Europa discute cómo aislar a Grecia sin liquidar la moneda única
Los principales gobiernos de la Unión Europea (UE), junto al Banco Central Europeo (BCE) y los principales bancos de la región, debaten contrarreloj cómo aislar la Eurozona de Grecia, buscando una salida ordenada de este país del euro sin que esto suponga la ruptura de la moneda única.
El jueves, los mercados bursátiles respondieron de manera ligeramente optimista a la decisión del Bundestag (Cámara baja) alemán de votar a favor de la ampliación del Fondo de Estabilización Financiera (FEEF), pero ya el viernes volvieron a su tónica bajista.
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Los operadores están poniendo de manifiesto, a través del comportamiento errático y fundamentalmente vendedor, que no creen que el fondo de 440.000 millones de euros que alcance para hallar una solución integral a la crisis.
El gran debate ha ganado ya las páginas de toda la prensa especializada del Viejo Continente y de Estados Unidos, donde los responsables económicos, financieros y especuladores, se enfrentan abiertamente en defensa de sus intereses y, en función de éstos, elaboran propuestas de supuestas soluciones.
Alemania, país rector de la UE y de la Eurozona, ha concedido su apoyo a la ampliación del FEEF, mientras sigue presionando a los bancos acreedores de Grecia para que acepten hacerse cargo de una quita de la deuda helena que podría llegar hasta el 50% de su valor nominal.
La banca, tanto alemana pero fundamentalmente la francesa, resiste a brazo partido esta idea, tal como lo viene expresando el presidente del Deutsche Bank, Josef Ackermann, y los máximos representantes de los bancos galos.
Estados Unidos, por su parte, ha intervenido de lleno en la discusión, y el secretario del Tesoro, Tim Geithner, ha planteado la necesidad de incrementar mucho más (se habla de hasta en 2 billones de euros) el monto del FEEF para hacer frente a la posibilidad de una suspensión de pagos (default) en cascada dentro de la Eurozona si Grecia cae.
Pero la resolución del estado de crisis profunda de Europa no es nada fácil. Una reducción del 50% en el valor nominal de la deuda griega afectaría en alrededor de 10.000 millones de euros a los bancos acreedores de Grecia en toda Europa.
Pero lo que está en cuestión desde hace más de un mes es la situación de los grandes bancos de los principales países de la UE.
Concretamente su situación de solvencia, lo que ha llevado a que EEUU haya cortado la canilla de dólares que les permite a aquellos ir afrontado el pago de sus deudas.
Uno de los casos más graves es el de España, donde el conjunto de entidades financieras deberán enfrentar vencimientos por 200.000 millones de euros a lo largo de 2012, en un marco en el cual su única fuente de financiamiento es el BCE.
En el caso de que Europa entrase en recesión (está creciendo a un ritmo promedio del 1% o menos), el problema ya no sería Grecia, como de hecho ya no lo es.
Grecia podría convertirse apenas en el disparador que dejaría al descubierto que la banca tiene en cartera títulos públicos de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, países todos que sufrirían casi seguramente el pánico por un default griego y esto llevaría a que los bancos necesiten más de 300.000 millones de euros en capital, de acuerdo a un estudio del gigante financiero de inversiones Nomura.
No por casualidad, el legendario financista y especulador monetario George Soros planteó el pasado jueves en un artículo publicado en el Financial Times que lo que está planteado en Europa y en el mundo es “frenar una segunda Gran Depresión” como la de la década de 1930.
En el fondo e incluso en parte de su formato, la propuesta de Soros se acerca mucho a la de Alemania, aunque avanza mucho más en definiciones.
A su juicio, se trata de nacionalizar la banca europea, si bien no lo dice con todas las letras. En su esquema, Europa debe crear un Tesoro único a través de un nuevo Tratado de la Unión.
Como eso es un proceso que tardará por razones políticas y burocráticas, Soros propone que el BCE cumpla la función de Tesoro provisional y “dirija los bancos para mantener las líneas de créditos y los préstamos extraordinarios, mientras controla muy de cerca los riesgos tomados por su propia cuenta” por las entidades.
En una declaración de total acuerdo con Alemania, el financista cree que necesario crear un agencia intergubernamental para mancomunar las tareas del FEEF y el BCE, asegurando que funcione ese Tesoro europeo, dejando claro que “esto tendría que ser autorizado por el Bundestag de Alemania y quizá (sic) por los parlamentos de otros Estados también”.
En líneas generales se trata de imponer una suerte de dictadura económica alemana sobre el resto de Europa, que no es otra cosa que lo que está planteando Merkel con sus exigencias de aprobar ayudas a cambios de ajustes brutales que significarán la liquidación del Estado de Bienestar creado en la pos-guerra europea.
