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Pan de masa madre: el antiguo secreto que transforma tu cuerpo

Comer pan dejó de ser una costumbre automática. Hoy, para muchos, es una decisión.
Comer pan ya no tiene que estar ligado a culpa ni a restricciones. Foto: Archivo
Comer pan ya no tiene que estar ligado a culpa ni a restricciones. Foto: Archivo

El aroma del pan recién horneado es divino. Pero cuando se trata de pan de masa madre, la experiencia va más allá del sabor. Hay una historia ancestral en cada rebanada. La masa madre no es una moda. Es una fermentación natural. No necesita levaduras industriales ni agregados para activarse. Solo tiempo y paciencia.

Ese proceso lento transforma el pan. Le da una textura única, un sabor que evoluciona en cada mordida y un perfil nutricional diferente al de los panes comerciales. Uno de los aspectos más valorados del pan de masa madre es su impacto en el sistema digestivo. Al haber pasado por una fermentación prolongada, el gluten se descompone poco a poco. Esto genera una mejor tolerancia, aunque no se trate de una celiaquía diagnosticada.

Es más sutil con sistema digestivo.

Además, el pan de masa madre tiene un índice glucémico más bajo. Esto significa que su consumo no genera picos abruptos de azúcar en sangre. Para quienes buscan regular la glucosa o evitar la fatiga que provoca un descenso brusco, esta característica resulta de gran utilidad.

La fibra que contiene también juega un rol esencial. Una sola rebanada puede aportar entre dos y cuatro gramos. Esta cantidad ayuda a alcanzar los niveles recomendados por los especialistas, que sugieren entre 25 y 38 gramos diarios, dependiendo del sexo y la edad de la persona.

Pero el valor nutricional no se detiene ahí. El hierro, presente en este tipo de pan, favorece el transporte de oxígeno en el cuerpo. Es vital para mantener la energía y la vitalidad, ya que forma parte de la hemoglobina. Un nutriente que no siempre se encuentra en panes procesados.

Guarda minerales.

Otro mineral importante que se encuentra en la masa madre es el magnesio. Este elemento participa en cientos de reacciones internas, incluyendo la síntesis de proteínas y el mantenimiento de la función muscular. Es esencial para el sistema nervioso, que depende de él para actuar con equilibrio. El zinc también está presente y tiene un papel destacado en el sistema inmune. Favorece la cicatrización, la división celular y la respuesta ante infecciones.