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Opinión

El goce como problema político

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La tapa de una revista publicada recientemente bucea en nuevas profundidades de la cloaca del insulto aplicado a la política. Se trata de una agresión que sólo refleja odio expresado con ausencia de cualquier reparo o decoro. Una grosería abyecta que refleja violencia de género entre otras discriminaciones.

A pesar de todo eso y por el debate suscitado, tiene el mérito de poner el foco en un asunto verdaderamente importante: el goce como asunto político.

Recuerdo haber visto una entrevista televisiva a Daniel Santoro (el artista) en que se hablaba precisamente de este tema: el goce, el goce popular.

¿Cómo pensar el goce, sus regulaciones y orientación en la vida social y política?

Lo primero que se me ocurre que hay que decir es que negar las pulsiones eróticas o agresivas como móviles de nuestra conducta es, en términos académicos rechazar el psicoanálisis y buena parte de la psicología; en términos de discusión pública, una fenomenal muestra de ignorancia.

El tema a pensar son los modos en que las pulsiones se expresan en el campo político y social.
Por supuesto que esta no es una pregunta original y quizás un texto liminar al respecto sea “El malestar en la cultura” de Sigmund Freud.

En El malestar, Freud se pregunta por los modos en que es posible la cultura, la sociedad. Vivir juntos pide someter la pulsión a regulación, pero esto genera necesariamente angustias. Más cultura, más angustia, más culpa, más angustia. La sublimación, canalizando esas energías hacia cuestiones socialmente valiosas es un modo de disminuir la angustia: “la insatisfacción de los instintos domeñados procura menos dolor que la de los no inhibidos”.

Este problema que El malestar presenta, consecuente con la mirada psicoanalítica, desde la perspectiva de cómo la vida en sociedad afecta a la persona, puede plantearse también como los modos en que los proyectos políticos y sociales favorecen, posibilitan, distintos tipos de goce.

La extensión de estas líneas sólo alcanza a una inacabada definición del problema que requiere un abordaje mucho más profundo. Sirve, no obstante, para enunciarlo.

Veamos algunas cuestiones:

- El goce de la Asignación Universal por Hijo, de las nuevas jubilaciones incorporadas por la moratoria previsional, su actualización dos veces al año, de las netbooks en las escuelas, de las Cooperativas de Trabajo, de los planes sociales.

Este goce discute socialmente con la culpa: ¿por qué se pagaría una jubilación a alguien que no aportó? ¿Por qué se destinarían recursos a una cooperativa? ¿Por qué la AUH otorga una mensualidad que me dificulta conseguir servicio doméstico (escuchado a una profesora de clase media)?

Bueno, son goces en disputa. Son conceptos de justicia en disputa. Son ideas de sociedad en disputa.

Podemos priorizar el goce de los que menos tienen, que si no gozan corren riesgo de morir o el goce de los que no corren tan alto riesgo. Claro que alguien podría sostener su derecho al servicio doméstico, podría organizarse y reclamar al Estado por ello. No debería asombrarnos, los patrones sojeros reclaman que les bajen las retenciones.

Hay también en esto un goce por el conjunto. Hay un goce individual y un goce por el conjunto. Podemos gozar despreocupados del hambre del prójimo o podemos gozar porque cada vez hay menos hambre. Podemos vernos contra los otros o podemos vernos en la suerte del otro (del que sufre, del de abajo), o simplemente por la comprensión que nadie vive bien si hay muchos que viven mal.

Cada goce tiene su naturaleza propia.

Por ejemplo, existe el goce sádico, al que es preciso prestar atención. El goce sádico disfruta con el ajuste, con quitar derechos, goza con el sometimiento del otro al que desde el sitial del poder obliga, disciplina y reprime.

- No tengo donde publicar esta nota; ... y, póngase un diario. – No tengo papel porque lo manejan ustedes; ... y, pídale a Moreno que lo deje importar. – Pero y la libertad de expresión, ... ud. lo ha dicho, nosotros somos la libertad de expresión.

El goce sádico encuentra expresiones muy fuertes por estos días también vinculadas a los problemas de inseguridad.

Políticamente más impactante resulta el goce masoquista. El sometido que goza adoptando la posición del amo. Los políticos que adoptan el discurso de las corporaciones. Los pobres que adoptan el discurso de los ricos y gozan creyendo que con eso se distinguen de otros pobres. Los que piden mano dura siendo quienes pagarán las consecuencias de esa dureza.

Dice Freud: “la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del individuo, debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su interior, como una guarnición militar en la ciudad conquistada”. Socialmente construida, esa guarnición militar puede remitir a un compromiso emancipador y colectivo, o al disciplinamiento con la jerarquía económica, social y mediática. Esa una discusión política vinculada con el goce que Ud. no leerá en la revista Noticias.