Opinión
Facebook: mi casa, mis amigos, mi trabajo, mi vida 2.0

Recibido hace una par de años de la escuela secundaria en mi querido pueblo, tuve la dicha, sí, la dicha de comunicarme con mis amigos cara a cara, sin precisar de un aparato tan sofisticado y ahora necesario como es el teléfono móvil o celular. Evidentemente, era un intercambio de vidas más íntimas y que valía la pena experimentar.
Mucho tiempo ha pasado y con el celular con toda la tecnología es como tener el mundo en nuestro bolsillo, al apretar un botón ya estamos al otro lado del planeta o interactuamos con facilidad con cualquier cosa. De todas maneras, el “celu” ha quedado obsoleto ante la llegada del "pitufo": ese muchachito joven y azul con vivos blancos que se hace llamar Facebook.
Despertando en una tarde otoñal donde quiera que estemos, encontramos a un amigo para intercambiar buenas ideas acerca de cómo enfrentar esta vida que a veces te sonríe y en otras ocasiones te pone un emoticón con una cara triste. Es ahí donde se involucra algo que ya es parte de nosotros.
El “face”, cuadrado, sólo porque lo vemos a través de una pantalla, toma vida porque ahí están nuestros “amigos”, contactos, grupos sociales que nos identifican o simplemente el “conventillerío” que deseo leer.
Se crean discusiones políticas que para algunos son inválidas, porque no caminan a ningún lado. Sin darnos cuenta hay un interés en su esencia que debemos respetar, y es la opinión de los demás. El tema es cuando esto no es un compromiso serio y no hay una actividad en hechos concretos de pasar de la charla política 2.0 a la vida real a militar por esa idea o convicción.
Se crean historias macabras con imágenes desagradables que nadie ha visto y oído pero que todos creemos.
El amor no se queda sin participar en esta red social, porque tal persona está comprometida con alguien, su situación sentimental es soltero o viudo en el mejor de los casos. Qué problema para el o la que quiere ser infiel, si en su información personal está comprometido hasta los huesos.
Remitiendo al celular, los jóvenes en una salida casual conocen al esporádico amor de su vida, y de repente el pedido no se hace esperar: ¿Me das tu número telefónico? Esto ya pasó a la historia antigua de hace unos escasos años. La petición es más efectiva cuando alguien pide nuestro nombre y después lo buscamos en el “face”.
La creación del joven Mark Zuckerberg ha logrado unir distancias inimaginables, encontrar a un amigo que hace miles de años no veíamos porque estaba en la China hoy ya no es un impedimento, tal vez lo que no se comprende es que no es lo mismo, por más que todos los días chateemos con ellos, seguirá siendo igual: yo acá y él allá.
El Facebook, una especia de GPS delator que lo único que hace es inteligentemente “chusmear” y denunciar dónde estábamos la noche anterior y con quién salimos a bailar.
Otra curiosidad de este “medio de comunicación” es la posibilidad de ofrecer todo tipo de servicios sin ninguna regulación; vendo una bicicleta, vendo pasajes, alquilo casas o simplemente me vendo.
Qué peculiar es leer un estado en algún muro o, mejor dicho, ver un simple emoticón que refleja nuestro estado de ánimo, esas esferas amarillas que con simples muecas gráficas dicen mucho o no dicen nada y es pura interpretación subjetiva de parte nuestra. La política de decir “me gusta” a través de un click y tener que escribir “no me gusta” porque no tenemos esa opción, ¿será por algo?
Qué hubiera pensado George Orwell a través de su lógica del Big Brother acerca del Facebook. Tal vez sería una especie de “amigo incondicional” y Lito Vitale le interpretaría Ese amigo del alma.
Sin dudas, muy pocos son los que no tienen una cuenta en esta red social, me pregunto: ¿Que se siente tener Facebook?
Marcelo Castro Fonzalida