El arte del buen comer, del buen beber y del buen coger.
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Bajo el puente hediondo
los gatos, se muelen por los chorizos sobrantes. Sangran, se sacan los ojos. El cemento es una alfombra tobiana de mechones dispersos. Una guerra de frontera sin gobierno. En el límite. Un espectáculo sado. La frontera está ahí para mirarla. Nadie la defiende de un lado ni del otro. Los que la viven, los que comulgan en ella, no tienen patria. Tampoco bandera. Territorio Cosaco. Allí se mata, viola, roba, ultraja. Domina la resaca del hambre de ayer. Bajo el puente hediondo. Sin ley. Otro orden. Otros cuerpos. Otra taxonomía vital.
2/
La plazoleta se aísla de la ciudad. Está en ella pero no en el mapa. A la deriva frente a la Terminal de Ómnibus, pegada al Acceso. Escarban sus árboles la tierra para hundirse. Está tomada, bebida por alcohólicos. Cuando gotea por los bancos, ellos les pasan la lengua. Sed maldita, sed de mal, anestesia del mundo. Allí se estrangula a los catadores de vinos varietales. Se los seca. Se los entierra. Tomada plazoleta. Libación de tropa de cimarrones. Otra frontera. Puerto seco de barcos secos. Dolores secos. Donde los que nacen quieren volver al vientre.
3/
El restaurant abandonado del zoológico es un escondite orgiástico a cielo abierto. Estudiantes, ingenieros, basureros, animales salvajes, se citan a ciegas. Lugar de bestias. Las familias descansan en sus casas. Se demoran con Avenida Brasil, mientras, en el restaurant abandonado del zoológico, gime la jauría. Es una jaula de gritos. Sin señales para llegar ni para salir. Cueva de pirómanos. Arqueológicamente abandonado. Viejo. Ruin. Indómito.