Mientras tanto, los países periféricos siguen reclamando la emisión de Eurobonos, es decir, transformar los títulos públicos emitidos por cada Estado en uno solo respaldado por la Unión y el BCE, a lo que Alemania se niega de plano.
A estas alturas ya nadie se engaña: la UE, la Eurozona y el euro sobreviven a duras penas, soportando tendencias centrífugas productos de las diferencias de intereses nacionales y sectoriales, donde, de momento, el sector financiero sigue predominando en la definición de políticas.
La salida y aislamiento de Grecia del euro se parece cada día más a la cuadratura del círculo. Un paso en falso en este sentido, y/o una combinación de esto y de choques nacionales y sociales dentro de uno o más países, llevaría a una situación catastrófica a Europa y a toda la economía mundial. En este punto está la crisis europea hoy.
Estados Unidos, por su parte, ha intervenido de lleno en la discusión, y el secretario del Tesoro, Tim Geithner, ha planteado la necesidad de incrementar mucho más (se habla de hasta en 2 billones de euros) el monto del FEEF para hacer frente a la posibilidad de una suspensión de pagos (default) en cascada dentro de la Eurozona si Grecia cae.
Pero la resolución del estado de crisis profunda de Europa no es nada fácil. Una reducción del 50% en el valor nominal de la deuda griega afectaría en alrededor de 10.000 millones de euros a los bancos acreedores de Grecia en toda Europa.
Pero lo que está en cuestión desde hace más de un mes es la situación de los grandes bancos de los principales países de la UE.
Concretamente su situación de solvencia, lo que ha llevado a que EEUU haya cortado la canilla de dólares que les permite a aquellos ir afrontado el pago de sus deudas.
Uno de los casos más graves es el de España, donde el conjunto de entidades financieras deberán enfrentar vencimientos por 200.000 millones de euros a lo largo de 2012, en un marco en el cual su única fuente de financiamiento es el BCE.
En el caso de que Europa entrase en recesión (está creciendo a un ritmo promedio del 1% o menos), el problema ya no sería Grecia, como de hecho ya no lo es.
Grecia podría convertirse apenas en el disparador que dejaría al descubierto que la banca tiene en cartera títulos públicos de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, países todos que sufrirían casi seguramente el pánico por un default griego y esto llevaría a que los bancos necesiten más de 300.000 millones de euros en capital, de acuerdo a un estudio del gigante financiero de inversiones Nomura.
No por casualidad, el legendario financista y especulador monetario George Soros planteó el pasado jueves en un artículo publicado en el Financial Times que lo que está planteado en Europa y en el mundo es “frenar una segunda Gran Depresión” como la de la década de 1930.
En el fondo e incluso en parte de su formato, la propuesta de Soros se acerca mucho a la de Alemania, aunque avanza mucho más en definiciones.
A su juicio, se trata de nacionalizar la banca europea, si bien no lo dice con todas las letras. En su esquema, Europa debe crear un Tesoro único a través de un nuevo Tratado de la Unión.
Como eso es un proceso que tardará por razones políticas y burocráticas, Soros propone que el BCE cumpla la función de Tesoro provisional y “dirija los bancos para mantener las líneas de créditos y los préstamos extraordinarios, mientras controla muy de cerca los riesgos tomados por su propia cuenta” por las entidades.
En una declaración de total acuerdo con Alemania, el financista cree que necesario crear un agencia intergubernamental para mancomunar las tareas del FEEF y el BCE, asegurando que funcione ese Tesoro europeo, dejando claro que “esto tendría que ser autorizado por el Bundestag de Alemania y quizá (sic) por los parlamentos de otros Estados también”.
En líneas generales se trata de imponer una suerte de dictadura económica alemana sobre el resto de Europa, que no es otra cosa que lo que está planteando Merkel con sus exigencias de aprobar ayudas a cambios de ajustes brutales que significarán la liquidación del Estado de Bienestar creado en la pos-guerra europea.
Mientras tanto, los países periféricos siguen reclamando la emisión de Eurobonos, es decir, transformar los títulos públicos emitidos por cada Estado en uno solo respaldado por la Unión y el BCE, a lo que Alemania se niega de plano.
A estas alturas ya nadie se engaña: la UE, la Eurozona y el euro sobreviven a duras penas, soportando tendencias centrífugas productos de las diferencias de intereses nacionales y sectoriales, donde, de momento, el sector financiero sigue predominando en la definición de políticas.
La salida y aislamiento de Grecia del euro se parece cada día más a la cuadratura del círculo. Un paso en falso en este sentido, y/o una combinación de esto y de choques nacionales y sociales dentro de uno o más países, llevaría a una situación catastrófica a Europa y a toda la economía mundial. En este punto está la crisis europea hoy.

