Salud

La depresión, esa niña que no es bonita

Tristeza, desgano, negativismo, son algunas palabras con las que se relaciona esta tan mal publicitada enfermedad. ¿Cómo influye en nuestro cerebro? Te contamos. 

miércoles, 26 de junio de 2019 · 10:51 hs

“Me llamo tristeza”, dijo mientras accionaba el control de la mente de la protagonista. Regordeta, bajita, azulada, de párpados caídos y movimientos lentos, así se caracterizó a la tristeza en la película “Intensamente”, de Disney.

Y algo de eso tiene que ver con el boceto que ronda en el imaginario social cuando se habla de depresión.

La palabra proviene del latín “depressus”, que significa abatimiento. Pero los griegos fueron quienes se molestaron en abordarla desde un modelo médico.

Hipócrates concebía que las enfermedades eran causadas por un desequilibrio entre cuatro humores (o líquidos corporales): sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. La depresión se relacionaba con un exceso de bilis negra, razón por la que las personas se sentían abatidas, tristes y apáticas.

Fue en el año 1725 que Sir Richard Blackmore, médico de Guillermo III de Inglaterra, registró la palabra depresión para referirse a aquellos pacientes que estaban hundidos en una tristeza profunda.

Desde la OMS, se la define como un trastorno mental caracterizado por tristeza, pérdida de interés y placer, sentimientos de culpa y/o falta de autoestima, trastorno del sueño y/o del apetito, sensación de cansancio y dificultad para concentrarse.

El médico psiquiatra Daniel Santiago nos explica que los trastornos depresivos pueden presentarse a cualquier edad, pero actualmente se observa con mayor frecuencia en la adolescencia y entre los 20 y 50 años. Más tarde, alrededor de los 65 años en adelante, aparece asociada a la jubilación y problemas de salud.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM 5) clasifica diferentes tipos de depresión, teniendo en cuenta los síntomas (Trastorno depresivo mayor, trastorno depresivo especificado o no especificado) o la etiología (trastorno disfórico premestrual, trastorno depresivo debido a otra enfermedad, trastorno depresivo inducido por sustancias o fármacos).

Los síntomas son: 

- Estado de ánimo triste o irritable la mayor parte del tiempo.

- Dificultad para conciliar el sueño o exceso de sueño.

- Cambio significativo en el apetito, acompañado por aumento o pérdida de peso importantes.

- Cansancio o falta de energía.

- Sentimientos de culpa y baja autoestima.

- Dificultad para concentrarse.

- Movimientos lentos o rápidos.

- Sentimientos de desesperanza y/o abandono.

- Pensamientos de muerte o suicidio.

- Disminución o pérdida de placer en actividades que antes se disfrutaban.

- Disminución del deseo sexual.

En los niños los síntomas pueden variar. Habrá que estar atentos al descenso de rendimiento escolar, pocas o nulas ganas de jugar y cambios bruscos en el humor.

Además, es bueno saber que hay depresiones que cursan sin tristeza ni abatimiento. Los pacientes están más bien ansiosos e inquietos.

En la etiología de este trastorno convergen múltiples variables. La herencia es un factor importante. No solamente en cuanto a carga genética (la depresión es más frecuente en familiares de primer grado), sino también en el desarrollo de respuestas depresivas frente a eventos adversos (tendencia a percibir de manera negativa los sucesos vitales).

El doctor Santiago nos explica que en la depresión hay alteración en la concentración de neurotransmisores de las vías colinérgica, catecolaminérgica (noradrenérgica o dopaminérgica) y serotoninérgica.

Por otro lado, los factores psicosociales también inciden en el ánimo depresivo. En este sentido, las situaciones de estrés, de separaciones, de pérdidas pueden actuar como disparadores en personas predispuestas a padecer alteración afectiva.

Y este punto resulta clave: la predisposición. Porque uno ve que, ante un mismo evento, las personas reaccionan de diferente manera. Existen esquemas mentales que hacen que cada uno “mire” la realidad a través de ciertos lentes. Si nuestros cristales son negativos, desesperanzadores, pesimistas, es lo que vamos a ver ante cualquier situación. La depresión encontrará una vía facilitada de acceso a nuestra vida.

Existen condiciones físicas que puede causar depresión: período posparto (comprendido dentro de las 4 semanas siguientes al parto), cambios estacionales (sobre todo los climas invernales largos y crudos), trastornos tiroideos, tumores encefálicos, ACV, demencias tipo Alzheimer en su fase inicial y enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple.

Los trastornos alimentarios y la carencia de ciertos alimentos pueden generar depresión, como así también la ingesta de algunos fármacos y sustancias como corticoides, beta-bloqueantes, alcohol, anfetaminas, drogas de diseño.

La depresión provoca, también, alteraciones cognitivas: problemas para prestar atención, para recordar eventos recientes (o, a veces, sucesos importantes de la vida), enlentecimiento general, dificultad para tomar decisiones, disminución o ausencia de motivación. Este tema debe tenerse presente, sobre todo, teniendo en cuenta que la mayor parte de estos pacientes se encuentran laboral o académicamente activos.

Los síntomas pueden irritar también a quienes rodean al paciente. Debe tenerse en claro que nada es voluntario ni en contra de nadie. Sencillamente, quienes sufren esta alteración no puede manejar ciertas emociones o sentimientos y esa es su forma de encauzarlos.

El doctor Santiago recalca la necesidad de un buen diagnóstico que ayude a discriminar si la depresión es primaria (basada en alteración de los neurotransmisores) o secundaria (reactiva a algún suceso vital), ya que el tratamiento será diferente. Hoy se utiliza medicación de nueva generación que busca mejorar la recaptación de serotonina en el cerebro actuando sobre múltiples receptores a la vez, con el plus de mejorar la cognición. Estas drogas son la Vilazodona y la Vortioxetina.

Personalmente, creo que la niña (no) bonita, no es ni linda ni fea, sencillamente, ES, y nos da la posibilidad, luego de mirar de frente al dolor y de sortear la sensación de tocar fondo, de reaparecer con cicatrices, reinventando la realidad desde otra arista.

El desafío es permitirse mirar al otro lado.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Mat.: 1296 / licceciortizm@gmail.com