Notas
Punto de vista: JOSE CELESTINO CAMPUSANO

Luego de Vil Romance y Vikingo, el director más iconoclasta del cine independiente argentino nos lleva de nuevo al corazón de la bestia que vive y respira bajo una sociedad sin techo ni ley donde el amor, el respeto, y la tradición parecen ser las únicas fuerzas que empujan a personas que no tienen nada más que a sí mismos y al otro. “Para mí siempre belleza es sinónimo de verdad, así que si vamos a hacer lo mejor de nosotros creo que tiene que estar ligado con una belleza sublime y una entrega superlativa”: esta es una de las tantas definiciones con las que Campusano nos explica su particular filosofía del cine en esta entrevista con LUPA.
Fango nunca tuvo una línea de guión. Jamás. Vos te podés inspirar de una forma en abstracto, digamos, si estás aislado en un lugar silencioso, te tomaste unas vacaciones para componer, componés de una forma. Ahora, si estás con la materia prima delante de tus ojos la inspiración pasa por otro lado. El estímulo sobre nuestro enjambre neuronal y nuestra parte espiritual es otro. Y lo que pasó con Fango fue que el estímulo era el que tenía que ser: se iba componiendo en base a las condiciones de rodaje y al aporte colectivo. El final fue definido en estado asambleario, para que te des una idea. Yo tenía otro final, que era muy desacertado. Pero tuve una severa reprimenda de parte de todo el equipo. Me lo anularon por una cuestión de presión popular, pero es muy interesante que sea así porque son todas las conciencias actuando como si fueran una sola. Eso es un hecho bastante mágico.
En un ambiente hostil, si no nos resguardamos detrás de ciertos códigos, se puede complicar más de la cuenta. Y, muchas veces, los códigos están para que los fuertes conserven su poder y los débiles no piensen en atacarlo. Los códigos están para ser violentados.
Tengo una empatía muy profunda: son amigos. Si no lo eran antes, lo son después de haber filmado.
¿Cómo los encontrás?
Hay una cuestión muy mística ahí, una imantación, porque aparece gente que puede suplir con creces lo que uno podía intuir. Es como que la historia te explota en los ojos. De otra forma uno corre el riesgo que la historia se vaya haciendo más pobre, calculo que por una cuestión de miedo. Miedo a percibir la vida en la dimensión que la vida propone, y uno trata de entenderla según el canon que los festivales aceptan, o que la crítica acepta, o que otros realizadores ya han legitimado con sus obras. A mí me parece que cualquiera de estos factores son igualmente obscenos.
Cuando presentaste Vikingo en Mar del Plata, tu introducción se limitó a aclarar que los formatos estaban en función de los contenidos. ¿Cómo es esa idea?
Yo tuve que tomar una decisión hace años, y era que o la cámara se somete a la realidad con todos los riesgos que eso implica, o someto la realidad a la cámara. Y mi decisión fue innegociable: la cámara se somete a la realidad. De la otra forma se justifica que alguien ilumine un espacio muy encorsetado y que la vida pase fuera de ese espectro. Y yo creo que la cámara justamente debe someterse, y la realidad debe seguir funcionando, ahí está el desafío.
En general siempre que hablás sobre tus películas usas la primera persona del plural. ¿Cómo te pensás a vos mismo en el rol de director?
Como dijera José Martínez Suarez, podés hacer cine por ego, por fama, dinero, o por desarrollo personal. En mi caso yo hago cine porque me siento un servidor público. Y tengo la gran fortuna de facilitar el acceso al arte a muchos sectores de la comunidad, que de otra forma tal vez se verían impedidos. Es algo muy grato. Más aun cuando la vinculación directa con el arte afecta a las personas. Soy plenamente consciente que por más inquietudes que yo tenga a nivel narrativo, de secuenciado, de progresiones de planos, si no tuviera el apoyo de la comunidad no hubiera hecho nada. Nos manejamos de una forma muy cooperativista. Sin ese apoyo, no hubiera sido posible.
Ultimamente se está poniendo la lupa en la relación que debe o no existir entre el Estado y el cine. ¿Qué posición tenés al respecto?
Yo creo fundamentalmente que el Estado debe intervenir, porque si no hay poderes económicos que son de corte netamente mafioso. Calculá que cuando se quiso instalar una cuota de pantalla equitativa se amenazó al gobierno de Illia con suspender el suministro de vacunas Sarin. Ellos se manejan con principios mafiosos, y dejar a gente que no es mafiosa como los directores de países con economías en desarrollo, a merced de estos depredadores no tiene mucha lógica. Nosotros buscamos interlocutores con nuestras películas. Ellos buscan consumidores. Y si consiguen consumidores por el cine snuff, te aseguro que lo van a instalar y no van a tener ningún prurito moral por lucrar con eso.
Recientemente fuiste elegido presidente de una nueva Federación Audiovisual de la República Argentina. ¿Con qué objetivo se forma?
El cine no es de las autoridades que ocasionalmente lo administran. El Instituto es tanto de los espectadores como de cada poblador y de los audiovisualistas. Es nuestro. Y si hay algo que nos molesta, organicémonos, pidamos reconocimiento, y formulemos políticas de cambio. Una interesante sería lograr que cada Village, Showcase, Cinemark, tenga en cada complejo una sala dedicada al cine latinoamericano, administrada por el INCAA. La Federación Audiovisual de la República Argentina tiene sede en Córdoba y representantes de las 23 provincias. Es una asociación civil destinada a generar políticas de cambio. Generar alianzas, pasantías, totalmente federal. Generalmente la información no se hace pública, porque conviene a ciertos sectores que no lo sea. Y nosotros queremos que sí lo sea porque a través de la información pública ya no hay excusas para que un audiovisualista no se desarrolle. Después está el tema de que se ha establecido una estructura piramidal: arriba el capital, abajo el productor tirano y el director como cabeceras de plata, y después abajo los que padecen el maltrato, el pago a destiempo, la inconstancia laboral. Lo que proponemos desde esta entidad es invertir la pirámide. Por más incipiente que sea, yo no considero a un técnico alguien inferior. No está en mi considerarlo así. Se le habla con el mismo respeto que a tu socio. Porque si no, no estamos haciendo bien, estamos usando el arte para separar. Ya hay gente que usa el arte para separar, y nosotros perfectamente nos podemos dar el lujo de usar el arte para unir. Yo creo que mi función en este medio es usar el arte para unir, como un catalizador. Todo lo que sea contrario a este principio me resulta ofensivo. Y por eso hacemos este cine.
Fango, de José Celestino Campusano / Miércoles 31 de Julio, 21hs / Espacio Cultural Julio Le Parc