Netflix lanza nuevos episodios de su serie más arriesgada y extraña del año

Netflix vuelve a sorprender con la nueva temporada de Love, Death + Robots, una antología que no se parece a nada. Cada episodio lanza una propuesta distinta, sin necesidad de seguir una fórmula. Desde su estreno, la serie se ha ganado un lugar entre los títulos más comentados. No solo por su estilo visual, sino por la libertad con la que aborda temas complejos y absurdos. Esta cuarta entrega reafirma esa intención desde el primer minuto.
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El arranque con Can’t Stop es un guiño al videoclip como arte. Red Hot Chili Peppers son los protagonistas de una secuencia visualmente potente, que funciona como carta de presentación. Más que una historia, es una descarga de ritmo y color para encender motores.
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Pero los verdaderos tesoros aparecen cuando la animación se suelta el cinturón. Mini encuentros en la Tercera Fase juega con figuras diminutas, alienígenas de juguete y una invasión que parece salida de un juego maldito. No es solo humor, es un homenaje al caos animado.
Esta serie no pide permiso para ir más allá. Cada corto tiene un estilo gráfico distinto. Y aunque algunos relatos tienen más fuerza que otros, todos dejan una marca. Ninguno parece hecho por compromiso o bajo presión de comités creativos.
Spider-Rose entrega una historia silenciosa y tensa, ambientada en un universo donde la soledad flota con gravedad cero. El relato es oscuro, pero no desesperado. El estilo visual tiene un trazo fino y una mirada fría, como si observáramos todo desde una cápsula abandonada.
Joe Abercrombie firma el guion de este episodio con precisión. Hay criaturas que miran sin hablar, y ambientes donde el sonido pesa más que el diálogo. Robert Valley dirige con un pulso rápido y decidido. Las líneas son angulosas, los colores saturados, y la narrativa te arrastra sin pedir consentimiento. Hay algo tribal, algo crudo, algo que recuerda a esas historias que se contaban en revistas de culto, arrugadas por el tiempo.