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Masters of Rock: Entre sangre y fuego, Kiss se despidió de la Argentina como deidad del rock and roll

El festival que confluyó las bandas de rock más consagradas de todos los tiempos, tuvo como plus la despedida de Kiss. Estuvimos allá y te contamos cómo se vivió toda la experiencia.
Paul, Gene y Tommy, miembros de Kiss disfrutando de su última noche tocando en la Argentina. Fuente: Ake Music
Paul, Gene y Tommy, miembros de Kiss disfrutando de su última noche tocando en la Argentina. Fuente: Ake Music

Dios: “ser sobrenatural único al que se le rinde culto, tiene poder sobre un ámbito concreto de la realidad y sobre el destino de los humanos”. El pasado 28 de abril se coronó como la noche en la que dioses con calzado de plataforma y rostros maquillados, bajaron directamente a Buenos Aires, Argentina, para deleitar a más de 30.000 personas con clásicos del rock internacional. 

Kiss en la Argentina. Fuente: Santiago Gallo Bluguerman

Desde las 5 am de aquel viernes, fervientes seguidores de Kiss, fandom Kiss Army, comenzaron a formar fila para ser los primeros en ingresar al Parque de la Ciudad, donde se llevó a cabo el mega festival Masters of Rock. El line up se compuso de prestigiosas bandas como Deep Purple, que le regaló al público sus canciones más entrañables como Highway Star y Smoke on the Water, y cerró con broche de oro, con Black Night. Sin embargo, uno de los momentos clave de su presentación en este festival, fue la interpretación de dos tangos, entre ellos Adiós Nonino, que coronaron la sustancial estadía de la banda inglesa en Buenos Aires.

Performance de Deep Purple en Masters of Rock 2023. Fuente: Ake Music

El pase histórico fue con la popular banda alemana Scorpions, que dio cátedra, una vez más, debido a su superioridad instrumental y repertorio al guante del público asistente: canciones como Wind Of Changes, Send Me an Angel y Still Loving You, conmovieron a todos. Un momento inolvidable tanto para los fanáticos de la banda como para quienes pudieron ver a Scorpions por primera vez, fue el solo del baterista Mikkey Dee, quien parecía un superhumano y desplegó todos sus dones, acompañados de un carisma que también representó a cada miembro de la banda.

Scorpions rockeando en el festival más grande de rock del mundo. Fuente: Ake Music

Avantasia, Helloween y Horcas, también tuvieron su momento de brillar en esta fiesta del rock. Y del cierre se encargaron quienes invitan al público desde 1973 a vivir toda una noche llena de rock and roll: Kiss.

Resulta inimaginable un estadio repleto de chicos estrella, zorros, gatos, demonios y magos. Pero estos maestros todo lo pueden, y su público conoce los requerimientos de asistir a sus shows. Porque Kiss es mucho más que música, es un concepto que amerita la misma preparación escénica del público (o la que se pueda lograr) que de sus miembros: Paul Stanley, Gene Simmons, Tommy Thayer y Eric Singer. Así como también se hacen presentes miembros previos a la agrupación actual, a partir de la caracterización esmerada de la armada kissera. 

No entra ni un alfiler para el momento en el que a las 22 horas exactas las pantallas del estadio se iluminan y simulan los instantes previos en los que estos maestros del rock caminan hacia el escenario. Una milésima de segundo de silencio termina, de esos que definen la aproximación a lo más esperado, apenas se escucha la voz ronca inconfundible del doctor del amor diciendo “You wanted the best, you got the best. The hottest band in the world: Kiss” (querías lo mejor, tenés lo mejor. La banda más caliente del mundo: Kiss). El telón cae y da lugar a los acordes míticos de Detroit Rock City, la canción que todo fanático espera para dar comienzo a una velada única.

Luego de un pogo nada tímido y repleto de nostalgia y calidez, Paul acomoda su flequillo diciendo lo que ya es otro clásico, una suerte de pacto tácito que starchild firmó con la armada kissera y repite cada vez que tocan en la Argentina: “Buenos Aires, no hablo mucho español, pero comprendo sus sentimientos y mi corazón es suyo”.

La multitud, que representaría un crisol de edades y generaciones, padres e hijos, enloqueció y coreó a viva voz las canciones que marcaron, en algún punto, la vida de todos. Y algo mucho más valioso aún: el paso del tiempo, que para los miembros de la banda pareciera haberse pausado para convertirse, toda su trayectoria, en sus años dorados. 

Figuras de incontables metros de altura simil piedra, de Paul, Gene, Tommy y Eric, se dispusieron firmes como tótems a los que rezarles, alrededor de un escenario imponente, como lo ameritó un festival con bandas de primer nivel. Apagan antorchas, derriban naves de ovnis, vuelan, escupen sangre y entregan todo su corazón. Si eso no es representar a auténticos dioses sobre la tierra, aquellos que lo pueden todo y que su presencia genera admiración, ¿qué otra cosa lo es?

El clima acompaña toda la jornada, pero en particular, la noche se vive como un sueño hecho realidad, aunque con el sabor amargo de “es la última vez”, en relación con la despedida final de Kiss en la Argentina. En el marco de su última gira internacional End Of The Road

Canciones como Love Gun, en la que Paul Stanley con la ayuda de un arnés vuela para acercarse más al público, se tiñen de lágrimas afortunadas de presenciar un final que lejos está de serlo para todo Kiss Army en el mundo. El repertorio representó a la perfección toda la trayectoria de estos maestros. Rememoraron y performaron canciones de su primer disco, titulado “Kiss”, como Cold Gin, Black Diamond, Deuce, entre otras. Y de discografías posteriores, míticas, como God of Thounder, Shout It Out Loud, Calling Doctor Love, Plaster Caster, I Was Made For Loving You y más.

Paul y Gene disfrutando su último show en Buenos Aires. Fuente: Ake Music 

Una de las perlas de la noche fue, sin dudas, Beth, interpretada por Eric Singer al piano, una pieza que provocó las lágrimas a borbotones de los metaleros más duros. Porque al fin y al cabo, Kiss es ese concepto: show, talento, brillos, luces, fuego, láser, pisada firme, alma y unión. 

Cientos de miles de confetis inundaban, como tormenta de nieve, un Rock and Roll All Night inolvidable, que simulaba salir de una película. Porque para ese entonces, cada cabeza reproducía una recopilación de los momentos que se maquillaron de Kiss en su vida. Cada concierto, cada lanzamiento de un nuevo álbum, cada videoclip, cada instante en el que la banda ofició de acompañante. Momentos que solo quedarán en el recuerdo de cada miembro de la armada kissera. 

“Nunca los olvidaré” se oyó en un tono agudo y emocionado de Paul, y lo que por algunos instantes pareció el fin, dio comienzo a lo que sigue: mantener Kiss más vivo que nunca. Un trabajo que, sin dudas y con mucho orgullo, Kiss Army llevará como bandera por el resto de la eternidad.