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Opinión

La cultura que atrasa

Zas & Plop, medios, cultura y política y crónicas fugaces. Maxi Quinteros en su columna semanal para echarle otra mirada a las cosas que nos pasan.
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La elección de "Tiembla, Mendoza, tiembla" como himno provincial permite pensar cuáles son las prioridades políticas del Ministerio de Cultura. Y nos da cuenta, sin querer, de las contradicciones culturales de los mendocinos sobre aquello que nos representan.

En Twitter: @rayosycenteyas

Las políticas culturales vuelven a estar en el ojo de la polémica. La decisión de la ministra Marizul Ibáñez de que Mendoza tenga una canción representativa y el posterior resultado del concurso por un himno para la provincia de Mendoza ha dejado más críticas que celebraciones. Y nos deja a los brazos de una interrogante, ahí donde la política, la cultura y la comunicación forman una encrucijada: ¿Cuáles serían las imágenes que permitan reflejar la identidad de una provincia como Mendoza, a través de una canción?

El jurado dio su veredicto, pero posteriormente fue complicado encontrarlos uno por uno para que ampliaran y fundamentaran su decisión. El asesor de Cultura, Leonardo Martí, no atendió el teléfono ni respondió a los mensajes de texto. La representante de la UNCuyo, Elena del Carmen Toriano, optó por "abstenerse" de hacer precisiones. 

Sólo el más reconocido de todos los que integraron el tribunal se animó a dar una opinión. "El trabajo -por el ganador- se eligió por mayoría, fue el que tuvo más coincidencias. Entre los 400 trabajos que se presentaron, era el que más aciertos tenía, por su profundidad. No me parecía violento, era accesible para cantar y el mensaje tenía cierta esperanza. Los otros trabajados me parecieron duros, donde todavía sonaban las trompetas del clarín", señaló a modo de justificación el escritor Carlos Levy. 

Y un detalle: el escritor señaló que no iban a declarar desierto el concurso. Que no hubiese habido un ganador evidenciaría una debilidad política desde el Ministerio de Cultura, partiendo de la base de que el concurso ya zanjaba diferencias en el ámbito cultural cuando fue lanzado.

 

En una nota publicada por MDZ, el artista Gustavo Machado ya exponía las dudas en torno al certamen, particularmente en relación a los derechos de autor. Por otra parte, ese ícono de la cultura popular que es Jorge Sosa proponía que el himno provincial fuera el "Canto a Mendoza", ese hit vendimial que sólo se escucha entre enero y marzo.  

Pero fuera del resultado y de la calidad de la letra, quedan algunas puntas por analizar de esta madeja cultural que siempre cuesta desovillar cuando se trata de políticas surgidas en el seno del ex Banco Hipotecario -donde funciona el Ministerio de Cultura-.

Las canciones patrias no fueron hitos aislados. Contribuyeron en su momento a la constitución de un estado-nación, en medio de los conflictos por la independencia que debió sortear nuestro país a partir de 1810. Son parte de un relato que aporta a la identidad, por lo que va más allá de lo meramente histórico. En la actualidad, el hecho de cantar el himno escapa a la disciplina con que se canta en las filas de los actos escolares. Por el contrario, parece encontrar un cobijo más alentador en las canchas, cuando está en juego la representación nacional.

Cuesta creer que una canción criticada como la que resulto ganadora - "Tiembla, Mendoza, tiembla"- pueda imponerse entre los alumnos por la simple formalización en la currícula. Los himnos, pese a quien le pese, se consolidan en los estadios bajo un estado tribal.

Desde la versión original del Himno Nacional hasta la Marcha de Malvinas, dan preponderancia a una gesta vinculada a lo bélico. Basta googlear:  desde "...todo el país se conturba por gritos/de venganza, de guerra y furor..." -líneas que luego desaparecerían- a ese comienzo fausto del Aurora con "alta en el cielo un águila guerrera...". Están atravesados por esa corriente romántica e independentista, no exenta de contradicciones: el himno tuvo que ser retocado más de una vez y hasta se incluyó la aceptación de la monarquía, de acuerdo a las circunstancias políticas del momento.

También hay un marcado acento religioso en algunas estrofas. "Es la bandera de la patria mía, del sol nacida que me ha dado Dios...". El foco en este punto no es caprichoso. Una de las objeciones más fuertes al himno escrito por Roxana Matilde Romano es que en una de sus líneas hay una cierta inclinación de carácter religioso: "La Virgen es protectora/ De las magias de tu tierra/ Con sus manos te acaricia/ Cuidándose de la piedra".

La mención de la Virgen de la Carrodilla no es menor. Es una figura omnipresente en los actos centrales de la fiesta más característica de Mendoza. Por más ecuménica que hayan intentado caracterizar a la Bendición de los frutos, éste finalmente decanta en un ritual católico, cuando ingresa la patrona de los viñedos.

Entonces, estas mismas objeciones -planteadas ante la Justicia por la ONG 20 de Setiembre y adelantadas por el comentarista Pedro Zalazar en los comentarios de la serie de notas sobre este tema- a la mención de la Virgen en en el himno por su tenor católico, también debieran trasladarse a las representaciones de la Fiesta Nacional de la Vendimia.

Bastante escozor causó en 2006 el director Walter Neira cuando hizo ingresar a la Virgen bajo la crítica letra de León Gieco y su "Aleluya". En aquella "sacrílega" fiesta, el director de Viceversa Teatro se animó a desformalizar a la virgen, otorgándole otro aura a partir de la banda sonora.

Todo guión que intente representarse en el escenario del Frank Romero Day no puede dejar de lado este imponderable simbólico, ya sea por exigencia narrativa, ya sea como lugar común: la Virgen se la ha representado, fiesta tras fiesta, en su tradicional figura de yeso o como mujer elevada por una procesión de actores y bailarines. Poco ha hecho por los viñedos, cuando el granizo arrecia, está claro. El símbolo es fuerte como representación cultural y pierde eficacia como seguro agrícola.

Entonces... 

¿Era necesario un himno para Mendoza? ¿Cuáles son las prioridades políticas para un ministerio cuyos fondos se invierten, en su gran mayoría, en la Fiesta de la Vendimia? Cuando un acto político necesita explicarse posteriormente, ya falló en su intención.  

"Tiembla, Mendoza, tiembla" en su representación de lugares comunes -hijo pródigo de guiones vendimiales estereotipados con una mínima dósis de proyección personal, por lo que puede leerse de lo explicado y defendido por la autora- (nos) ha hecho hablar más de las contradicciones culturales propias de los mendocinos que de las bondades que intentaría reflejar.

El Ministerio de Cultura, atrasa.