Tal como un día de colegio secundario o universidad. El alumno predilecto del profesor se acerca a rendir un examen importante. La prueba de fuego empieza bien, primer punto excelente. Le preguntan como se define ante el arquero con el área repleta de defensores y aparece el gol de rulo Pérez como ejemplo. Símbolo de ecuación matemática perfecta, definición de manual y antología.
Pero el examen es bravo y el muchacho parece haber entrado desconcentrado a la academia. Entonces a la hora de marcar en una pelota detenida se queda titubeando. El profesor espera una respuesta rápida, aunque sea un despeje y a la tribuna. Pero nada
El gol del visitante es inminente, doloroso y confuso. Porque todos se miraron y nadie marcó. El profesor, catedrático por cierto, se levanta, lo desaprueba y lo manda al vestuario a meditar. Al término del encuentro Leopoldo Luque sale desilusionado.
Es que sus alumnos predilectos desaprobaron la evaluación. Y sabe que el fin de semana que viene es el recuperatorio. Pero en el caso de caer en la misma debacle la caída será dolorosa y en serio. Con cara por el piso y un caramelo marca bronca que lo masticaba y tragaba constantemente nos dijo: los equipos de fútbol andan bien con equilibrio y cuando no lo tenés aparece este problema. Hay que recuperar el fútbol que hemos perdido. Hoy tiramos pelotazos en lugar de jugar a un toque.
Ante tal respuesta había que encontrar una solución urgente y el entrenador cree tenerla: siempre ganando un clásico se arregla todo sino preguntale a Passarella que ganó uno y se quedó un mes más. Pero hay que ganar para dar alegría y sumar puntos. Lo que haga Atenas y el resto no me interesa el que debe sumar es Argentino.
Respetuoso y claro como siempre. Sin tapujos ni restricciones. El gran maestro y sabio de la academia en la semana buscará revertir la historia.
(Producción: Diego Fernando Vega)