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Un hombre en busca de sentido

El responsable es aquel que responde por sus actos, se hace cargo de sus consecuencias y aprende de ellas. Ser responsable es simplemente dar la cara por las acciones realizadas.&nbsp;<br>

lunes, 12 de agosto de 2019 · 13:00 hs

La responsabilidad es, en el plano de lo moral, un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos.

En el plano de lo cotidiano, es la libertad de elegir, que genera a su vez la obligación de justificar las conductas y acciones. Y es, muchas veces, el miedo a esa responsabilidad lo que hace que las personas adopten el papel de víctimas.

Porque siendo víctima la persona se exime de responder por sus acciones. Y esto la reconforta, ya que si tuviera que asumir sus consecuencias debería dar explicaciones por aquello que ha salido mal.

La clave de la responsabilidad es la capacidad que posee el individuo para razonar, tomar conciencia y elegir cómo responder en libertad. Y uno es libre cuando puede decidir qué hacer sin ser forzado.

Como dice Fredy Kofman: «Libertad no significa hacer lo que uno quiere, sino elegir, frente a una situación dada, la respuesta más congruente con los propios valores e intereses sin amenazas de coerción.»

El responsable es aquel que responde por sus actos, se hace cargo de sus consecuencias y aprende de ellas. Ser responsable es simplemente dar la cara por las acciones realizadas.

Si deseas entrenar esta habilidad puedes hacer un pequeño cartel con el siguiente texto y pegarlo en el espejo de la habitación o del cuarto de baño: «Estás viendo la cara de la única persona responsable de tu felicidad.»

Esta «ancla», desde la visión de la programación neurolingüística, te permitirá ir grabando poco a poco en el inconsciente la idea de que eres el gestor y único responsable no sólo de tu felicidad, sino de todos tus resultados.

Algunos se rebelan y aseguran que hay cosas que no se pueden manejar y que tampoco es posible hacerse responsable de todo. Yo les digo que no se trata de lo que es real o no, sino de una manera de observar esa realidad: es una manera conveniente de «leer» la realidad y una poderosa forma de afrontar los desafíos diarios, insisto.

Lo más relevante del control es comprender que el ser humano no sólo tiene el poder de elegir su conducta, sino además sus sentimientos. Cuando una persona se siente mal, le parece que ese sentimiento viene de fuera, que es una con- secuencia de factores ajenos a su control.

Sin embargo, ese sentimiento victimista es producido por ella misma. El malestar se produce porque la persona «decide» sentirse mal. De ahí que los sentimientos sean muy importantes a la hora de diagnosticar el victimismo o el protagonismo de las personas.

«Yo decido cómo sentirme, ya que soy responsable de mis sentimientos...»

Viktor Frankl, luego de su confinamiento en Auschwitz, cuenta en su libro cómo los carceleros del campo de concentración lo pateaban, lo hacían dormir a la intemperie, le daban alimento podrido y lo obligaban a comer ratas, entre otras calamidades.

A pesar de ello, Frankl pensaba que los guardias podían quitarle todo lo que tenía, de hecho habían matado a su familia, mas había algo que no le podían quitar como ser humano: «La elección de cómo sentirme frente a estos padecimientos.»

Frankl descubrió así cómo entre un estímulo y su respuesta existe una brecha de libertad donde la persona elige: «Ésta es mi única y última libertad [...]. Yo decido cómo reaccionar frente a los estímulos externos, ellos no tienen poder sobre mis elecciones», insistía.

Los nazis evidentemente no pudieron penetrar en ese espacio de elección y responsabilidad. Y gracias a este poder de «elegir cómo sentirse» pudo sobrevivir al Holocausto y llevar este mensaje al mundo a través de la logoterapia.

Asumir la responsabilidad por el sentido de nuestra existencia y nuestros sentimientos nos fortalece, ya que nosotros seremos protagonistas en tanto y en cuanto decidamos día a día nuestros sentimientos como una elección personal.

«Nadie puede herirte sin tu consentimiento», decía Eleanor Roosevelt.

Esto supone que nadie puede hacernos sentir algo contra nuestra voluntad, y ésa es una verdad completa, aunque la mayoría de las veces «creamos» que los demás tienen poder.

Como dice Kofman, no eres responsable «del problema», pero eres responsable «frente al problema».

Si deseas algo en tu vida, primero debes ser consciente del poder que posees para gestionar tus estados de ánimo. Y sólo lograrás hacerte cargo de ellos si te haces responsable de tus emociones. Todo está en tu interior. Y es tu elección y tu responsabilidad liberar esa energía contenida.

La clave de tu protagonismo supone que asumas la responsabilidad frente a las circunstancias. No debes hacerte cargo de todo lo que sucede en tu vida, sino, como dice Covey, debes enfocarte en el área de influencia, y en ella descargar toda tu habilidad para responder.

Por Alfredo Diez, escritor, conferenciante y consultor de empresas / Instagram: alfredo10coach