Efecto lluvia: el milagro climático que miran Sergio Massa y Javier Milei y también celebra el FMI
La brutal sequía que afectó al país desde hace más de un año y puso en jaque a la economía argentina está dando paso a abundantes lluvias. Un giro de 180 grados para los próximos meses.
El dato lo manejan, por ahora, en las entidades que representan al sector. Y con cierto secretismo, para que la política "no se entusiasme de más y empiece a pensar en que es dinero de ellos". Sin embargo, la información ya llegó a las oficinas de los dos candidatos a presidente que ya están oficializados para disputar el balotaje el 19 de noviembre. Y, obviamente, generó expectativas positivas.
La lluvia caída en los últimos 10 días y que promete prolongarse por al menos cinco jornadas más durante la próxima semana (sólo habrá un oasis entre el sábado y el domingo), es descripta por los productores agropecuarios de gran parte de la zona núcleo como "perfecta". Por su cantidad, calidad, momento, permanencia en el tiempo y distribución geográfica, es lo que el campo necesitaba.
Y le permitiría al país garantizar para 2024 ingresos seguros por un piso de 10.000 millones de dólares, los que podrían estirarse en pocos días a los U$S 15.000 millones. O incluso, unos 20.000 millones si el proceso continúa alternadamente hasta fines de noviembre y principio de diciembre.
Hay una explicación técnica para el optimismo. En reuniones de productores que se multiplicaron en regiones como el sur y centro de Córdoba y Santa Fe y el norte de la provincia de Buenos Aires (zonas donde se comenzó la historia 2023- 2024 de la cosecha gruesa, soja pura y dura), se explica que la cantidad de agua caída, distribuida en más de 10 días y en los lugares donde se dio el fenómeno, provocaron una suerte de perforación del suelo generando un efecto de humidificación de la tierra.
Esto determina que cambie la estructura de humedad de los campos donde comenzó el proceso de producción de la oleaginosa, generando las condiciones adecuadas para generar el optimismo. Y como el servicio meteorológico anticipa además que entre el lunes y el viernes seguirá lloviendo de la misma manera, el efecto permanecerá y terminará el proceso necesario para el momento de la campaña. Si luego hubiera lluvias alternadas hasta al menos marzo, todas las expectativas serían más que óptimas.
El juego del Fondo
Más allá de las cuestiones técnicas, el pronóstico ya habla de una situación superadora, largamente, al terminar 2023, sequía mediante. Servirá para tranquilizar el comienzo de la gestión fiscal del gobierno que suceda al de Alberto Fernández. Y para mirar al tercer actor que está interesado en el fenómeno climático.
Ni más ni menos, el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que Argentina firmó un acuerdo en marzo del 2020, por el cual el país debería incrementar sus reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en unos U$S 8.000 millones durante el próximo año. Y, si se dieran las proyecciones sojeras que trae la lluvia aliada, sería un número alcanzable. E incluso superable.
A esa cifra se llegó en agosto pasado, luego de cerrar las negociaciones de más de cinco meses que el equipo de Sergio Massa y los técnicos del FMI mantuvieron febrilmente para terminar de acordar la renovación del programa de Facilidades Extendidas, considerado caído desde abril cuando Argentina incumplió con varias de las premisas acordadas y se comprometió a tomar algunas medidas alternativas, como devaluar un 22%, algo que no salió bien, dados los resultados posteriores.
Desde el FMI se vivió la renovación del acuerdo como una concesión al país por los efectos de la sequía en la economía local, y el inevitable incumplimiento de la meta de una suma de 5.000 millones de dólares finales para el BCRA en 2023. Sin embargo, el perdón del Fondo no llega al 2024. Y menos si los datos climáticos indican que el fenómeno de la sequía no se repetirá.
La sequía sobre la mesa
Este año, recuerdan en el FMI, se respetó además el cálculo que llevó Sergio Massa, en su rol de ministro, a la mesa negociadora, sobre pérdidas fueron de no menos de U$S10.000 millones, mientras que la dirección para el Hemisferio Occidental, a cargo de Rodrigo Valdés, tenía otros números, levitando entre los U$S 3.000 y los 5.000 millones totales. Más cerca de los primeros que de los segundos.
Esta crucial diferencia fue uno de los capítulos más peleados en las largas negociaciones de 22 semanas entre el Gobierno, por un lado, y los técnicos de Valdés y el encargado del caso argentino Luis Cubeddu, por el otro, y sólo pudieron zanjarse con una decisión política de la propia Kristalina Georgieva en conversación directa con el propio ministro.
Massa llevó a su reunión de agosto con la búlgara los datos finales (ya con el segundo trimestre del año cerrado) y terminó convenciendo a la directora gerente de la necesidad de aceptar un número de pérdidas cercano al cálculo argentino, una decisión, por otra parte, imprescindible para que el acuerdo final, cierre. Aun con mucho riesgo de no poder ser cumplido.
Finalmente, el número tomado como válido fue de unos US$ 8.000 millones en pérdidas, lo que luego derivó en una meta de aumento en las reservas del BCRA de U$S 1.000 millones, una cifra muy lejana de los utópicos U$S 8.000 millones que figuraban como objetivo para 2023, según el acuerdo de Facilidades Extendidas firmado por Martín Guzmán en marzo de 2022. Y que derivó en una crisis política para la coalición oficialista.