Opinión
En la crisis global, ¿para quién gobernar?
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La crisis desatada en Wall Street que repercutió en el resto de los mercados financieros del mundo revela las consecuencias de la “desregulación” en los flujos de capitales en la llamada economía global.
En este marco cabe preguntarse cuáles serán las implicancias inmediatas de esta crisis financiera en la Argentina. En primer lugar, ya se registra una disminución considerable del precio de la soja (el principal commoditie de nuestro país) que llegó en el momento de mayor algidez del conflicto campo-gobierno por las retenciones móviles a costar más de 600 dólares la tonelada.
En ese entonces el “lockout patronal” conducido por los dirigentes de las principales entidades rurales produjo cortes de ruta en diversos puntos del país con el consecuente desabastecimiento de alimentos y combustible para todos los argentinos en pos de imponer los criterios de libre mercado y de ganancias extraordinarias; sin interesarles a estos dirigentes -ni a los partidos y agrupaciones tanto de derecha como de izquierda que los respaldaron- el resguardo de los precios de los alimentos que consumen nuestros compatriotas y el poder de compra de su salario. Es decir, se privilegió en aquél momento el interés de un sector por sobre la defensa del bien común. La avaricia de la patronal agropecuaria con su política de retener los granos para la exportación les jugó en contra.
No obstante, hace pocos días en el escenario de la crisis internacional citada realizaron un nuevo paro que no les resultó suficiente y ahora pretenden (con menos apoyo) ir por más. Solicitan al gobierno la lisa y llana eliminación del esquema de retenciones vigente y la devaluación del peso; medida esta última a la que se ha sumado la UIA (Unión Industrial Argentina) para tener mejores ventajas competitivas frente a la situación desatada en Brasil. Si este tipo de políticas fuesen implementadas por el gobierno nacional se produciría una restricción sustantiva en los niveles de recaudación fiscal y un aumento de la inflación. Esto repercutiría en la disminución del consumo y en la desaceleración de la producción y el empleo en el mercado interno.
En segundo lugar, como si lo comentado fuese poco, en los diversos medios masivos de comunicación (prensa, radio y televisión) aparecen opiniones de economistas vinculados estrechamente al modelo económico de los ’90 sugiriéndole al gobierno nacional “ajustes”, a pesar de que la crisis financiera global ha develado el fracaso de la ortodoxia en materia económica. Estas voces se pronuncian a favor de:
• continuar con la renegociación de la deuda con el Club del París para mejorar la imagen externa de la Argentina;
• reducir al mínimo el gasto público disminuyendo los subsidios al sector privado que permiten mantener los precios y tarifas de los servicios públicos congelados;
• disminuir el exacerbado intervencionismo y estatismo que ahuyenta -según estos “entendidos”- a los inversores en el ámbito de la producción de bienes y servicios;
• aplicar un modelo de devaluación acelerada del peso en relación al dólar.
Resulta evidente que de llevarse a cabo estas recetas, afines a la lógica del libre mercado, se generaría un aumento considerable de la pobreza y la indigencia en el país.
Pues bien, estos acontecimientos develan que la “derecha” está dando nuevas muestras de su capacidad de reorganización y consolidación en la Argentina. Y es por ello, que deseo expresar como una ciudadana crítica y como miembro del espacio “Carta Abierta Mendoza” mis opiniones acerca de la realidad nacional actual.
A mi juicio el Poder Ejecutivo debería reorientar su política de gobierno en pro de los sectores populares y las clases medias que cotidianamente con esfuerzo sostienen su nivel de vida; haciendo caso omiso de las recomendaciones de los voceros del neoliberalismo. Pero este posicionamiento político sólo tendría posibilidades de ser emprendido en el corto plazo si el gobierno de Cristina Kichner busca fortificar alianzas con los sectores más progresistas del espectro político nacional, que serían los actores genuinos que estarían dispuestos a sostener el proyecto planteado.
• continuar con la renegociación de la deuda con el Club del París para mejorar la imagen externa de la Argentina;
• reducir al mínimo el gasto público disminuyendo los subsidios al sector privado que permiten mantener los precios y tarifas de los servicios públicos congelados;
• disminuir el exacerbado intervencionismo y estatismo que ahuyenta -según estos “entendidos”- a los inversores en el ámbito de la producción de bienes y servicios;
• aplicar un modelo de devaluación acelerada del peso en relación al dólar.
Resulta evidente que de llevarse a cabo estas recetas, afines a la lógica del libre mercado, se generaría un aumento considerable de la pobreza y la indigencia en el país.
Pues bien, estos acontecimientos develan que la “derecha” está dando nuevas muestras de su capacidad de reorganización y consolidación en la Argentina. Y es por ello, que deseo expresar como una ciudadana crítica y como miembro del espacio “Carta Abierta Mendoza” mis opiniones acerca de la realidad nacional actual.
A mi juicio el Poder Ejecutivo debería reorientar su política de gobierno en pro de los sectores populares y las clases medias que cotidianamente con esfuerzo sostienen su nivel de vida; haciendo caso omiso de las recomendaciones de los voceros del neoliberalismo. Pero este posicionamiento político sólo tendría posibilidades de ser emprendido en el corto plazo si el gobierno de Cristina Kichner busca fortificar alianzas con los sectores más progresistas del espectro político nacional, que serían los actores genuinos que estarían dispuestos a sostener el proyecto planteado.