, activa, impulsada por el sector privado que genere inversión y trabajo, la provincia es inviable. La necesidad de discusiones sensatas, de lograr acuerdos y establecer puntos en común, es impostergable.