Salud

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miércoles, 7 de agosto de 2019 · 10:05 hs

Cuando escuchamos la palabra depresión, inmediatamente surgen en nuestra mente imágenes relacionadas con la versión más frecuente de este trastorno: tristeza, falta de energía vital, enlentecimiento psicomotriz.

Pero pasa que, hace tiempo, nos encontramos con pacientes que consultan por dolencias que aparentemente distan de la depresión, aunque terminan, cual velo, encubriéndola: dolores somáticos, fallas en la memoria y en la concentración, exceso de energía, etc.

Existen dos fenómenos bien claros en nuestra realidad contemporánea que influyen en esto. Por un lado, los alocados y apurados tiempos actuales tornan difícil encontrar un momento para tomar contacto con uno mismo, para identificar qué nos pasa, entonces, lo desconocido, lo que carece de palabra e identidad, se expresa a través de otros síntomas.

Por otra parte, pareciera ser que, por lo menos en ciertas consultas, el padecimiento físico tiene mejor prensa que el psíquico. Así, la depresión se cubre con el manto de un síntoma que, en apariencia, es ajeno a ella.

De esta forma, queda conformado un perfil de paciente conocido en la jerga médica como “frustradores de especialistas”. Son personas que llevan una historia de consultas por cuanta especialidad médica exista, buscando alivio para sus padeceres. Alivio que no llega porque nadie logra “dar en la tecla”.

El médico psiquiatra Juan Ignacio Bacha explica que aproximadamente un 10% de pacientes consulta por dolencias que no vinculan directamente a una falta de energía o tristeza, síntomas patognomónicos de la depresión. Dichas dolencias son poco específicas y, a la larga, terminan denunciando a esta enfermedad psiquiátrica como causa exclusiva.

En el año 1966, la comunidad científica comenzó a referirse a estos cuadros como “equivalente depresivo”, o “depressio sine depressione”; en 1969 se hablaba de depresión larvada. A partir del año 1973 se logró consenso y comenzó a reconocerse como depresión enmascarada, para hacer referencia a que los síntomas psíquicos están enmascarados por los somáticos.

Las personas con depresión sonriente son capaces, en la mayoría de los casos, de continuar con sus actividades diarias, pero es la misma fuerza que les puede empujar a cometer sus pensamientos suicidas.

En nuestros días, los manuales internacionales de diagnóstico psiquiátrico CIE-11 y DSM V, no contienen el término depresión enmascarada, lo cual no implica que estas depresiones atípicas hayan desaparecido, sino que, con la finalidad de acercarse a un diagnóstico más certero, se las tipifica dentro de otros padecimientos.

El doctor Bacha nos explica que la diferencia radica en que este tipo de pacientes carece de tendencia al autorreproche y de inhibición. Por otro lado, no presentan disminución de la vitalidad y hasta, en ciertas ocasiones, niegan sentirse tristes.

¿Cuáles son, entonces, los motivos de consulta? Dolores musculares, parestesias, cefaleas, vértigos, dolor torácico, ciatalgia, lumbalgia, alteraciones en el ritmo cardíaco (las conocidas palpitaciones), alteración en la presión arterial (hiper o hipotensión emocional), trastornos gástricos (a modo de constipación, diarrea, colon irritable, anorexia o hiperfagia), alteraciones del sueño y/o dificultades cognitivas, como problemas para concentrarse y recordar información.

Generalmente los dolores o molestias son vagas, con variaciones a lo largo del día, difícilmente descriptibles y con respuesta caprichosa al tratamiento farmacológico. Otro dato importante es que los estudios complementarios (imágenes, laboratorio, evaluaciones neuropsicológicas) suelen no mostrar patología orgánica.

Así, los pacientes cargan en sus espaldas con repetidas consultas a diferentes profesionales, sin encontrar respuesta adecuada a su padecer.

El doctor Bacha nos explica que el diagnóstico es complejo, dadas las múltiples expresiones clínicas. Pero, se debe sospechar cuando existe larga historia de consultas médicas sin éxito en los abordajes, dificultad para encontrar una causa orgánica al padecimiento y/o cuando hay alteración orgánica, pero no es suficiente para explicar la evolución de la alteración y dificultad para precisar localización, intensidad y evolución del sufrimiento por parte del paciente.

Un abordaje interdisciplinario permitirá congregar diferentes posturas y aportar una visión holística del caso, en este sentido, el tratamiento médico deberá complementarse con acompañamiento psicológico y/o psiquiátrico, nutricional, actividad física, ocupacional y kinesiología.

Ninguna persona es igual a otra. Ninguna enfermedad es igual a otra. Tomar contacto con las emociones, a veces es difícil, pero evitarlo, no hace que desaparezcan.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com