Por qué debes lavar las sábanas con más frecuencia: hongos, sudor y bacterias
Cambiar y lavar las sábanas con la frecuencia adecuada nos protege de un sinfín de microorganismos.
Aunque no lo veamos, con el tiempo, nuestra cama se convierte en un hogar para hongos, sudor y bacterias. Es fácil pensar que nuestras sábanas están limpias solo porque no parecen sucias, pero la verdad es que los fluidos corporales, las células muertas y otros residuos comienzan a acumularse en apenas unos días.
Según Philip Tierno, microbiólogo de la Universidad de Nueva York, la acumulación de residuos en las sábanas empieza a ser significativa entre una y dos semanas. Si no cambiamos las sábanas con regularidad, nos exponemos a un entorno perjudicial.
La recomendación general para la mayoría de las personas sanas es lavar las sábanas al menos una vez por semana. Esta rutina reduce la acumulación de ácaros del polvo, células muertas y bacterias, que se alimentan de esos restos.
Para aquellos que padecen alergias o asma, la frecuencia del lavado debería ser aún mayor, incluso hasta dos veces por semana. Además, en estaciones frías como el invierno, aunque parezca menos necesario debido a que sudamos menos y solemos ducharnos antes de acostarnos, no es recomendable alargar el tiempo entre lavados. Aunque puedes extenderlo a dos semanas si duermes solo y mantienes una higiene estricta, lo mejor para una buena salud es no arriesgarse.
El verano es otro desafío. El sudor y la humedad que se acumulan durante las noches calurosas crean un ambiente propicio para la proliferación de hongos y bacterias. Estos microorganismos causan malos olores, afectan la piel y el sistema respiratorio. Por eso, en épocas calurosas, es aconsejable lavar las sábanas con mayor frecuencia, quizás dos veces por semana o más, dependiendo de cuánto sudes durante la noche.
Si compartes tu cama con mascotas, es imprescindible aumentar la frecuencia del lavado. Los animales pueden traer consigo bacterias y parásitos que, combinados con el calor y la humedad, convierten la cama en un caldo de cultivo para hongos y bacterias.