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Opinión

Mendoza y la crisis

¿Alguien pensó que Mendoza es parte del mismo mundo que está sufriendo cambios económicos cruciales? Mientras en Europa comienza a diseñarse un nuevo capitalismo "a la europea", la debacle del "capitalismo salvaje" barre con cualquier pronóstico previo. La amenaza que esto implica para Mendoza y el país. La oportunidad de convocar a toda la materia gris dispersa para pensar otro modelo.

Asistimos a la caída de un sistema económico que, no hace mucho tiempo atrás, se mostraba vigoroso y exitoso, tras la caída del Muro de Berlín, la Perestroika y todo lo que aquello simbolizó.

Hablar de un cambio resultaría prematuro, ya que no se sabe, todavía, hasta qué punto caerá lo que se denominó como "capitalismo salvaje" o "neoliberalismo" y que fue producto del Consenso de Washington.

Todos los indicios dan cuenta del fin de la globalización financiera sin control, aquella que permitía que un yuppie americano de 30 años de edad (o menos), sin conocer la realidad y muchas veces siquiera el país donde operaba, apretara dos botones de su computadora mientras bebía una champaña y, a miles kilómetros, en San Pablo, Buenos Aires o Mendoza, se cerraran fábricas y perdieran empleos.  Todo ello con la más absoluta ignorancia e irresponsabilidad. Ahora, además, sabemos también que otro condimento era la corrupción.

Sin embargo, está claro que habrá un cambio de rumbo y que el giro será civilizatorio.

Desde la izquierda, anticipan el festejo y aseguran que l mundo girará su rostro para ese lado, una vez más. Desde la derecha, insisten en que lo sucedido es un golpe terrible que no hará más que acomodar las cargas y responsabilidades de un capitalismo que ganó y se impuso de aquí hasta el fin de la historia.

Desde un lado señalan que le llegó su hora a los perversos y desde el otro, que ahora habrá que desterrar mañas y corrupción para reencauzarse.

Pero ya hay quienes hablan del temprano arribo del "fin de al historia" y, por lo tanto, desde Europa enarbolan banderas de un "nuevo capitalismo", más social, más regulado, más democrático y vinculado a las ideas que sembró la "Tercera Vía" inglesa del sociólogo Anthony Giddens, el nuevo socialismo español y el perfume francés que quiere rociarle Sarkozy, quien ya habla del "eje europeo" de la nueva era económica mundial.

Mientras tanto, unos y otros corren a releer a sus autores de cabecera: en Alemania, subieron las ventas de los libros de Karl Marx, John Maynard Keynes y Adam Smith, por ejemplo, pero sin la mediación de sus múltiples intérpretes, tratando de evitar las interpretaciones y buscando abrevar en las fuentes filosóficas, más que en las reconstrucciones prácticas, generalmente moldeadas a medida de intereses puntuales o de la época.

Si hay que empezar a sacar alguna temprana conclusión de lo que nos está pasando puede decirse que, definitivamente, la arquitectura de administración del mundo fracasó; sucumbió frente al peso desmedido que lograron alcanzar transacciones con una moneda de ficción. Y hay que remplazarla.

¿Qué pasará el día después de mañana? Es una incógnita y es un desafío, a la vez, para las naciones del mundo. ¿Qué sistema regirá en el interregno? Por ahora, la única respuesta es el descalabro, el caos y la esquizofrenia financiera.

Hoy no hay organismo rector que implique un centro de referencia a quien mirar en momentos de zozobra.

La Organización de las Naciones Unidas atrasa. Llega tarde a la prevención de cosas previsibles y, por lo tanto, es impensable que pueda, siquiera, arbitrar en algún debate sobre el futuro del planeta. Mucho menos, liderarlo.

A nivel financiero, el Fondo Monetario Internacional, que nació para regir los destinos de las transacciones demostró su fracaso: la crisis le pasó por encima, como casi todo lo demás que sucedió en materia de corrupción financiera. Su desatino en las recetas para el mundo en los años 90, firmaron su descrédito total en el presente y, por lo tanto, el FMI, hoy, ni siquiera está preparado para diagnosticar qué es lo que nos pasa.

Este castillo construido con billetes de ficción, se desmoronó estrepitosamente en lo que algunos acertaron en homologarlo con el derrumbe de las Torres Gemelas.

Los escombros salpican a todos los países del mundo, con suerte disímil.

En el caso argentino, se insiste con vaticinar que el golpe no será tan fuerte, pero se desacierta al no articular una respuesta inteligente, oportuna e inmediata a la situación. No todos los análisis coinciden, precisamente, con la algarabía presidencial.

De hecho, el “riesgo país” sube más que en el resto de la región. La Argentina depende del precio de la soja y con un valor establecido a 300 dólares, el país puede perder el superávit comercial del año que viene, que es, por otra parte, uno de los pilares fundamentales en los que se sustenta el Modelo K.

No hay que olvidar, por otro lado, que el país más propenso a las corridas bancarias es la Argentina.

La situación representa una amenaza pero también de una oportunidad. Pero no es una más: esta vez, no se la puede dejar pasar de largo porque la caída del sistema financiero mundial si o si nos golpeará. Y para morigerar el impacto es necesario contar con una buena conducción y liderazgo con capacidad y poder para cambiar rumbos; algunos, drásticamente.

En Mendoza ya empiezan a sentirse algunos efectos, pero todo indica que, si no se sientan a una misma mesa todos los actores importantes, todos los referentes políticos, empresarios, académicos, obreros y sociales que acrediten legitimidad como tales (algo que está dado por la constancia del aporte permanente a Mendoza; gente ocupada y preocupada por la provincia, con antecedentes intachables) a discutir una estrategia adecuada.

Las ideas equivocadas aplicadas a la agroindustria empiezan a mostrar su fracaso y será fácil echarle la culpa a Wall Street. Pero lo que está sucediendo con la producción de mosto en el Este o el cierre de pequeñas bodegas puede convertirse, más temprano que tarde, en una secuela de múltiples causas, agravada por la crisis financiera mundial.

Es que el 70 por ciento de las exportaciones de Mendoza tienen como destino a países con futuro incierto. Empezando, por el propio Estados Unidos que ya sufre una recesión de dimensiones históricas; y siguiendo por Brasil, que ya devaluó 40 por ciento su moneda y luego, en la misma lista, México y Chile.

Hace algunos años, se le escuchó reflexionar a un empresario local: "las bodegas boutique no son otra cosa que bodegas garage y tarde o temprano se van a fundir porque este negocio no es así", haciendo alusión a un boom que no era tal, a un hobby con pretensiones de negocio o, tal vez, a un pasatiempo de jugadores extraños al interés real de la vitivinicultura o, dicho de otro modo, de aventureros con distinta suerte.. Le agregaremos ahora, viviendo y siendo parte de lo que está sucediendo en una Mendoza a la que ya se le pinchó el globo del turismo fácil.

Más arriba dijimos que es un tiempo de oportunidad y desafíos.

Tal vez sea tiempo de que Mendoza genere, ante la falta de un colchón donde descansar sus finanzas públicas, por ejemplo, de políticas anticíclicas, como la que está encarando la comuna de Capital al disponer de su capital ocioso en forma inmediata, antes de que nadie pueda o quiera adquirirlo.

Todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en este momento bisagra entre dos mundos. Pero algunos tienen más que otros y deben asumir el compromiso que les toca.

Hay una amenaza; puede transformarse en una oportunidad. Pero sólo para visionarios e inteligentes. En este aspecto es en donde Mendoza debe concentrar una materia gris que permanece dispersa. Y esa tarea es para estadistas.