Análisis

Gobernar no es un trabajo: la visión del poder que comparten Rodolfo Suarez y Alberto Fernández

Hace un año, Alberto Fernández fue en busca de un "trabajo" de embajador, pero consiguió uno de presidente. Suarez toma el cargo como un empleo. Ambos comparten una idea de ser "efímeros". El problema no son sus intenciones, sino cómo pueden leer eso quienes rodean al poder.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 17 de mayo de 2020 · 09:33 hs
Gobernar no es un trabajo: la visión del poder que comparten Rodolfo Suarez y Alberto Fernández

Una reunión tras otra. Conferencia con Presidencia; empresarios que se quejan. Suena el teléfono y hay alerta porque aparecen “casos sospechosos” en un grupo de personas que vienen de viaje. No hay horarios, no hay descanso. La idea de volver a casa a las 19 para estar con la familia, como se imaginaba el Gobernador, quedó atrás. Van seis meses de 4 años que harán envejecer a Rodolfo Suarez mucho más; como ya le ocurrió a todos sus antecesores. No solo se notará en las canas y en las arrugas de la cara. Es que a pesar de lo que él mismo dice, gobernar no es un trabajo: es una carga pública que no se mide en horas ni tiempos. Y mucho más en épocas de crisis.

“En cuatro años vuelvo a mi estudio”, repite el Gobernador tratando de despojarse de ambiciones personales. El problema es que el mensaje puede leerse de otro modo.

Otro dirigente clave que tiene como trabajo gobernar es el presidente Alberto Fernández, aunque con una carga distinta. Hace justo un año entró a una reunión en busca de un empleo de embajador, y salió con un de presidente. De candidato en realidad.  Fue cuando Cristina Fernández hizo su “falso renunciamiento”. Es decir, cuando decidió ejecutar una estrategia de poder que le resultó exitosa: se bajó como candidata a presidenta para desbloquear la alianza interna del PJ. Subió al primer lugar a Alberto, que no tenía estructura de poder territorial propia. Lo que sigue se está escribiendo. “Alberto gobierna, Cristina conduce”, repiten los dirigentes del kirchnerismo. Esa es la mejor definición que se puede hallar sobre cómo se estructura el poder en Argentina. ¿Tiene proyecto de poder Alberto Fernández? Al menos no parece visible. Cristina y el “cristinismo” sí.  

Así es cómo los dos dirigentes políticos más importantes para Mendoza comparten esa visión de que son efímeros, probablemente demasiado. El mensaje puede ser erróneo; no por las intenciones sino por lo que produce. Ambos tienen imagen positiva, ambos se llevan bien. 

Administrar intereses

Si alguien pensaba que asumir la gestión de Mendoza iba ser un paseo para lucirse, pues parece que se equivocó. Una crisis económica que se arrastra desde hace más de un quinquenio sembró un estancamiento enorme. Una pandemia que sacó  de carril al mundo y obligó a quemar planes para elaborar nuevos. Y tensiones políticas que complejizan cualquier negociación. Un combo que nadie imaginó el 9 de diciembre cuando Suarez tomó el bastón de manos de Alfredo Cornejo.

Rodolfo Suarez lo dijo antes de asumir: es un hombre común que “trabaja de gobernador”. Su intención es transmitir sencillez. Ahora, en medio de las tensiones que genera el poder, Suarez busca dar otro mensaje. “Yo en cuatro años me vuelvo a mi estudio de abogado”, repite como quien no tiene otra ambición. El Gobernador, aclara, lo dice para tratar de dar una señal a quien, asegura, busca presionarlo para conseguir réditos personales. Pero puede entenderse otra cosa. 

Un error frecuente es pensar las cosas como se dicen, y no como se entienden. Lo importante no es la noble intención que uno le encuentre a lo que se menciona. Sino el efecto que produce, cómo se lee y, sobre todo, lo que genera. El desinterés de Suarez por su futuro político puede ser  interpretado como una señal de despreocupación en la jungla política. “Es todo lo contrario, es para decir que no importa si lo presionan, no van a modificar sus intereses”, aseguran sus allegados.

Lo sabe Suarez y lo está viviendo en carne propia. Un Gobierno se mide también por cómo administra las tensiones con los poderes que lo exceden en alcance y tiempo. Gobernar es administrar intereses. No hay buenos y malos como se busca decir o construir. Esas grietas son un insulto a la inteligencia; como las primeras películas de Disney que construían malos tan malos que podrían provocar pesadillas. La búsqueda efectista de la empatía epidérmica nos hace caer en trampas peligrosas todo el tiempo. ¿De un lado o del otro? De ninguno. 

El primer ejemplo que vivió Suarez ocurrió con la ¿licitación? de Portezuelo del Viento. Hay intereses en juego que cada uno puede considerar legítimos. El Estado dejó casi todo en manos de negociaciones privadas y se guardó para sí un rol que no siempre ha ejecutado con pericia: controlar. Y con un mal consejero como aliado; la soberbia de algunos funcionarios a los que les cuesta entender la trascendencia de cada decisión.  

De nuevo, no hay buenos y malos; hay intereses en pugna. Un ejemplo claro de la falsa dicotomía es lo que ocurre con la empresa IMPSA. Esa marca es tan fuerte que los funcionarios de Gobierno se permiten la licencia de decir que hay que priorizarla. IMPSA es una empresa que durante un siglo creó valor en Mendoza, que exporta conocimiento local y es un enorme semillero de recursos humanos calificados. Pero también es una empresa que quebró, que ahora es de los bancos, cuyos accionistas siempre generaron negocios coqueteado con el poder. Tanto que figura con protagonismo particular en los “cuadernos de la corrupción”. También es una firma que estuvo radicada en Luxemburgo hasta que entró en crisis. Ojalá IMPSA se salve, ojalá siga generando valor y ojalá lo haga de manera transparente.

En el Cuarto Piso aseguran que el temple de Suarez está acostumbrado a esas tensiones. Que tiene la cabeza fría para decidir. Durante los años que vendrán seguirá habiendo ejemplos de cruces de intereses que deberá administrar. 

Los primeros seis meses de gestión fueron tan intensos que cuesta hacer un balance, pero a la vez hay muchos hechos que permiten sumar a ese análisis precoz. La conducción de la crisis sanitaria ha sido exitosa en cuanto a los resultados porque Mendoza apenas tiene 19 personas internadas por coronavirus; a un costo alto por supuesto. La crisis económica aún no es mensurable y se comparte con el resto del país. La habilidad de gestión se verá en los próximos meses. En el plano político el Gobernador tiene como ventaja que el principal sostén, Alfredo Cornejo, le juró fidelidad absoluta y, aunque disienta y haya una creciente guerra fría entre sectores, no se hará pública ninguna grieta.  

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