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Notas

¿Quién dijo que mamá hay una sola?

Espejo de los tiempos modernos, cada vez más niños y adolescentes encuentran contención, afecto y cuidado maternales también en tías, abuelas, docentes y religiosos. Aquí, los testimonios de cuatro mujeres que son madres de alma; en la escuela y en el hogar.
Foto: Web
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Son muchos los casos y las pruebas que refutan la popular creencia de que “madre hay una sola”,  y ponen en evidencia que, en realidad, la  madre biológica es una, pero la idea de la madre como un ser afectivo y contenedor supera todo término.

En este sentido, puede ser una tía, abuela, madrina, maestra o empleada doméstica a quien llamemos de ese modo, o simplemente, pensemos como madre. Y son los testimonios de quienes lo viven así la  mejor forma de ilustrarlo.

Abuela por madre

Mirta Cáceres tiene 51 años y seis hijos y crió como propia a una de sus nietas, quien no teme decirle: “Vos sos mi mamá”. La historia de Mirta, una empleada doméstica que ha luchado toda su vida para sacar adelante a su familia, puede ser común a muchos hogares, pero se diferencia en algo: hace más de una década, una de sus hijas quedó embarazada. A la joven, entonces de tan sólo 19 años, le costó adaptarse a su nuevo rol y la impaciencia propia de los años adolescentes hizo que el cuidado y crianza de la beba, llamada Karen, quedara en manos de Mirta.

Hoy, Karen tiene 14 años y si bien ve todos los días a su madre biológica, vive con su abuela y siempre le asegura: “Siempre vas a ser mi mamá porque siempre me diste todo”. Mirta es la primera en decir que la nena adora a su madre y hasta cuida a su hermanita de meses, pero entiende que su crianza ha sido atípica y la ama por ello.

La mamá en la escuela y su significado psicológico

Otra ámbito en el que se entremezclan los roles y prima el afecto es la relación entre la maestra y el alumno. Para explicarlo, MDZ consultó a la presidenta del Colegio Profesional de Psicopedagogos en Mendoza, Elisabeth Loos. La profesional indicó que es normal que los chicos hagan “un proceso de transferencia afectiva” con el docente, sobre todo si existió un aprendizaje previo con su madre.

El aporte es valioso ya que hoy “los chicos comienzan la etapa educativa cerca de los cuatro años, proyectan sus afectos, deseos y expectativas en las madres, pero muchas veces las realizaciones concretas vienen con los docentes en el aula”.

Asimismo, la psicopedagoga explicó que en muchos casos cuando no se forja esta estrecha unión entre la maestra y el chico o se produce algún problema entre ellos, hay “una resistencia del niño a estudiar para esa clase”.

Pero según experiencia de Loos, este tipo de relación no ocurre sólo en la primaria.  “En los niveles secundarios, por lo general los chicos de 13 y 14 años, establecen una relación con el docente y lo ideal es que esta persona sea un confidente también.

Loos explicó a MDZ que este fenómeno psicológico se da por dos motivos que responden al desarrollo de toda persona donde hay dos momentos significativos. “Cuando el chico a los dos años dice `no, yo puedo solito´ y dejan de pedir ayuda y a los 14 cuando dicen `déjenme porque ya soy grande`”. Es precisamente en ese periodo que los chicos necesitan de una contención, de una guía o referente que imparta aprendizaje y  afecto. Tal búsqueda empieza en la casa y continúa en el aula.

La madre religiosa

El término madre también tiene su correlato en el ámbito religioso.

Cecilia Ortiz, tiene 32 años, hace una década que tomó los hábitos y forma parte de la Comunidad de Hermanas Obreras Catequistas de Jesús. A pesar de su corta edad ha experimentado en reiteradas oportunidades la necesidad de los mendocinos por la “confidencia y contención” que ofrecen los miembros de su comunidad.

“Si bien actualmente son pocos los que nos llaman Madre, no deja de perder el sentido porque se siente un afecto maternal, una maternidad espiritual de nosotras hacia las personas que nos necesitan”, aseguró Cecilia.

En el último tiempo, de acuerdo con la religiosa, ha crecido la demanda por “este acompañamiento espiritual no sólo en la figura del hombre, por el sacerdote, sino que ahora también se busca a la religiosa por los lazos más sensibles y afectivos que expresa una mujer”.

Explicó, además, que son muchas las personas que día a día tocan la puerta de la congregación para recibir ayuda, consejos y hasta alguien con quien hablar. Producto de la crisis de valores, “más de una vez se acerca una señora ama de casa o alguien joven a charlar con nosotras y estar un rato en paz, dialogando o compartiendo”.

El hogar lejos del hogar

Una realidad similar, aunque con otras vivencias, es la que transita Iris Azcurra, directora de una escuela albergue en La Majada, Lavalle. Allí, por pedido de los padres de la zona se construyó en marzo una escuela para que los niños del área pudieran recibir una educación sin viajar varios kilómetros.

Si bien la intención fue legítima, lo cierto es que allí 36 chicos empezaron las clases en condiciones precarias; en una casa de adobe, sin luz y en un salón muy reducido. Al establecimiento, concurren chicos de todos los niveles, toman clases todos juntos bajo la tutela de dos maestros.

La directora y docente Iris Azcurra, asegura que sufre al ver que los tiempos “de la burocracia no se corresponden con los de los chicos. Gracias a Dios hay mucha gente que colabora con nosotros para que los chicos tengan su agua y su comida”.

Estos ocho meses han sido decisivos en la vida de Iris, quien decidió “misionar” –como ella misma lo define- con estos niños porque necesitan cuidado y enseñanza. "Yo que estoy cerca de ellos puedo decir que realmente quieren aprender y quieren aprovechar esta oportunidad que se les está dando. Vos les servís un vaso de leche gigante y se toman dos no uno, no desperdician la comida ni lo que se les enseña”, indica.

A pesar de las vicisitudes y compromisos personales que Azcurra ha tomado para ver a estos chicos en la escuela, afirma que su vida cambió: “Desde el momento en que me encomendé a ellos, yo entro y siento que tengo 36 hijos, no alumnos”.

“Por momentos, siento como si me hubiera casado y ahora tengo hijos y cuatro paredes, nada más. Me siento además de madre, muy necesitada, necesaria y eso no tiene precio para mí”, concluyó Iris.