Mundial de Rugby

Irlanda y el espíritu de Munster: levántate y lucha

El entrenador Joe Schmidt tiene mucho en común con Tom Kiernan, el hombre que lideró a la provincia irlandesa en la victoria sobre Nueva Zelanda en 1978. El Trébol y los All Blacks se enfrentarán el sábado buscando el pase a semifinales

miércoles, 16 de octubre de 2019 · 11:45 hs

¿Cómo debería frenar Irlanda las múltiples amenazas ofensivas de los All Blacks? ¿Cómo trazar un plan de juego que anule su brillantez individual? Son preguntas que se han formulado durante 114 años, desde la primera vez que Nueva Zelanda arribó a las costas irlandesas.

Los entrenadores de incontables equipos de Irlanda han tratado de resolver la ecuación desde 1905, pero solo dos despejaron la incógnita. Joe Schmidt lo hizo dos veces, en 2016 y 2018, pero Tom Kiernan la descifró mucho antes que él.

En 1978 el equipo de Munster entrenado por Kiernan venció a los All Blacks por 12-0 en Thomond Park (Limerik) ante 12.000 espectadores. Supuestamente, más de 100.000 personas afirman haber estado allí. “Noventa mil de ellos mienten”, afirma Gerry McLoughlin, pilar izquierdo de la Red Army aquel día. “Imagina mentir a tus nietos sobre un partido”, bromea.

Nueva Zelanda ganó 17 de 18 partidos en aquella gira y logró su primer Grand Slam contra las Home Unions, pero 41 años después, su única derrota, es el único partido del que se habla todavía.

Sobre todo, porque nadie daba opciones a Munster frente a un equipo de los All Blacks que contaba con algunas de las estrellas de aquella década como Graham Mourie, Stu Wilson, Bryan Williams y Andy Haden.

La noche antes del partido, gracias a uno de los dos proyectores que existían en Limerick, en 1978, Kiernan enseñó a sus jugadores imágenes de algunos de los partidos previos de los All Blacks. Que lograran el pleno de victorias durante su visita a las islas parecía una obviedad. Estaban “atravesando el rugby británico como división acorazada que rompe finas líneas de infantería”, escribiría Clem Thomas en The Observer.

“Estaba petrificado”, afirmó Tony Ward, el apertura de Munster. “La cuestión que me atormentaba era: ‘¿Tenemos derecho de estar en la misma cancha con estos jugadores?’ Solo con verlos en una pantalla de televisión, todos de negro, era suficiente para desmoralizarme”.

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El rugby ha evolucionado como deporte desde 1978 pero hay elementos que permanecen desde entonces. Hay notables semejanzas en cómo Kiernan, aquel día, y Schmidt, recientemente, han preparado a sus equipos para enfrentar y vencer a los All Blacks. Dos, por obvias, no dejan de ser importantes: la obsesión por salir victorioso de un desafío casi imposible que se avecina.

¿Cómo logró Munster, que había perdido por 33-7 ante Middlesex apenas un mes antes, vencer aquel día? McLoughlin otorga toda la responsabilidad de la victoria a su entrenador que, como jugador, había estado apunto de vencer a Nueva Zelanda más de una vez.

“El único que creía que podíamos ganar era Tom Kiernan. Lo llamaban el Zorro Gris. Te hacía creer que ningún equipo era invencible, incluso los All Blacks”.

McLoughlin, apodado ‘Locky’ fue uno de los protagonistas del libro Stand Up and Fight, el libro que escribió Alan English acerca de aquel partido, en el que también trata de explicar por qué el rugby importa tanto en su ciudad natal.

“El rugby en Limerick era como la vida”, recordó el actor Richard Harris, uno de los hijos notorios de la provincia y cuya carrera como jugador quedó truncada por una tuberculosos. “Los héroes del rugby de Limerick eran mis héroes. Gladiadores, guerreros de mandíbula prominente que nos representaban en el campo de batalla”.

El amor por este deporte, tan evidente en Limerick aquellos días, y la pasión que alimentó la leyenda de Munster y los All Blacks, hunde sus raíces en la más absoluta de las miserias. El rugby llegó a la ciudad en 1870; unos tiempos en los que la clase obrera no tenía muchas alternativas para el ocio y esparcimiento.

El deporte levantó a la ciudad. Muchos de los que habían nacido en arrabales descubrieron, gracias al rugby, que había un objetivo en la vida más que tratar de sobrevivir. En la influencia que tuvo en la vida local, solo la Iglesia Católica se le acercaba.

Levántate y lucha, el libro de Alan English.

English dedicó tres años a escribir el libro. Entrevistó a más de 150 personas y muchos de ellos compartieron su fascinación con la mística de los All Blacks y su capacidad de sobreponerse cuando la derrota parecía cierta.

Gracias a la cantidad de amargas experiencias, los equipos irlandeses han aprendido que pueden, a veces, aventajar a los All Blacks pero también que nunca es suficiente: deben seguir luchando. Incluso entonces, cuando a falta de cinco minutos para el final y ganando por 12 puntos (en un momento en el que los tries sumaban cuatro puntos), Kiernan se mostraba como el más nervioso de Thomond Park. “Habíamos visto que las cosas salen mal demasiados veces. No me podía relajar”.

Treinta y cinco años después Schmidt supo que era aquello de lo que temía Kiernan. En su tercer partido como entrenador irlandés, vio a Nueva Zelanda remontar una ventaja de 19 puntos con el tiempo cumplido, gracias a un try de Ryan Crotty.

Lo que Kiernan sabia acerca de la victoria lo aprendió de la derrota. Especialmente contra Nueva Zelanda. De igual modo, Schmidt diseccionó aquella derrota de 2013 con bisturí de forense para saber cómo y en qué momento a Irlanda se le había escapado el partido. Así fue capaz de celebrar la victoria de 2016 en el Soldier Field de Chicago.

En los días que restan hasta el sábado, cuando Irlanda busque una plaza de semifinalista por primera vez en la historia, muchos tendrán su opinión acerca de cómo los del Trébol pueden ganar de nuevo al equipo de Steve Hansen. Es otra de las cosas que no cambian cuando los irlandeses se enfrentan a los All Blacks.

En 1905, cuando el equipo conocido en la historia como The Originals se abrió paso a través del rugby británico e irlandés, incluso el diaro Limerick Leader entró en el juego, en la víspera del primer encuentro de Munster con los "desconcertantes" All Blacks.

“¿Es mejor tratar de imitar su estilo o mantener los principios del juego irlandés y todas sus bondades?”, escribió el corresponsal del diario. “Lo correcto sería jugar normal y poner en ello toda la maldad posible. Tratar de sofocarlos y darles las menos oportunidades de pasar como sea posible”.

Munster perdió aquel partido por 33-0 pero, un siglo después aquel análisis previo se podría aplicar a lo que espera en el Tokyo Stadium el sábado. Irlanda, como aquel Munster del 78, tendrá que levantarse y luchar.