"Después de que sucedió mi entredicho con Trump, en la calle me paró un racista de esos que lo ejercían antes dentro de sus casas solamente y me dijo, de frente: 'No te quiero en mi país'". El testimonio pertenece al periodista hispano más famoso de los Estados Unidos, Jorge Ramos, de Univisión, y se lo contó a MDZ el sábado en el programa "Tormenta de ideas". Su teoría es que al ser expulsado de una conferencia de prensa por el magnate y precandidato republicano a la presidencia, Donald Trump, lo que se está desatando -además de todos los análisis y repudios que puedan descontarse- es "el peligro". "Empezamos a estar en peligro", dijo, quien ya es ciudadano estadounidense como otros millones (once, por si interesara la cifra) de latinos que adoptaron a EEUU como lugar de vida.
Ese "peligro" del que nos habló Ramos es otra forma de terrorismo y no tan solo una bravuconada. Es el que deja miles de muertos en Europa, con los asiáticos y africanos divagando con su hambre y el de sus niños y mujeres a cuestas por las rutas que muchos hicimos como turistas pipones. Ahí mismo saben que si no encuentran un escondite -para cuidarse de los que los persiguen en su país o en el territorio al que vayan: los persiguen por todos lados, nadie quieren que vivan- al menos encontrarán dónde morir no sin antes mostrarle a sus vástagos que intentaron darles alas para volar.
Pero no se trata solamente de unas palabras de campaña racista que ensalzan al tal Trump en la escena electoral estadounidense. La filosa daga de la discriminación está en manos de muchos más. Lo que sucede es que sorprende que nietos de inmigrantes la estén usando para azuzar a quienes podrían ser una especie de "reencarnación" de sus abuelos. Asusta que suceda en "el país de las libertades", Estados Unidos y que, además, adquiera tanto consenso. Como sucedió aquí con lo que nunca sabremos si fue un acto demagógico o de convicciones ideológicas del secretario de Seguridad, Sergio Berni, un "Trump" del malevaje porteño que salió con ideas bastante parecidas aunque idénticamente repudiables que, en su momento, consiguieron hasta la adhesión de un aspirante presidencial, Sergio Massa.
(Valga en este tramo un gran paréntesis para pensar la parte que nos toca. En el país de los juicios por Lesa Humanidad, Berni alienta métodos de la dictadura y cuando puede, los ejerce y ya antes Nilda Garré había implementado el "Proyecto X" para espiar opositores y luego se puso a César Milani a controlar toda la Inteligencia y se bancó en la cúpula de la exSide a Horacio Stiuso, al que luego, cuando no les convino, defenestraron; el la Argentina en donde se critica a todo el disidente de las ideas del oficialismo, se sostiene la política financiera de Martínez de Hoz sin que se haya cambiado un ápice la letra del ideólogo civil del golpe de 1976; aquí, en donde se reclama "justicia" -y con razón- por las muertes de hace 30 años, no la hay por las de todos los días; en donde desapareció tanta gente por sus ideas y se los sigue buscando, todos tenemos la sensación de que nadie busca a mujeres, niños y adolescentes que desaparecieron en democracia como víctimas de poderosas redes de tráfico de personas y esclavitud sexual. El discurso histérico y contradictorio nos guía hacia un abismo y, si nadie abre los ojos, caeremos en masa. Es nuestra cuota del "peligro" del que habla Ramos).
Terrorismo que une bravucones
En el mundo hay un nuevo peligro que empuja a salir del terruño propio. Pareciera que lo que mucha gente busca ya no es un lugar en donde vivir y progresar, como lo hicieron los antepasados de muchos de quienes estamos leyendo esto, sino dónde morir sin que profanen su cadáver: no más que eso.
Es por ello que cada persona que resista la idea de la xenofobia es un abrazo que crece. Cuesta, se sabe, que prendan las ideas de coexistencia en un mundo en el que tan pocos tienen tanto y entre lo que queda, se subsiste a los codazos para conseguir un trozo de existencia. La idea fantasmagórica de tantas películas de que "es mejor que seamos menos" y que implica un "sálvese quién pueda", acecha.
Es Berni, es Trump o los que se cuelgan de ideas marketineras como Massa. Pero hay mucho más en el mundo. Son los Le Pen en Francia, que hacen política alimentando esta ideología, aunque nadie saben si la profesan: solo recogen sus frutos en votos. Le dan de comer en la boca a un monstruo a quien ahora nadie sabe cómo tumbar.
Es el Estado Islámico que compite por la hegemonía religiosa y petrolífera, manchando de crudo y sangre buena parte del mapamundi. Pero Trump no es el único "bravucón", tal como lo definió este sábado otro de los entrevistados de MDZ Radio, el expresidente de México Vicente Fox. Fox nos dijo que el magnate es un "imbécil", pero también lo dijo de Nicolás Maduro, a quien "adornó" con otro calificativo: "gorilón". ¿Es posible tantas coincidencias entre dos pueblos que eligen a líderes tan extremos? Maduro alienta el belicismo contra Colombia y cierra sus fronteras; mete en las cabezas de los venezolanos sospechas sobre los vecinos históricos, unidos por el liderazgo histórico de Simón Bolivar y desunidos por el pánico a perder el poder de un tal Maduro. Maduro y Trump se unen en una política del miedo para conseguir votos. Pero el resultado no se dará solo en las urnas, sino en las calles de todo el globo.
Porque el peligro de la xenofobia y la discriminación se vuelve una mancha tóxica de alcance global con facilidad.