Política

Por la vuelta de la política "basada en hechos reales"

La desconexión con lo que sucede en la vida cotidiana de la Argentina explica en cierta forma las extemporáneas selfies de los candidatos con sonrisas de oreja a oreja, los brindis preelectorales con los enemigos de ayer y, sobre todo, que nadie esté dispuesto a esgrimir un plan superador para capear la crisis. Ponerse en los zapatos del otro supone un gesto de empatía que, entre tantas grietas y ambiciones cruzadas, difícilmente veamos concretarse en el país de hoy.

miércoles, 3 de abril de 2019 · 09:39 hs

¿Cuál es el simple argumento de Green book, la película ganadora del último Oscar? Al grano y sin spoilear: cuenta la relación de un chofer y un músico que aprenderán a ponerse en los zapatos del otro. Unidos por un inesperado vínculo de trabajo, esto no hará otra cosa que desmontar los prejuicios del blanco (Viggo Mortensen) acerca del mundo de los negros (Mahershala Ali) -y viceversa- hasta cimentar una genuina amistad. Conocer la realidad del otro, entonces, como reaseguro para ser los más justos posibles. La historia, vale apuntar, está basada en hechos de "la vida real".

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Este ejercicio de sensatez es lo que deberíamos reclamarles a todos los representantes, desde el Presidente hasta el último concejal. Pero también al funcionario con fecha de vencimiento que está atrincherado en una oficina pública y no repara en lo que demandan los ciudadanos.

Con la consolidación de la democracia post 1983, paradójicamente se fue instalando como modus operandi político prescindir del contacto con la comunidad. Por lo general, ese vínculo se reduce a actos partidarios y, sobre todo, al monitoreo clientelar de la militancia. Los candidatos 2.0 ya no necesitan embarrarse los zapatos por un voto. Limitan su tour a una visita a los referentes zonales, a bajar línea por sectores sensibles y a sacarse las fotos de rigor, las cuales luego dispersarán estratégicamente a través de las redes. Con la tecnología a favor, creen remplazar la cercanía, el tête à tête, la política personalizada de otros tiempos.

alf ponce / mdz

No subirse de tanto en tanto a un micro, no recorrer los pasillos de un hospital en hora pico, no darse una vuelta por un supermercado y testear el subibaja de los precios, son parte del abc de la desconexión que padece buena parte de la clase dirigente. 

No se trata de mostrar reflejos sobreactuando para la campaña, pero convengamos que hay un preocupante desfajase entre lo que declaran los gobernantes, sus extemporáneas fotos a pura sonrisa y su impúdica exhibición patrimonial, y lo que está padeciendo en el día a día el argentino medio.

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En esto del salvase quien pueda los políticos no están solos; la tendencia ombliguista cunde en varios sectores. De ahí que una entidad como el Banco Interamercano de Desarrollo (BID) haya activado desde el 2015 una suerte de alerta con su proyecto "En otros zapatos" (www.enotroszapatos.org), una plataforma virtual que busca "promover la empatía como valor fundamental para garantizar la inclusión y el respeto por la diversidad". A través de esta vía se invita al usuario a ponerse, por caso, en el lugar de una persona discapacitada, un migrante, un indígena, o alguien de la comunidad LGBT.

Se trata, ni más ni menos, de volver a las historias de vida basadas en hechos reales. Un ítem que la política nacional omite negligentemente, perdida en su nube, tan arriba y tan lejos de lo que está sucediendo allá abajo, donde ya no hay margen para esas selfies de oreja a oreja.