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La tendencia del verano en Maitencillo que se puede hacer por menos de 100 dólares

El balneario que es uno de los más exclusivos de la costa trasandina es la cuna de una de las propuestas que cada vez gana más adeptos. Te mostramos la experiencia en primera persona.

Sol Devia
Sol Devia miércoles, 22 de enero de 2025 · 17:21 hs
La tendencia del verano en Maitencillo que se puede hacer por menos de 100 dólares
Las olas de Maitencillo son de las mejores para quienes buscan sumergirse en el surf. Foto: Marcos Garcia/MDZ

El balneario de Maitencillo, una de las exclusivas playas de la comuna de Puchuncaví, la capital del Turismo Deportivo Sustentable de Chile, es desde hace ya mucho tiempo una de las playas preferidas de los argentinos para sus vacaciones de verano. Su estilo arquitectónico, su amplia costa apta para baño, la oferta gastronómica y la diversidad de actividades que puede ofrecer para los turistas son algunos de los atributos que la destacan del resto. 

Una de esas actividades justamente está relacionada con el deporte y es una de las preferidas de la temporada en la costa del Pacífico: el surf. Es que el oleaje de Maitencillo la ha convertido en una de las plazas trendy para la disciplina que desde tempranas horas en la mañana se ve invadida por principiantes y expertos que desafían el mar de Chile con sus tablas. 

Fue por eso que MDZ Online decidió vivir de lleno la experiencia que argentinos y chilenos están experimentando esta temporada en la playa de estrella de Puchuncaví. Acompañados por la cálida guía y asesoramiento del personal de Turismo de la Municipalidad de Puchuncaví, llegamos hasta Escuela de Surf Maitencillo y nos topamos con el desafío de convertirnos en surfistas en solo un día, algo que se puede llegar a conseguir por menos de 100 dólares. 

El surf es una de las actividades más requeridas en las playas de Maitencillo en Puchuncaví. Foto: Marcos García/MDZ

Cuánto cuesta una clase de surf

Aunque no son los únicos en la zona, la Escuela de Surf Maitencillo es la más antigua del lugar, con ya 25 años de historia. En su caso, cuentan con un staff de instructores profesionales bilingües, capacitados en salvataje marítimo y primeros auxilios. Con la posibilidad de no solo hacerlo en la temporada de verano, sino durante todo el año, dan la posibilidad de tener clases individuales o grupales para cualquier persona. 

Sin importar la edad ni el sexo, tener una clase grupal por un precio de CLP $18.000 (tomando una cotización promedio de $1,4 por cada peso chileno son poco más de $25.000 o con el dólar a “luca” unos US$ 18) y una individual por CLP $32.000 (casi $45.000 o US$ 32). Además, brinda talleres para personas con discapacidad, cualquiera sea el tipo. 

Como ellos mismos recomiendan, aunque en una sola clase ya se puede “con el asesoramiento adecuado y las tablas e indumentaria correcta” lograr pararse, recomiendan un mínimo de cinco clases para absorber los conocimientos básicos del surf y necesarios para seguir evolucionando por cuenta propia. Y con 10 sesiones, se asegura una comprensión más a fondo de la disciplina en su contexto global.

Así con un presupuesto que no supera los 100 dólares y en menos de una semana, es posible convertirse en surfista y al menos adquirir los conocimientos básicos del deporte. 

Personas de todas las edades se animan a dar sus primeros pasos en el surf en Maitencillo. Foto: Marcos García/MDZ

Además, con más de 10.000 clientes por temporada, ya sea en el ámbito de los colegios, universidades y empresas, ofrecen todo el equipamiento necesario para aquellos que recién arrancan en el deporte, desde los trajes de neopreno hasta las tablas de surf adecuadas a cada tamaño de persona. 

Aprender desde cero y en un día en primera persona

Sin más conocimiento alguno del surf más allá de alguna película o alguna serie de televisión, nos embarcamos en el desafío de lograr pararnos en una tabla en una sola jornada de entrenamiento. Nuestra guía en esta marina aventura fue Sebastián, uno de los instructores más experimentados en la Escuela de Surf Maitencillo

Después de arribar alrededor de las 12 al parador, procedimos a colocarnos la indumentaria adecuada: un traje de neopreno completo, remera con la inscripción de “Alumno” con un gran estilo hawaiano y protector solar para enfrentar el tiempo que pasaríamos expuestos al sol. 

Una vez completado el outfit, llegó el turno del calentamiento, un trote suave por la playa, estiramientos de todos los grupos musculares y ya estábamos preparados para subirnos a la tabla, aunque primero fuera del agua. Allí, Sebastián nos detalló el paso a paso de los movimientos que luego de manera automática deberíamos realizar para poder estabilizarse en el agua.

Una vez mecanizado y probado fuera de agua el pararse en la tabla de surf llegó el momento de replicarlo pero con el imprevisto de las olas. Ya dentro del mar, nuestro instructor comenzó a explicar cómo “leer” el movimiento del Pacífico, así poder comenzar con nuestros intentos de surfear. 

Así son los primeros movimientos con la tabla fuera del agua antes de enfrentar las olas. Foto: Marcos García/MDZ

Entendiendo dónde comenzaban a romper las olas, y con la precisión de un médico que empezaba a tomarle el pulso a su paciente, y ubicados en la zona para principiantes, a eso de las 13 y ya sumergidos en el mar, Sebastián nos explicó que el oleaje suele presentarse de “series” de entre cuatro y cinco olas seguidas. 

Una vez que las palabras quedaron de lado, llegó el momento de volcar sobre nuestra tabla todo lo aprendido en la última hora. Así fue que hicimos el primer intento, con la adrenalina disparada luego de la orden al grito de nuestro instructor de “Arriba” que indicaba que ese era el momento exacto para subirse y comenzar a surfear. Aunque los movimientos fueron bastante dignos, nuestro inexorable destino fue el agua. 

Con correcciones de por medio y con el desafío de lograr estabilizarnos todavía en pie, fuimos en busca de esa segunda ola que nos consagrara como surfistas de manera oficial. Con mayor suerte, en esta segunda oportunidad las bondades del océano nos permitieron sostenernos al menos unos segundos (que en nuestro interior parecieron eternos) y deslizarnos algunos metros impulsados por la fuerza del mar. 

En poco más de una hora de la clase pudimos pararnos y surfear en las olas del Pacífico. Foto: Marcos García/MDZ

Ya completado el desafío de pararnos, la clase continuó entre caídas y momentos de “gloria” que iban puliendo nuestra nobel técnica adquirida en sola una clase. Así, casi dos horas después de haber agarrado la tabla por primera vez, nos retiramos de la costa de Maitencillo pero ya con el título de “surfistas”, al menos por un día, en nuestro haber para exhibir con orgullo al regresar a Argentina. 

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